lunes, 2 de octubre de 2017

Soy el enemigo que mataste, amigo mío

Me encuentro profundamente afectado por lo que está ocurriendo en España en estos momentos. Lo de ayer y lo que inevitablemente está por venir. Siento tristeza, rabia e impotencia. También vergüenza. Vergüenza de muchos de mis conciudadanos –catalanes o no catalanes– y de quienes no hemos sabido (¡estúpidos los que nos creíamos capaces de analizar el pasado para mejorar el presente!) poner un poco de sensatez en semejante despliegue de irracionalidad. Y siento, también, un espantoso miedo hacia todas esas personas que agitan banderitas no para revindicar causas justas, sino para mostrar su alteridad frente a un presunto enemigo colectivo. Banderitas en general: esteladas, rojigualdas o las que sean. No son más que una excusa para justificar lo injustificable. Malditos sean quienes fomentan el odio colectivo amparándose en patrias, religiones y otras repugnantes verdades irrenunciables.


Podría escribir muchas más cosas, pero no lo hago. Me faltan palabras. Venturosamente la música puede hablar por mí. El War Requiem de Britten –por la partitura y por los poemas de Wilfred Owen– lo hace en estos momentos como ninguna otra, particularmente ese "Libera me" que considero una de las páginas más descarnadas, terribles y conmovedoras que jamás se hayan escrito. Les dejo no la grabación que he escuchado esta mañana, la notabilísima de Jaap van Zweden, sino la que creo –así lo intenté explicar en una discografía comparada– la interpretación de referencia.

PD. Permítanme que no permita comentarios en esta entrada ni entable debates sobre las cuestiones expuestas. No me parece oportuno tal y como están las cosas. Están ustedes en su libre derecho de no leer nunca más este blog si se sienten ofendidos por lo arriba expresado. Gracias.

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