jueves, 2 de noviembre de 2017

Misa en si menor por Gardiner

Animado por lo mucho que me gustaban sus dos grabaciones del Oratorio de Navidad y por las críticas positivas de la revista Ritmo, compré la grabación de la Misa en si menor de Bach que grabaron John Eliot Gardiner y sus English Baroque Soloist para el sello Archiv en 1985. Me encantó. Pero hace pocos años volví a escucharla y tomé las siguientes notas:
"Dirección sensata, equilibrada, clara y elegante, pero con ese punto de sequedad y rigidez propios de Gardiner. Lo mejor son los momentos corales extrovertidos, llenos de fuego al tiempo que muy controlados. Los coros introvertidos suenan por el contrario un tanto apagados y tímidos, amén de sosos, aunque al menos se logra un notable recogimiento. Las páginas camerísticas se benefician del buen nivel técnico y la sobria musicalidad de los solistas. Espléndida la flauta de Lisa Beznosiuk. Soberbio el Coro Monteverdi, pero los solistas, que salen de él, mantienen un nivel que oscila entre lo bueno y lo discreto tan solo, sobresaliendo Michael Chance en el Agnus Dei".

Movido por las inquietudes que el otro día me despertó la interpretación de Koopman junto a la Filarmónica de Berlín, comentada por aquí, he decidido escuchar la nueva grabación del maestro británico, realizada para su propio sello Soli Deo Gloria en marzo de 2015. Tiempo perdido: la nueva recreación me ha gustado menos que la primera. Y es que Gardiner ha acentuado sus rasgos más personales: tempi rápidos, articulación recortada, acentos rítmicos muy marcados, sequedad generalizada... Todo ello, en dosis superiores. Escúchese la tercera sección del Kyrie, ahora con una acentuación muchísimo más marcada, yo diría que innecesariamente enfática y hasta ridícula. O el Laudamus te, que aun siendo solo un poco más rápido que antes, se encuentra en esta nueva recreación fraseado de manera mucho más "saltarina", léase pimpante y frivolona, teniendo además que aguantar un violín para mi gusto insoportable de Kati Debretzeni. Nada que ver con la musicalidad que hace ya tres décadas exhibía Elizabeth Wilcock, si bien es cierto que en este mismo número la soprano Hannah Morrison está bastante mejor que como en su momento estuvo mi admirada Nancy Argenta.

Si repasamos algunos otros números –yo lo he hecho– encontramos más diferencias entre las dos grabaciones. Por ejemplo: en el Quoniam, el bajo Stephen Varcoe y el trompa Michael Thomson hicieron una labor considerablemente más satisfactoria que la que ahora realizan David Shipley y Anneke Scott. Los continuos cambios de color de la mezzo Meg Bragle en el Agnus Dei tampoco son de recibo; nada que ver con el espléndido Michael Chance. Sin embargo, en el Benedictus resulta muy preferible el tenor Nick Pritchard de la nueva grabación a Wyndorf Evans, mientras que la flautista –no se especifica cuál de las dos de la actual plantilla de los EBS– lo hace casi tan bien como la Beznosiuk. Y ya que hablamos de los solistas instrumentales, a destacar la incorporación del clave junto al órgano en el continuo.


Lo que sigue siendo un escándalo es el Monteverdi Choir. Dudo que nunca se hayan cantado las partes corales de esta página como en los dos registros del maestro inglés, particularmente en el último. Desde el punto de vista técnico, quiero decir: afinación, empaste, claridad... Porque en lo expresivo el asunto las cosas vuelven a ser como antes: más bien fríos los coros más introvertidos, sencillamente admirables aquellos de carácter triunfal –particularmente el Sanctus y el Dona nobis pacem conclusivo– pese a que los tempi en general algo más premiosos del Gardiner reciente hacen perder un poco de empaque, de hondura, y no dejan al oyente atender a todos los asombrosos pliegues de la escritura polifónica bachiana.

¿Jugamos a poner puntuaciones? Del uno al diez, un ocho para la versión de Archiv, un siete para la de Soli Deo Gloria. Y en gran medida por la excelsitud del coro, porque en lo expresivo Gardiner sigue siendo la frialdad personificada en buena parte de la obra.

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