Dicho esto, hay que destacar en esta Rusalka una más que correcta dirección de actores, algunas muy buenas ideas aisladas –el nacimiento a la luz cuando la ninfa se transforma en humana, del que hablaba la regista en el intermedio– y un excelente sentido del humor a la hora de tratar todos lo relacionado con la bruja Jezibaba. También fue convincente la escenografía del tercer acto, en la que la vistosidad digamos que zefirelliana del primero fue transformada en una verdadera imagen de la desolación. El segundo acto me pareció digno sin más: los trajes del siglo XVIII quedan bonitos, pero ya está.
Musicalmente las cosas funcionaron a gran altura. La Orquesta del Met sigue siendo francamente buena, y la dirección de Sir Mark Elder ofreció no solo una enorme profesionalidad, sino también altas dosis de inspiración. Hubo lirismo, garra dramática y atención al detalle, y si algo se pudiera reprochar es que aquello no terminaba de sonar exactamente a Dvorák.
Deslumbró Kristine Opolais en todos los sentidos. Aparte de ser una mujer bellísima y de lucir de manera increíble con su vestuario y maquillaje en el primer acto, posee una voz de enorme calidad –sin la crema tímbrica de la Fleming– y canta de maravilla, regulando con perfecta plasticidad el sonido y ofreciendo unos agudos resplandecientes, todo ello haciendo gala de un gusto exquisito y un enorme compromiso expresivo (mucho ojo: me gustó más su canción a la luna del otro día que la que pueden ustedes degustar en el YouTube de ahí arriba). Es además una muy notable actriz, cosa que quedaba meridianamente clara en los primerísimos planos que nos regalaban en pantalla grande los responsables de la filmación.
Buen nivel el del tenor Brandon Jovanovich: aquí no se puede decir que ni la voz ni la técnica sean una maravilla, pero mantuvo perfectamente el tipo y canta con entrega. Deslumbró la jovencísima –y regordeta– Jamie Barton como Jezibaba, una voz de esas que prometen muchísimo: me hubiera gustado escucharle su reciente Fenena. Excelente Katarina Dalayman como la rival amorosa de la protagonista. A menor nivel estuvo el Espíritu de las aguas de Eric Owens: impacta su voz cavernosa, pero la línea resulta más bien tosca, poco cantable, aunque entiendo que el personaje tampoco pide especiales sutilezas belcantistas. La pareja cómica la formaban Daniela Mack y el veterano Alan Opie: excelente la primera, algo tocado de voz el segundo. Y muy bien las ninfas. Gran velada de ópera.
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