sábado, 1 de julio de 2017

Una Sexta de Mahler diferente: Pappano en Roma

Mañana domingo es el gran día: si todo va bien en la carretera, podré disfrutar de la Sexta de Mahler por Rattle y la London Symphony en Granada. Al hilo de este evento, he querido traer aquí una interpretación de la genial página mahleriana que he descubierto ayer mismo y que me ha parecido interesante por ofrecer una visión distinta a la que estamos acostumbrados: Antonio Pappano y Orquesta de la Academia Nacional de Santa Cecilia, grabación en vivo –con abundantes toses y toma sonora no muy allá– realizada por el sello EMI entre el 8 y el 11 de enero de 2011.


Lo que distingue a esta lectura es algo que quizá tenga que ver con la trayectoria del maestro como director de foso: su desarrolladísimo sentido de la cantabilidad, entendida ésta no solo como delectación melódica, sino también como una mezcla de sensualidad, vuelo lírico y apasionamiento. ¿Mahler va a la ópera? Algo así. A la ópera italiana, para concretar: Pappano será londinense de nacimiento, pero como me confesó a mí mismo durante una firma de autógrafos, se le notan los genes. Y mucho. Obviamente es en un Andante moderato –colocado en tercer lugar– dicho con gran vuelo poético, aunque poco agónico y no todo lo intenso que podía haber sido, donde semejante circunstancia queda más en evidencia, pero no sólo en él. El maestro está atento a todos esos momentos de la partitura donde puede recrearse en la fuerza de la melodía, y lo hace sin caer en esos preciosismos ni esas ingravideces con que lo hacen otros directores. Muchos pasajes suenan casi nuevos bajo su batuta.

Hay otras virtudes importantes en esta lectura, como pueden ser la atención que se presta a la atmósfera en el primer movimiento o el desarrolladísimo sentido expresivo del color en las intervenciones de las maderas en el segundo, cuyo final está matizado de manera original y acertada. Pero se detectan también dos graves limitaciones. Una es la discontinuidad del discurso: el primer movimiento está dicho con considerable amplitud (24'33), y aunque eso le permite explorar mejor los referidos recovecos góticos, la arquitectura se ve lastrada por cierta discontinuidad en el discurso. En el resto de la interpretación, también tendente a la lentitud, las cosas funcionan mejor en ese sentido, pero ahí salta el otro problema: las limitaciones de una orquesta que en el último movimiento se las ve y las desea para estar a la altura. En él tampoco Pappano está muy inspirado: comienza con algunos efectismos y finaliza sin la suficiente garra dramática, intentando entremedias inyectar la frescura y el fuego que usualmente le caracterizan, pero sin terminar de dar unidad a la página.

En definitiva, una interpretación distinta que todo buen mahleriano debería conocer. Pero nada más. ¿Referencias? La de Barbirolli en EMI y la de Bernstein de 1988, aunque no podemos olvidar los vídeos del propio Bernstein y de Rattle.


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