jueves, 12 de mayo de 2016

Excepcional Bartók de Chailly

Corría el año 1997. Todavía en sus tiempos más felices frente a la sensacional formación holandesa, Chailly dio la campanada con un disco Bartók que incluía soberbias interpretaciones de El mandarín maravilloso –versión completa– y el Concierto para orquesta recogidas en toma sonora portentosa, insuperable, de referencia absoluta en el formato CD.


Concretando sobre los resultados artísticos, el Concierto para orquesta recibe una interpretación relativamente lenta y paladeada de manera admirable que sobresale por la asombrosa claridad de líneas polifónicas y de texturas, hasta el punto de que en ninguna otra interpretación, ni siquiera en la singularísima de Celibidache, se escuchan tantísimas cosas como en esta. Expresivamente, además, el maestro milanés acierta a la hora de atender a todas las facetas de la partitura, desde el misterio hasta la brillantez del final pasando por el drama y por el sentido del humor, aunque aquí pueden echarse de menos la intensidad de un Fricsay, el sarcasmo de un Szell y, sobre todo, la garra y el sentido teatral de un Solti. Sobran, por otra parte, algunas excentricidades en la coda, lo que no impide que globalmente se trate de una lectura extraordinaria.
 
Aún mejor el ballet, un verdadero prodigio por todo: tensión interna, sentido del ritmo, riqueza de color, tratamiento de las texturas y, sobre todo, expresividad en cada una de las frases y de las intervenciones solistas. Puede que algún pasaje se haya escuchado aún con mayor inspiración en los registros de Boulez, Abbado o Dorati, o en las espléndidas suites grabadas por Solti, pero al maestro milanés, visceral en alto grado pero no precisamente desatento a la sensualidad ni el misterio, mantiene casi siempre el listón en lo más alto, muy particularmente en los tres sucesivos intentos de asesinato del mandarín, recreados de manera magistral.

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