domingo, 15 de septiembre de 2019

Las cuatro estaciones por I Musici

Seis veces grabaron I Musici, siempre para el sello Philips, Las cuatro estaciones de Antonio Vivaldi. El binomio fue considerado en su momento el no va más en la interpretación musical. Actualmente, cuando la revolución historicista ha traído no ya aires frescos sino verdaderos vendavales de renovación, hasta el punto de que la portentosa grabación de Fabio Biondi para Opus 111 pasa hoy por moderada y se ensalzan recreaciones como la de Aarón Zapico y Aitor Heiva –el disco clásico que más me irrita de todos cuantos he escuchado–, las cosas que hacían los italianos pasan ante muchos como meras reliquias de otros tiempos felizmente superados. Muy bien, he escuchado los seis discos y me permito compartir con ustedes algunas impresiones no sin antes advertirles la pobreza de mis conocimientos en este repertorio frente a la sabiduría de otros críticos. Sí, precisamente los que ponen por las nubes a los Zapico y compañía. Si ustedes son de los que les entusiasman esas cosas, leer las siguientes lineas solo les puede mover a la risa despreciativa. Advertidos quedan.


El primer registro se remonta a 1954. Creo haber leído que fue la segunda grabación mudial de los cuatro conciertos vivaldianos. La verdad es que esta grabación, realizada con buen sonido monofónico, no ha envejecido nada bien en lo que a la interpretación se refiere. La sonoridad del grupo, muy compacta, resulta por completo admirable en lo técnico, como lo es también el virtuosismo de un Félix Ayo de tan solo veintiún años de edad, al tiempo que todos se muestran musicales y capaces de destilar tanto sensualidad como intensidad dramática. Pero el fraseo resulta un tanto monocorde, algo rígido, ciertamente poco imaginativo, y todavía no muy atento a las posibilidades onomatopéyicas de esta música. Menos aún a los contrastes, quizá porque la visión es ante todo clásica, por no decir contemplativa. Francamente pobre el clave. Lo mejor quizá sea la tensión que consiguen en los movimientos extremos de El Invierno, sobre todo en el primero, y lo peor el fraseo algo romanticoide del violín en el segundo movimiento de este mismo concierto, enfocado con excesiva blandura.



Pasamos a 1959, todavía con Ayo como primer violín. Esta nueva interpretación en sonido ahora estereofónico –de no mucha calidad, ni siquiera en Blu-ray Audio a 192– poco aporta nuevo. Quizá ahora el fraseo sea algo más fluido y la tormenta veraniega esté un poco más lograda, al tiempo que el primer movimiento de El Otoño resulta ahora menos natural, incluso un punto pesadote. Y es que los problemas de fondo –articulación monocorde y algo blanda, clave tímido, escasez de contrastes– siguen ahí, por no hablar de la excesiva dulzura del violinista vizcaíno en el segundo movimiento de El Invierno. Quizá sea esta la grabación de la obra más vendida de la historia, pero a mi entender hoy se encuentra muy superada.



En 1969 tenemos liderando el grupo a Roberto Michelucci. Parece mentira que en solo diez años la interpretación mejorase de manera tan considerable. Por descontado que los italianos permanecen fieles a su concepto eminentemente lírico, basado mucho antes en el carácter evocador de la melodía y en la sensualidad de la tímbrica que en los claroscuros o la variedad expresiva, equilibrado y no muy temperamental, pero ahora los tempi se han aligerado en casi todos los movimientos, la articulación ha perdido rigidez y el sonido del tutti ha adquirido transparencia sin perder belleza ni solidez. El clave de Maria Teresa Garatti se muestra ahora más imaginativo y centrado en el estilo. Michelucci, por su parte, hace gala de un sonido hermosísimo y de un fraseo más adecuado que el de su predecesor para este repertorio, fraseando con una musicalidad de sobria intensidad, enorme elegancia y hondo lirismo. Puede sorprender el carácter sereno y contemplativo del Largo de El Invierno –aquí el tempo es ligeramente más lento–, si bien en el tercer movimiento del mismo concierto, la incisividad en el fraseo y los acentos dramáticos, aun dentro de la sobriedad que caracteriza a toda la interpretación, adquieren la adecuada relevancia. Soberbia la toma para la época.


La etapa de Pina Carmirelli fue la cumbre de todo el arte de I Musici, no tanto por su labor como solista –sus predecesores eran preferibles en este sentido– como por su excelencia a la hora de mejorar todavía si cabe (¡increíble depuración sonora!) el trabajo técnico del conjunto y, sobre todo, a la de enriquecer articulación y expresión sin perder personalidad. En su registro de 1982, el tempo vuelve a aligerarse –esta vez en todos los números–, el fraseo es más ágil y las tensiones sonoras están más marcadas, prestando mayor atención a los pliegues expresivos sin dejar llevarse únicamente por la contemplación paisajística ni la luminosidad mediterránea. En este sentido, el violín de Carmirelli no es el más hermoso ni el más ágil, pero sí el que ofrece más ricas inflexiones y acentos más lacerantes. Toma sonora de lujo para un registro que sigue siendo toda una referencia.



