sábado, 17 de octubre de 2015

Tatiana Melnychenko en Baeza

Por iniciativa de un viejo y querido amigo que sabe mucho más de voces que yo, acudimos el pasado domingo 11 de octubre al precioso paraninfo de la antigua universidad de Baeza para escuchar un recital de la soprano ucraniana Tatiana Melnychenko, quien aprovechando sus actuaciones como Abigaille en el Liceo había bajado hasta la ciudad jiennense para comprometerse con un ciclo musical organizado por la Asociación Diferarte –muy loable iniciativa– con el apoyo logístico y económico –entradas gratuitas– del ayuntamiento local. Mereció la pena.

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Quien conozca mis gustos sabe que valoro mucho antes la interpretación que las cualidades puramente físicas de una voz –ya he dicho muchas veces que no pertenezco a ese grupo de melómanos que se autoproclaman auténticos aficionados a la ópera–, pero debo confesar que a mí tampoco me amarga un dulce. Yo también me derrito ante una voz como la de esta señora, una soprano dramática de las de verdad, dueña de un instrumento de una robustez y potencia extraordinarias, riquísimo en armónicos, vibrante por arriba –con alguna excusable estridencia–, carnoso en el centro y holgadísimo en el grave sin que esta zona suene truculenta ni tramposa. Su fiato es muy amplio y le permite frasear con holgura y cantabilidad admirables. Posee, además, un temperamento vehemente y apasionado puramente operístico que quedó bien de manifiesto incluso en un recital casi “de cámara” como el que tuvo lugar en Baeza, en un recinto pequeño y acompañado únicamente del piano del director musical del ciclo, el también ucraniano Mikhail Studyonov.

Es además Melnychenko una artista de resistencia sorprendente, pues hay que tener mucho aguante (¡y muchísima voz!) para cantar de un tirón, con un único intermedio –Studyonov tocó algunos Preludios de Chopin mientras la soprano descansaba–, las arias de Wally, Lauretta, Mimí, Musetta, Tosca, Norma, Abigaille –las dos, cabaletta incluida– y Leonora de Vargas. Una auténtica barbaridad. Y las cantó además estupendamente, con la excepción de las dos que corresponden a Nabucco, en las que ya se encontraba cansada y no pudo con todas las terribles diabluras de la comprometidísima escritura vocal de Abigaille. En el vídeo que tienen a continuación lo hace mejor, por cierto.

¿Reparos? Aparte del que acabo de exponer, que me deja ciertas dudas sobre si se trata de una verdadera dramática de agilidad –el YouTube me hace decantarme por una respuesta afirmativa–, las características del instrumento no permiten muchas facilidades a la hora de regular el sonido y descender a matices expresivos. Tampoco Melnychenko parece muy atinada a la hora de diferenciar compositores. Así las cosas, no fue fácil distinguir a las delicadas heroínas puccinianas –que no sonaron muy centradas ni en el estilo ni en la expresión– de las tremendas burracas verdianas, las cuales pueden, cuando pula un poco más la técnica para descender al detalle, encontrar en Melnychenko una recreadora de primerísima categoría de esa que los más grandes teatros de ópera andan buscando de manera desesperada. Con un buen maestro y trabajando duro con grandes directores frente a la partitura, podría convertirse en la estrella deseada. Hay que estar atentos.

Por lo demás, una velada de enorme categoría para Baeza y un pleno disfrute para los melómanos. Enhorabuena a la organización y que no decaiga el próximo año.

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