La pieza de Debussy para arpa y orquesta de cuerda es interpretada de manera similar, sin excesiva evanescencia y con intensidad, pero sin mucha magia. Marie-Pierre Langlamet está estupenda en su labor solista.
Queda el Réquiem. Sin rodeos: lo peor que le he escuchado a Thielemann, no solo distanciado en lo expresivo, alicorto tanto de sensualidad como de aliento espiritual, sino también apresurado en los tempi, escaso de concentración y, sobre todo, ingrávido y hasta un punto relamido en la sonoridad. ¡Y eso que tiene delante a la increíble Filarmónica de Berlín! Es verdad que en Lux Aeterna consigue pasajes muy inspirados y que el Dies Irae resulta lo suficientemente dramático, pero el conjunto no funciona y desemboca en un In Paradisum por completo banal, y encima con un órgano que confunde lo aéreo con lo pimpante. Los solistas Christiane Karg y Adrian Eröd cantan de maravilla, pero se contagian de la asepsia expresiva marcada por la batuta, como también le ocurre al Rundfunkchor Berlin. Eso sí, desde el punto de vista técnico este realiza una absolutamente descomunal labor bajo la dirección de su nuevo titular,
Gijs Leenaar. Lástima que falle el del podio.
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