Garatti combina –de manera muy sugerente– órgano y clave al continuo en la grabación de 1988 liderada por Federico Agostini, esperando quizá I Musici que no parezca que, tan solo seis años después de su grabación anterior, están ofreciendo más de lo mismo. Aunque quizá sea menos de lo mismo: Agostini quizá ofrezca un sonido más carnoso y una mayor agilidad que Carmirelli, pero desde el punto de vista expresivo, particularmente en su faceta de director, parece muy inferior al de su predecesora, de tal modo, que, junto con movimientos espléndidos como los dos extremos de El otoño o el tercero de El invierno se advierte una tendencia a limar aristas, a suavizar contrastes y a recrearse en una dulzura por momentos excesiva. No lo hace, pese a algún detalle amanerado en su labor solista que se podía haber ahorrado, a la hora de contemplar la lluvia tras los cristales, aunque en contrapartida los pizzicati del ripieno se encuentra mucho menos diferenciados que en las grabaciones precedentes. Y es que el conjunto tampoco parece, en general, tratado con la extrema depuración sonora de años atrás; por momentos, incluso, parece un punto apelmazado y con menor brillo, lo que en principio no parece deberse a una toma sonora realizada, con todas las anteriores, en La Chaux-de-Fonds.


En plena ebullición de las nuevas propuestas del historicismo –Antonini y Onofri revolucionan el panorama en 1994–, I Musici no podían permanecer por completo anclados en el pasado. En el registro realizado en 1995 con Mariana Sirbu, el bajo continuo es sustancialmente renovado y, frente la labor en exceso monocorde de Garatti, se combinan de manera variada Shizuko Noiri al laúd y Francesco Bocarella al clave y al órgano aportando variedad e imaginación. Pero lo más importante es que con la Sirbu, de sonido prieto y fraseo firme, parecen volver la tensión y la luminosidad de antaño en combinación con ideas nuevas y numerosos detalles personales, no siempre acertados: a veces, como ocurre en el primer movimiento de El otoño, están más cerca de lo rebuscado que de lo sanamente creativo. En cualquier caso, eso afecta más a la labor de la solista que al ripieno, que sigue con un discurso parecido al de antaño y sin recuperar el nivel de sus mejores tiempos. La toma es excelente, pero esa circunstancia apenas suaviza el sabor agridulce que nos deja el registro.

En fin, que a mí me parece que hay muchas cosas aquí que siguen vigentes: escuchen al menos las versiones de Michelucci y Carmirelli, verán como les gustan. Ah, mis interpretaciones en disco favoritas son las de Gil Shaham con la Orpheus y la citada de Biondi.

7 comentarios:

Dr. Ramsés dijo...

Gracias por estas reflexiones. No puedo estar más de acuerdo con el primer párrafo :))

Antonio Pérez Villena dijo...

Gracias Fernando por estas líneas, yo también guardo como tesoros algunos de estos registros. Creo que el primero de todos monoaural es de 1956, que les valió el 'Grand Prix du Disque' y lo gracioso es que Philips continuó poniendo el marchamo del premio a la grabación estereofónica posterior. Ciertamente el de Michelucci me parece un gran logro.

Ismael G. Cabral dijo...

Me sigue llenando la grabación de 1969, de una enorme belleza y hondura, ciertamente. Absolutamente clásica. Por cierto, yo también detesto la grabación de Zapico con el pesado de Uri Caine por medio, pura impostura posmoderna, pese a que sí que me gusta por lo general Forma Antiqva en otros registros. Beyer con Gli Incogniti me apasiona. Tanto como I Musici, fíjate. Y desearía mucho que formaciones como la Orquesta de Heidelberg registraran esta obra. Cada día disfruto más de esa "tercera vía"; conjuntos de instrumentos modernos con criterios interpretativos historicistas.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Gracias por la información, Antonio. Yo también creía que el premio era para la estéreo...

Ismael, me dejas de piedra porque estaba convencido de que eras entusiasta de la de los Zapico. Sobre Caine estamos de acuerdo: una total tomadura de pelo, postureo puro posmoderno (o sea, presunta modernidad más allá de la vanguardia consistente en un reciclaje facilón de muchas cosas con pretensiones artísticas) que solo sirve para que quien lo escucha se sienta "superior" sin hacer el esfuerzo mental que exige la música "de verdad". Un espanto.

