He escuchado de manera consecutiva dos discos dedicados a oberturas de
Giuseppe Verdi que sólo conocía parcialmente: el de
Riccardo Muti con la
New Philharmonia Orchestra editado por EMI en 1977, originalmente con sonido cuadrafónico, y el de
Claudio Abbado con la
Sinfónica de Londres registrado por RCA en mayo de 1978, con toma sonora que ha resultado ser sensacional después de la última remasterización. Coinciden ambos en incluir en el programa
Nabucco,
I verpri siciliani,
Luisa Miller y La forza del destino, no en balde las mejores del autor. Muti añade
Giovanna d’Arco y
La Bataglia di Legnano, mientras que el milanés completa su programa con
Aroldo y
Aida, esta última en su larga y muy infrecuente versión original, inoperante en el foso pero mucho más atractiva como obra de concierto. Las versiones son siempre de muy alto nivel, y tienen en común tres cosas: enorme virtuosismo técnico, gran intensidad expresiva y, ya desde el punto de vista estilístico, un voluntario alejamiento de opulencias y preciosismos sinfónicos para acercarse al espíritu teatral, al nervio, a la frescura digamos que “italiana” y a la inmediatez expresiva que por su propia naturaleza estas partituras piden a gritos.
Ahora bien, la audición me ha dejado más claras unas importantes diferencias que ya apunté cuando hice una discografía comparada de la obertura de
I vespri aquí mismo. La sonoridad de Muti es más rotunda en el grave, también más empastada, y otorga enorme importancia a metales y percusión. Posee también más aspereza, llamémosle rusticidad bien entendida, algo que tiene algo que ver con las peculiaridades de la soberbia New Philharmonia. El resultado es un sonido antes “a banda de música” que a orquesta sinfónica, lo que no resulta ningún disparate tratándose del repertorio que del se trata. Claudio Abbado hace sonar a la London Symphony con menos contundencia, airea las texturas y concede a la cuerda un papel que con su colega no tiene. Hay con él más luz, más riqueza en el colorido y también mayor refinamiento, aunque por fortuna todavía no hacen aquí su aparición esas sonoridades ingrávidas y esos preciosismos narcisistas que caracterizarán al maestro en la segunda mitad de su trayectoria profesional.
También hay notorias divergencias en lo que al fraseo se refiere. Los dos maestros saben ser electrizantes y ofrecen la adecuada incisividad, pero mientras Muti es más rígido, posee mayor vigor rítmico y alcanza clímax de extraordinaria temperatura dramática, evidenciando en todo ello una importante herencia toscaniniana, Abbado frasea con flexibilidad, alcanza un mejor equilibrio entre elegancia y teatralidad y, cosa importantísima en Verdi, canta las melodías con bastante más sensualidad, delectación melódica y emotividad que su colega, que tampoco es que sea precisamente desconocedor de lo que es la “italianidad”, pero que tampoco anda muy dispuesto a bajar la guardia.
¿Con quién me quedo? La maneras de Muti son ideales para el Verdi más claramente teatral y popular, es decir, para el “de galeras”, y por ende alcanza excelsos resultados en
Nabucco,
Giovanna o
Legnano, mientras que las de Abbado realzan los valores de las piezas más claramente sinfónicas, como son las oberturas de
La forza,
I vespri o
Luisa Miller. A mi entender, hay que escuchar a los dos directores para hacerse una idea de lo mucho que albergan estas partituras.
1 comentario:
Tendré oportunidad de escucharle en vivo con la CSO precisamente La battaglia di Legnano a Muti próximamente. Ya veremos que diferencias hay entre esta grabación y su ejecución e interpretación actual.
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