Siendo una obra de corte impresionista –la Iberia de Debussy es ligeramente posterior–, parece claro que la creación de una atmósfera difusa y la sensualidad del color deben ser dos de los principales objetivos de toda interpretación. Pero no es menos importante encontrar el punto adecuado de equilibrio entre esa elegancia refinada tan particular que habitualmente asociamos con “lo francés”, por un lado, y el carácter más racial, más rústico si se quiere, que pide la idea de “lo español” presente en la partitura. Y tampoco se debe dejar de indagar en los fascinantes aspectos oníricos, por momentos tenebrosos, que se esconden en los pentagramas, al tiempo que se ofrece el imprescindible toque festivo y se despliega una paleta sinfónica que también busca, todo hay que decirlo, llegar por la vía más directa y seductora a los sentidos: la del puro espectáculo sonoro.
No me ha resultado fácil realizar la siguiente comparativa. Algunas interpretaciones las he tenido que escuchar varias veces y, aun así, no me ha quedado del todo claro hasta qué punto funcionan. También es cierto que he leído por ahí recomendaciones a algunos críticos famosos que no me han convencido en absoluto. En cualquier caso, las siguientes notas pueden servir como aproximación a una discografía en la que, a mi entender, pocos directores han terminado de dar en la diana. Uno de ellos por encima de los demás, pero lastrado por orquestas que no son ninguna maravilla: Sergiu Celibidache. He dudado mucho si dejar a Previn/RPO y Barenboim en el nueve o subirles al diez; una nota intermedia quizá sea lo más justo.
Los cuatro movimientos de la obra, de los cuales el tercero no pertenece a las fechas arriba indicadas sino que se remonta a 1895, son lo siguientes:
- Prélude à la nuit.
- Malagueña
- Habanera.
- Feria. Assez animé.
1. Walter/Sinfónica de la NBC (Arbiter, 1940). Tiene su morbo escuchar al maestro berlinés, recién exiliado a EEUU huyendo del régimen nazi, poniéndose al frente de la orquesta de Toscanini para interpretar un repertorio en principio poco afín a su sensibilidad. Pero lo cierto es que la toma sonora, inevitablemente pobre para esta música, permite entrever a un Walter magníficamente encaminado en el estilo, lleno de buena voluntad y plagado de intuiciones propias de una gran batuta, al que solo le falta pulir una serie de detalles y otorgarle mayor unidad al conjunto. (8)
2. Karajan/Philharmonia (EMI, 1953). Con la excepción de una Feria llena de vida, color y brillantez, el salzburgués se limita a hacer una exhibición de virtuosismo, equilibrio y refinamiento sin lograr transmitir la sensualidad y la atmósfera que emanan de los pentagramas. Tampoco la toma sonora le ayuda precisamente. ¿Por qué tantos se empeñan en reivindicar al Karajan de esta época? Luego fue mucho mejor director. (7)
3. Furtwängler/Filarmónica de Viena (DG, 1954). Tampoco era Furt un director que frecuentase precisamente este repertorio, pero el maestro deja aquí constancia su categoría como la más genial batuta de su tiempo con una recreación llena de misterio y de poesía, surcada por extrañas ráfagas de fuerza controladas por una técnica de batuta absolutamente magistral y, sobre todo, dicha con un sentido de la flexibilidad y la imaginación que ejemplifican de manera perfecta el concepto de la dirección de orquesta como “arte de la transición” (Barenboim dixit) que tenía el inolvidable director alemán. Lástima que entonces la orquesta tuviera por entonces sus más y sus menos. (8)
4. Munch/Sinfónica de Boston (RCA, 1956). Una toma sonora increíble para la época (alucinante la audición en SACD, aunque haya que sufrir el tráfico rodado junto al Boston Symphony Hall) recoge esta interpretación llena de vida y de color, elegante en su punto justo, dicha con la adecuada concentración pese a que los tempi son más bien ágiles y trabajada con pinceles finos frente a una orquesta que, sin alcanzar en modo alguno el portentoso virtuosismo que tendrá en la época de Ozawa, era ya entonces espléndida. Falta un punto de sensualidad y atmósfera, pero eso lo ofrecerá el maestro francés en un acercamiento posterior. (9)