En cuanto a la tercera vía... Vamos a ver, ahí yo soy de los que opinan que hacer uso de instrumentos modernos con una articulación H.I.P. en sí mismo no es bueno ni malo. Lo que me interesa es el concepto, y ahí en esa tercera vía la gama es amplísima, desde la aspereza y agresividad hiperdramáticas de Harnoncourt hasta la suavidad y el humor risueño del amable Norrington. Instrumentos y articulación son condicionantes de gran importancia, pero creo que lo determinante es la voluntad del intérprete, la "idea" de lo que se quiere hacer con esas decisiones organológicas y articulatorias.

Evidentemente, enfrentarse a una "tercera vía" siempre supone prejuicios por parte del oyente en un sentido un otro, siendo a veces difícil saber qué nos vamos a encontrar. Es el caso de los Concerti Grossi op. 3 de Haendel que acaba de sacar Reinhardt Goebel con una plantilla de la mismísima Filarmónica de Berlín: unos ya tendrán claro que será un desmadre pseudohistoricista, mientras que otros pensarán que su antiguo ídolo se ha vuelto carca o es un traidor. A mí me está gustando muchísimo lo que llevo escuchado, así que aprovecho para hacer la recomendación.

¡Saludos!

Ismael G. Cabral dijo...

Hola Fernando, nuevamente.

La grabación de los Zapico medio la podría tolerar si se indicara que es una "aproximación" o una "reinvención" a partir de Vivaldi. Pero no es así como se señala en la carátula del disco. Y la interpretación me parece fea hasta el hartazgo, desmañada y sí, efectivamente, presa de un 'reciclaje facilón'. Bleckmann y Caine pasaban por allí con sus desvaríos jazzeros para darle más (pos)modernidad al asunto. Winter & Winter tiene discos maravillosos (y Forma Antiqva también) pero este es de lo peor que ha concebido el sello alemán.

Puestos a experimentos con obras barrocas me parece delicioso el "Weihnachoratorium" que grabó el Ensemble Resonanz (y que puedes escuchar en Spotify). Instrumentalmente es de una inventiva apabullante y el nombre de Bach no aparece en la carátula. Porque es otra cosa.

A mí la utilización de instrumentos modernos con articulación H.I.P me predispone muy favorablemente desde el principio. Aunque a partir de ahí nuestros caminos/preferencias se bifurcan. Como alguna vez te he comentado dedico el 90% de mi tiempo de escucha atenta a la música de los siglos XXI y XX. Y ahí ya tengo suficiente dramaturgia, profundidad y conflico como para preferir siempre el tono desprejuiciado y ligero de Norrington al de Harnoncourt si lo que me voy a poner es a un clásico, ya sea Haydn, Beethoven o Mahler. Pero esto es entrar en el terreno de la pura subjetividad. Gracias a tu blog descubrí -ya lo sabes- uno de mis ciclos de cabecera, las "Sinfonías", de Haydn que pudo grabar el malogrado Thomas Fey con la Orquesta de Heidelberg (orquesta de cuerdas moderna, con algunos vientos de época y articulación H.I.P).

En todo caso sé que esta 'tercera vía' incomoda, y mucho, a los barrocos más militantes. Por supuesto que sigo disfrutando de los instrumentos antiguos, pero ya no los veo tan absolutamente imprescindibles como hace unos años. Y sí, esos 'Concerti Grossi" que ha grabado Goebel con la Filarmónica de Berlín me parecen también plenamente disfrutables a pesar de que yo le veo tendencia a cierto regodeo innecesario en los movimientos lentos. Paro ya. Un saludo muy cordial.

FURTHOVENXXI dijo...

Hola Fernando
hace unos meses incorporé la primera grabación de Biondi y me gustó sobremanera al punto que hoy es mi versión preferida. de hecho me ha impulsado a buscar la segunda editada por Warner. y a decir verdad la segunda aproximación me parece menos auténtica, mas calculada y menos visceral. Hace unos dias volví a escuchar el disco de I Musici/Carmirelli que dormía una larga siesta en la discoteca y... no me gustó ni cerca de lo que otrora!! Mas acá en el tiempo cayó en mis manos a precio de bicoca el disco de Shaham/Orpheus y me pareció de lo mejor en un estilo escolar modélico; tiene una transparencia diamantina y la calidad de grabación es fabulosa. Es decir y para terminar que al dia de hoy mis dos STAGIONI predilectas son la primera de Biondi y la de Shaham. He leído por ahí que puntúan muy alto la versión de Rachel Podger ¿has podido escucharla?
Te mando un Cordial Saludo!

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Perdón por la tardanza. Por fin me he hecho con la de Podger. A ver si la escucho con calma. De momento, escuchándola por encima, me ha decepcionado. Gracias por la recomendación.

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