lunes, 9 de abril de 2018

Prosigue el Mendelssohn de Gardiner: más de lo mismo

Creo que la última crítica que escribí para la revista Ritmo (aquí) fue la primera entrega del Mendelssohn de John Eliot Gardiner con la Sinfónica de Londres, que incluía Hébridas y Escocesa además del Concierto para piano de Schumann con la Pires. Lo puse mal. He podido ahora escuchar otra de las entregas –a estas alturas ya ha completado el ciclo–, concretamente la Sinfonía nº 1 y el Midsummer Night's Dream que fueron registrados en el Barbican Hall en febrero de 2016 y recogidos por las cámaras y micrófonos de LSO Live. Más de lo mismo, y por ende de escaso interés para un servidor, que ha terminado con la sensación de haber perdido el tiempo.


De la Sinfonía nº 1 Sir John ofrece exactamente la recreación que podíamos esperar: una lectura de corte toscaniniano, incisiva y un tanto seca en la articulación, muy bien clarificada, y, sobre todo, marcada por un indesmayable vigor rítmico, pero también excesivamente rígida, ajena a la sensualidad y al vuelo poético de las melodías; así las cosas, lo que mejor funciona es un Allegro di molto inicial lleno de vida y ajeno a equivocadas levedades sonoras, y lo que peor sale parado es un Andante que se desarrolla con alarmente asepsia expresiva. A la postre, y dejando aparte las circunstancia de que violines y violas toquen de pie y que los timbales utilicen baquetas duras, lo más interesante es que Gardiner nos ofrece las dos versiones del tercer movimiento, es decir, tanto la original como la de Londres, que no es sino un arreglo realizado por el propio Mendelssohn del Scherzo de su delicioso Octeto.

En El sueño de una noche de verano la orquesta toca sentada, pero la sonoridad sigue siendo voluntariamente historicista, con una cuerda ácida sin apenas vibrato, unos metales ásperos y timbales muy marcados. En lo expresivo, el maestro sigue ofreciendo nervio e incisividad, pero también incurriendo en la rigidez y en la negación de aspectos tan fundamentales como la sensualidad y el vuelo lírico. La obertura resulta animada pero prosaica, sorprendiendo –no estoy seguro de que para bien– que el se subrayen las onomatopeyas de los rebuznos con unos portamenti exagerados. El scherzo, aun perfectamente expuesto y tocado con incuestionable virtuosismo, resulta demasiado rápido y carente de picardía. La llegada de Oberón está bien, pero la canción con coro vuelve a carecer de cualquier poesía; el Coro Monteverdi está excelso, eso sí, y muy bien sus dos solistas, más la soprano que la mezzo. El Intermezzo suena con exceso de nervio. De manera inesperada, lo que mejor le queda a Gardiner es el Nocturno, no precisamente embriagador ni efusivo pero sí recorrido con un adecuado espíritu anhelante, amén de dicho con notable depuración sonora. Más bien aséptica la Marcha nupcial.

A la postre lo único estimulante es la aparición de tres actores, todos ellos muy notables, para escenificar algunos pasajes de la obra shakesperiana, lo que permite introducir algunos brevísimos fragmentos de música que rara vez se graban y darle sentido dramático a algunos pasajes muy conocidos que suelen escucharse sin los diálogos. Ahora bien, al no encajar con la pequeña dramaturgia desarrollada, el maestro británico decide prescindir tanto de la danza de los pasayos como de la marcha fúnebre, con lo que a la postre salimos perdiendo música.

La toma sonora ofrece un excelente estéreo a lo largo de toda la filmación y un espectacular sonido multicanal a 192 kHz en la capa de Blu-ray Audio, aunque esta última solo incluye el Midsummer. ¿Merece la pena? La respuesta es afirmativa si a usted le gusta el estilo Toscanini-Gardiner. En caso contrario, olviden este disco.

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