jueves, 15 de diciembre de 2016

Argerich y Pletnev cuentan cuentos

Martha Argerich y Mikhail Pletnev unieron sus fuerzas en agosto de 2003 al servicio de los ingenieros de Deutsche Grammophon para grabar un disco de repertorio verdaderamente precioso, de esos pensados para quienes buscan música "de verdad" y no mero virtuosismo: suite de La Cenicienta de Prokofiev en arreglo para dos pianos del propio Pletnev y la versión original de Mi madre la oca. Los resultados fueron excelentes, aunque no exentos de desigualdades.


Es excepcional, a mi entender, la interpretación de la partitura del ruso. Conociendo a la Argerich, quien si años más tarde demostrará ser capaz de doblegar al mismísmo Barenboim no tiene aquí problemas en llevarse a Pletnev a su terreno, podría pensarse en que la lectura van a primar la electricidad, la efervescencia y el sentido del humor irónico y aristado con los que tan estupendamente sintoniza la de Buenos Aires. Pues no: aunque hay mucho de eso –ideales el fraseo felino y el toque percutido de la artista para atender a estos aspectos–, ante una música tan increíblemente poética la fiera se amansa para desplegar, en los números más íntimos, una portentosa concentración, una exquisitez en el toque y una sensualidad en el fraseo para derretirse. Prokofiev en toda su verdad, plenamente al descubierto.

En Mi madre la oca las cosas no funcionan igual de bien. Tengo la sensación de que ninguno de los dos artistas –aquí Pletnev está todavía más argerichzado– termina de sintonizar con la estética de Maurice Ravel. Ni siquiera están muy concentrados en los dos primeros números, mientras que en Laideronnette llegan a correr un poco más de la cuenta; los dos últimos creo que están bastante más conseguidos, aunque en todo momento hablamos de un nivel  notable en lo expresivo y, por descontado, altísimo en lo que a virtuosismo se refiere. Toma sonora espléndida, y más aún en SACD multicanal.

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