viernes, 13 de mayo de 2016

El penúltimo Wagner de Karajan

No puedo calificar globalmente el Wagner de Karajan, porque no conozco grabaciones como su Holandés, su Lohengrin y, sobre todo, su Anillo en audio. He escuchado su Tristán de 1953, que me parece tan encendido como epidérmico, sus Maestros de 1970, que me gusta muchísimo, y sus dos recreaciones de Parsifal, que distan de convencerme. Bueno, y su Oro del Rin en vídeo, que me parece estupendo en lo que a la dirección musical se refiere. Poseía el de Salzburgo grandísimas dotes para abordar al autor: vistosidad, colorido, refinamiento, cantabilidad en el fraseo, control absoluto de las transiciones, comunicatividad… Las tenía todas menos una: la sinceridad. Don Heriberto pensaba a menudo más en sí mismo, en deslumbrar exhibiendo su asombroso y seguramente insuperable dominio de la orquesta, que en servir al compositor haciendo que su mensaje llegase con garra, con veracidad, con auténtica fuerza, sin esos excesos y narcisismos tan caros a su batuta.


Este disco grabado en 1983 es un perfecto ejemplo de todo lo bueno y lo menos bueno del maestro en este repertorio. Comienza con la Obertura y la Bacanal de Tannhäuser: una verdadera orgía –nunca mejor dicho– de sonidos en la que luce su portentoso sentido del color y, más aún, de las texturas, pero también una tendencia a la blandura y a lo pseudomístico que afectan sobre todo a la introducción, de una religiosidad insincera, y también al final de la página, en exceso escorada hacia el impresionismo: casi se escucha el Fauno de Debussy.

Prosigue con el Preludio del acto III de Maestros Cantores, de la que Karajan ofrece una interpretación de gran hermosura y naturalidad, siempre dentro de una visión antes meditativa y espiritual que doliente. He realizaco una comparación con su citado registro de la ópera completa: esta lectura de 1983 parece más preocupada por la belleza sonora, aunque quizá también resulte algo más punzante y ofrezca más garra. Magnífica, en cualquier caso.

Termina con el Preludio y la Liebestod de Tristán e Isolda. Aquí he comparado con lo que Barenboim hace con la misma Filarmónica de Berlín en su grabación de la ópera completa. Karajan extrae una sonoridad mucho más hermosa y envolvente de la orquesta, más rica en colorido y más suntuosa, pero la arquitectura de tensiones no está tan minuciosamente planificada, el maestro confia demasiado en los efectos puntuales de la masa sinfónica y a la postre resulta un punto moroso, por lo que se pierde en carácter visionario y emoción.

Lo dicho, un ejemplo muy representativo de las maneras de hacer de Karajan. Confieso que me he irritado puntualmente volviendo a escuchar este disco, pero también que he disfrutado muchísimo.

2 comentarios:

Julio César Celedón dijo...

Cual sería su referencia para Tristán e Isolda? Böhm? Furtwängler? Yo tengo la primera, que me parece espectacular (mejor Isolda que Nilsson no ha habido, a mi parecer) y también una de Karajan con Vickers y Dernesch, que tengo en menor estima en lo vocal.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Conozco el Tristán de Karajan de 1952 en Bayreuth: encendida y muy teatral, pero a mi entender algo epidérmica. La versión de Furt es obligatoria, aunque no redonda por culpa del Tristán de Suthaus. La de Böhm hace lustros que no la escucho. Quizá la más redonda de todas sea la de Barenboim en Teldec con la Filarmónica de Berlín. En cuanto a Isolda, permítame el atrevimiento de referirme a esta otra entrada mía:

http://flvargasmachuca.blogspot.com.es/2014/01/la-mejor-isolda-de-la-meier.html

Reciba un cordial saludo.

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