viernes, 18 de noviembre de 2016

La Novena mecánica

En parte por la escasez de tiempo libre, en parte por miedo –no saben ustedes lo que es sentirse despreciado, cuando no odiado, por los músicos locales–, no he escrito nada sobre la Novena de Beethoven que se ofreció el pasado domingo 13 de noviembre para celebrar el XX aniversario de la reapertura del Teatro Villamarta. Lo digo ahora: la interpretación más mecánica que un servidor jamás haya escuchado en directo de cualquier obra sinfónica.

Responsable del resultado fue Carlos Aragón, quien dirigió sacando buen rendimiento a la Orquesta de Córdoba –violines en exceso ácidos en el Scherzo– y alejándose de cualquier exceso de cara a la galería –cuarto movimiento muy controlado–, pero con una frialdad extrema derivada de la casi total ausencia de matices agógicos y expresivos. No hubo juego de tensiones y distensiones (¡imperdonable en esta obra!), no tuvieron peso los silencios, no se encontró rastro de cantabilidad –pese a que el Adagio molto y cantabile estuvo dicho sin prisas–, la flexibilidad brilló por su ausencia... El sentido del misterio, de lo dramático, de lo reflexivo y de lo épico no hicieron su aparición en ningún momento. Siempre en mi opinión, claro está: el público aplaudió con entusiasmo, no solo al final de la obra sino también en medio del Scherzo y del Himno a la Alegría.


El Coro del Teatro Villamarta realizó una dignísima labor bajo la dirección de su nuevo titular, Joan Cabero, como también lo hizo la Coral de la Universidad de Cádiz con Juan Manuel Pérez Madueño. El barítono José Antonio López lució una voz poderosa y de timbre hermosísimo, aunque más bien corta por abajo ante las demandas de su parte. Demandas que no son precisamente menos exigentes (¿en qué demonios estaría pensando Beethoven?) en lo que toca al tenor, en este caso un Manuel de Diego muy poquita cosa ante el terrible reto al que se enfrentaba. Mucho mejor que la de su colega corría la voz de Ángeles Blancas, pero el estado de misma no es precisamente óptimo y en el agudo –de nuevo el de Bonn pidiendo lo imposible– sufrió lo suyo. A María Luisa Corbacho no logré escucharla en ningún momento.

Una cosa más: la acústica en la segunda fila de platea en el lado derecho del teatro es pésima. Pero no, no fue por esto por lo que tenor y mezzo me resultaban poco audibles: a los demás les escuchaba perfectamente. Digo pésima acústica por lo emborronado del sonido, por el desequilibrio de los planos, por el exceso graves... La visibilidad era muy reducida, aunque esto sí que lo advertían al comprar la entrada. En cualquier caso, circunstancias que me hicieron aún más dura una de las veladas musicales más aburridas que he vivido en el Villamarta. Impresión absolutamente subjetiva, desde luego. Como también la de un público que, ya les digo, se lo pasó en grande.


2 comentarios:

Jorge Luis Argüero dijo...


"no saben ustedes lo que es sentirse despreciado,
cuando no odiado, por los músicos locales"

Es así, Don Fernando...
tan sólo por pensar -en los tiempos que corren-
tiene su precio y si le agregamos nuestra
opinión personal, allí el precio : aumenta..!!

No estuve allí -obviamente- pero sus comentarios
son tan elocuentes, que es como si yo hubiese estado
en el Teatro Villamarta y (casi) en la misma 2ª fila de plateas.-

Es que los que ya pasamos cierta edad, hemos escuchado
varias veces esta extraordinaria Novena Sinfonía de
Beethoven y más o menos -sin poseer necesariamente
academicismo alguno- nos damos cuenta, de qué va la cosa.!!

Saludos cordiales desde Buenos Aires.-


pd : continúo leyéndole

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Muchas gracias, Jorge Luis. Siempre un placer recibir noticias desde Buenos Aires.

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