viernes, 23 de febrero de 2018

Falstaff por Levine y Plishka: muy recomendable

El Falstaff que espero ver en el Maestranza mañana sábado –última de las funciones que ofrece el teatro hispalense de este absolutamente genial título verdiano– me ha animado a repasar el DVD del Metropolitan de Nueva York editado por Deutsche Grammophon procedente de unas representaciones de 1992. Producción escénica de Zeffirelli y elenco de lujo bajo la batuta de James Levine.
 
La dirección del tantas veces vulgar, prosaico y hortera maestro norteamericano me sigue pareciendo todo lo excelente que recordaba. De hecho, la considero la mejor que le he escuchado al frente de las huestes del Metropolitan. Cierto es que de vez en cuando hay algún zurriagazo marca de la casa y que a algún pasaje se le podría haber sacado mayor partido –la lectura de las cartas pide mayor sensualidad–, pero hay que rendirse ante el entusiasmo desbordante, el sentido teatral, el sanísimo espíritu gamberro y juguetón, la chispa y el colorido que aquí despliega un Levine que no solo se siente como pez en el agua, sino que además hila más fino que de costumbre: la planificación es excelente y hasta se escuchan detalles novedosos llenos de significación expresiva. Decididamente, y a tenor de su magnífico Barbero de Sevilla –el de la Sills–, parece que a Jimmy le va mucho antes la comedia que el drama.


A Paul Plishka, el eterno bajo “de la casa”, se le pueden poner algunos reparos vocales que parecen derivados de un prematuro deterioro del instrumento, pero su encarnación de Falstaff resulta admirable: no solo comprende perfectamente al personaje –al mismo tiempo noble y rufián, pero no un animal– y atiende a todos sus pliegues psicológicos –soberbio el monólogo que abre el acto III–, sino que además lo actúa escénicamente de escándalo. Junto a él, la grandísima Mirella Freni es una espléndida Alice, ciertamente menos sofisticada y más carnal que la inolvidable Schwarzkopf. La por entonces Susan Graham es un lujo para Alice. Marilyn Horne, ya gastada, ofrece una Quickly simpatiquísima y borrachina. Barbara Bonney, cantante a veces un tanto cursi, encaja perfectamente en el rol de Nanetta.

Bruno Pola compone un Ford muy correcto, aunque solo eso. Frank Lopardo sigue siendo para mí un misterio: no entiendo como un tenor de voz tan poco grata y expresión tan plana pudo hacer semejante carrera. Muy bien Anthony Laciura y James Courtney como Bardolfo y Pistola respectivamente. Y se le derrama a uno una lagrimita viendo en escena al eterno Piero di Palma debutando en el Met, a sus sesenta y siete años, para encarnar al Dr. Cajus.

Franco Zeffirelli traslada la acción a la época de Shakepeare, pero ofrece lo que él se podía esperar: una propuesta naturalista al cien por cien, de apreciable sentido teatral y enorme respeto por la música, con la que se integra a la perfección. Esto último es particularmente importante en Falstaff, cuya partitura está continuamente haciendo referencia –de manera por completo genial– a las cosas que pasan en escena. Por desgracia, el regista florentino no solo enriquece en exceso la acción, sino que en tercer acto incurre decididamente en la cursilería, además de en esa acumulación de personas (¡y aquí también de animales!) que tanto le gusta. En cualquier caso, la producción ve con simpatía y, de nuevo con la excepción del último cuadro, resulta preciosa para la vista.

¿Valoración general? Para una persona que no conoce esta obra maestra absoluta, he aquí la opción ideal para acercarse a ella. Para los ya iniciados, la de Bernstein sigue siendo referencia absoluta.

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