No me ha entusiasmado tanto como en las anteriores ocasiones. Ahora debo reconocer que, con la de cosas maravillosas que se han dicho en esta partitura desde entonces hasta hoy, la propuesta de estos dos artistas resulta quizá en exceso severa, incluso distanciada. Se pueden preferir, ciertamente, acercamientos de mayor inmediatez, más teatrales y vibrantes. Aun así, hay que descubrirse ante la capacidad de Jochum para paladear la música con gran lentitud sin que la tensión se le venga abajo; para hacer sonar a la orquesta de Karajan más brahmsiana aún que con su titular sin renunciar precisamente al músculo ni a la densidad sonora, al tiempo que consigue mayor transparencia y claridad de líneas; para construir las tensiones con la más absoluta lógica hasta llegar a clímax abrumadores manteniéndose en todo momento en ese rigor y ese distanciamiento antes aludidos; para levantar un primer movimiento severo, grandioso y solemne sin dejar de subrayar la rabia que alberga la página, para luego pasar a un segundo mucho antes amargo y desolado que tierno o humanístico, y finalizar con un tercero en la que la jocosidad aparece filtrada por una buena dosis de ironía que no deja de recordar, salvando las distancias, a un Otto Klemperer.
No menos hay que admirar a un Gilels de sonido macizo en el mejor de los sentidos, robustísimo sin dejar por ello de plegarse a las más exquisitas sutilezas; un pianista que sabe frasear con la misma asombrosa concentración de la batuta y ofrecer idéntica mezcla de belleza sonora, vuelo lírico, fuerza dramática y dolor tan intenso como bien controlado por una mano de hierro.
Insisto en se pueden preferir otras opciones. Pienso, sobre todo, en las increíbles recreaciones de Daniel Barenboim junto a unos portentosos Barbirolli, Celibidache, Rattle (¡escarpadísimo concierto ateniense!) y Dudamel. Pero esta lectura de Gilels y Jochum hay que conocerla. Por cierto, la magnifica toma sonora ha ganado algo de cuerpo, pero sigue evidenciando cierta distorsión en la cuerda. Importa poco, la verdad.
2 comentarios:
Hola Fernando.Es verdad Qué esta versión aparece siempre como de referencia absoluta, y es maravillosa. Si tienes tiempo, ¿qué opinas de la grabación de Arrau- Giulini y de Zimermann-Bernstein? Ver esta última en video es una pasada...
Escucharé las que refieres. Tengo también en video a Barenboim con Mehta y me gusta mucho igualmente.
Saludos desde Almería.
Carlos Alberto
Bueno, vamos a ver. Tenemos todo el derecho a matizar nuestras opiniones, por supuesto. No obstante, la mía en lo esencial, sigue siendo la misma. Las lecturas de Gilels y Jochum de los conciertos para piano de Brahms son una referencia, y las de Arrau y Giulini las sitúo a primerísimo nivel. Las modernas de Barenboim y Dudamel si no fuese por la pérdida de agilidad digital del pianista como creo que usted mismo mencionó en su momento podría ser otro cénit interpretativo (lástima, porque el sonido es un portento). En Barenboim y Klemperer recuerdo algún detalle que me incomodó en su momento (lo achaqué a la juventud de Barenboim por aquellos años).
En definitiva, Jochum y Gilels interpretaron en su momento con inspiración elevada y con devoción, y las grabaciones nos dan testimonio de ello.
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