Afirma Järvi en el referido documental que la tradición interpretativa yerra a la hora de plantear un Schumann más denso y empastado de lo que realmente es; un Schumann que mira en exceso a Brahms y que no deja a la vista todas las singularidades de su tantas veces discutida escritura sinfónica, singularidades que son fruto tanto del particular temperamento del compositor como de su talento creativo. Por eso mismo decide apartarse un tanto de esa tradición y apostar por un enfoque en el que primen las aristas sonoras y se haga patente el carácter “neurótico” y contrastado de la personalidad del creador.
El maestro materializa la idea en lo sonoro ofreciendo un Schumann renovado en la articulación, ágil e incisivo, limitado en el vibrato, atento más al staccato que al legato y dotado de un nuevo equilibrio de planos que resta peso a la cuerda para otorgar relieve a los vientos y la percusión. Es decir, un Schumann parecido a su Beethoven con la misma orquesta, en buena medida deudor de las experiencias historicistas pero sin la necesidad de recurrir a los instrumentos originales ni de forzar las cosas: Järvi se aleja tanto de los excesos como de la machaconería, y busca una apropiada síntesis entre ímpetu, elegancia y sentido teatral. No nos movemos aquí en el terreno de un Gardiner ni de un Harnoncourt, por mucho que esta propuesta esté claramente en deuda con las de ellos.
Ahora bien, sea por estar nuestros oídos acostumbrados a un tratamiento sonoro muy distinto, sea por la habitualmente limitada inspiración del hijo de Neeme, lo cierto es que el resultado no destila la particular poesía schumanniana, todo lo elegante y aérea que se quiera, desde luego, pero también sensual, cantable y emotiva. Así ocurre ya desde la Sinfonía nº 1: la obra adquiere una vitalidad y electricidad que encajan muy bien con el sobrenombre de Primavera, pero la sequedad, el escaso vuelo poético y la ausencia de contrastes expresivos terminan produciendo un resultado monocorde e incluso aburrido, pese a la enorme vitalidad aparente de la recreación.
En la Sinfonía nº 2 flojea el sublime tercer movimiento, frío e insustancial a más no poder. El cuarto, aunque también carente de calor lírico, sí que está bastante bien. La Renana, por el contrario, recibe una globalmente notable interpretación que cojea por un tercer movimiento más bien insípido y por un quinto que arranca de manera un tanto trivial; el primero ofrece la brillantez y el impulso que necesita, mientras que el ambiente catedralicio del cuarto está conseguido de manera satisfactoria.
En la Sinfonía nº 4 lo más flojo es el segundo movimiento, aunque además se evidencia cierta rigidez generalizada y se echa de menos carácter visionario tanto en la introducción de la obra como en la transición al último movimiento. Lo dicho: los resultados son más interesantes en la teoría que en la práctica.
La calidad de imagen es soberbia. La toma sonora está francamente bien, pero aquí hay que advertir que el surround no parece auténtico y que en la Sinfonía nº 2 molesta un zumbido que parece proceder de los aparatos eléctricos del muelle –sí, un muelle– donde está realizada la filmación. Hay subtítulos en castellano. En fin, si lo pueden conseguir por bajo precio, un producto recomendable.
¿Mis versiones favoritas? Les recomiendo que echen un vistazo al listado de Ángel Carrascosa: aunque no he escuchado tantas grabaciones como él y discrepo en algún caso concreto, estoy bastante de acuerdo con sus puntuaciones. También pueden leer lo que escribí aquí sobre las integrales de Szell y Klemperer.
1 comentario:
Las 4 sinfonías de Schumann son 4 monumentos de la música.
A mí, Paavo Järvi me gusta, en general. El canal CLASSICA (antes UNITEL) ha emitido estas interpretaciones.
También hay mucho de Järvi en YouTube.
Saludos.
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