Arranca el CD con los Cuadros de una exposición de Mussorgsky en orquestación de Ravel. La gran baza de esta interpretación es el proverbial sentido del color del malogrado maestro veneciano. Un color que, por cierto, no es propiamente raveliano, sino mucho más contrastado e incisivo, mirando por un lado al propio Mussorgsky y por otro al universo expresionista tan caro a Sinopoli. El problema es que, en su empeño en clarificar el tejido orquestal y en que escuchemos cosas nuevas, cosa que consigue con creces, su fraseo resulta poco natural, un tanto rebuscado. Con frecuencia incluso trabajoso, cayendo incluso en una alarmante flacidez al retratar a Baba-Yaga. Lo mejor, un Mercado de Limoges animado y colorista como pocas veces se ha escuchado.
Sigue la Noche en el monte pelado, no en su versión original sino en la orquestación de Rimsky. Aquí Sinopoli ofrece una sensata y bien expuesta lectura, atractiva por el nervio y la incisividad de sus momentos más encrespados, aunque no muy poderosa ni opresiva en su atmósfera, como tampoco dotada de una especial garra. Lenta y bien paladeada la sección final.
Termina con los Valses nobles y sentimentales de Ravel. Sinopoli no solo posee ese rico colorido y ese fraseo curvilíneo que necesita esta música, sino que además indaga con éxito en el lado más sombrío e inquietante de la partitura, particularmente en un epílogo lentísimo y lleno de misterio. Lástima que en algunas ocasiones –particularmente en el vals principal– se quede más bien corto en la brillantez, la extroversión y el impulso dancístico que necesita. De nuevo, irregularidad y atractivo se dan de la mano.
La orquesta es la Filarmónica de Nueva York: algo corta en los metales, pero muy notable en general, y estupendamente recogida por la toma sonora.
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