5. Reiner/Sinfónica de Chicago (RCA, 1956). Otra toma de calidad asombrosa nos trae a un Reiner sorprendentemente lento –al maestro de origen húngaro nunca le fue eso de dilatar los tempi– en Prélude à la nuit –que suena más contemplativo que inquietante– y en la sección central de Feria, pero lo cierto es que la morosidad no le permite conseguir del todo esa atmósfera sensual y seductora que esta música necesita y que al maestro no le resultaba muy afín. Tampoco resulta muy poético ni imaginativo. Sí que nos ofrece, eso desde luego, un espléndido sentido de lo teatral, una brillantez tan comunicativa como por completo ajena al escándalo gratuito y un soberbio trabajo de planificación –claridad impresionante, aunque algún detalle se le escapa– con una orquesta que ya entonces empezaba a ser extraordinaria. (8)
6. Ansermet/Orquesta de la Suisse Romande (Decca, 1957). Tal vez parte de la sensación se deba a lo desangelado de la temprana toma estereofónica, pero lo cierto esta recreación resulta algo seca, nerviosa y deslavazada, incluso no del todo conseguida en el estilo, cosa extraña porque en aproximaciones algo posteriores del maestro suizo a este repertorio sí que conseguirá por completo ese particular perfume poético, atmosférico y evanescente, de lo que habitualmente conocemos como “lo francés”. Tampoco las resoluciones técnicas están realizadas con la mejor depuración sonora –lógico, la orquesta no es ninguna maravilla–, aunque aquí y allá pueda distinguirse algún detalle tímbrico poco habitual, como puede ser la trompeta en la primera sección de Feria. (7)
7. Barbirolli/Hallé Orchestra (Criterion, 1958?). Interpretación atractiva por la incisividad con que está tratada la orquesta y por la garra de los momentos extrovertidos, pero en la que terminan pesando más las limitaciones de la orquesta, la falta de verdadero misterio y, sobre todo, el excesivo nerviosismo de un Sir John que no acierta con el tono poético de la partitura. La toma sonora es muy pobre. Solo para curiosos. (7)
8. Monteux/Sinfónica de Londres (Decca, 1961). Nada menos que ochenta y seis años tenía el maestro parisino cuando realizó esta grabación, la verdad es que sin mucho acierto: su batuta se muestra muy centrada en el estilo pero irregular, pasando de un Preludio rápido y más bien aséptico a una Malagueña misteriosa pero algo pesadota y a una Habanera atmosférica y sensual, para terminar con una Feria con chispa mas no del todo poética en la que las tensiones se distribuyen de manera desigual; sorprendentemente seco el final de la coda. (7)
9. Cluytens/Orquesta de la Asociación de Conciertos del Conservatorio (EMI, 1962). suele decirse que este Ravel es uno de los más “auténticos” del disco, esto es, de los que mantienen viva la tradición francesa de la época de Ravel. Puede ser. A nivel tímbrico, la orquesta del Conservatorio de París ofrece una tímbrica distinta del sonido estándar que hoy impera a uno y otro lado del océano; singular, por cierto, el instrumento de madera grave que no sé si es el contrafagot o el sarrusofón prescrito por Ravel. A nivel propiamente interpretativo, la batuta del maestro flamenco recrea la obra de manera particularmente curvilínea, trabajando con mucha plasticidad los colores y consiguiendo ese sabor francés tan característico sin detrimento de recrear Feria con brillantez y garra de sabor más español. Ahora bien, a veces el fraseo es algo más parsimioso de la cuenta –sobre todo en Malagueña-, y hay pasajes un poco rebuscados, faltos de la naturalidad y de la fluidez que otros directores en principio menos idiomáticos han resuelto con mayor lógica musical e inspiración. Excelente el reprocesado de 2011, que si se escucha en el formato audio de alta calidad, permite disfrutar de una toma sonora francamente satisfactoria para la época. (9)
10. Martinon/Sinfónica de Chicago (RCA, 1968). Pocos años antes de sus magistrales grabaciones de Ravel frente a la Orquesta de París, el maestro francés llevó al disco algunas piezas del referido autor frente a una Chicago Symphony ya formidable que, en conjunción con una batuta tan brillante como detallista, dio una verdadera lección de virtuosismo y precisión. Ahora bien, hay que reconocer que esta Rapsodia, siendo muy atractiva por su chispa y comunicatividad, sobre todo en Feria, resulta en exceso nerviosa en los movimientos impares; en este sentido, el Preludio y sus subsiguientes reapariciones ofrece excesiva agitación y desprende escasa sensualidad. Martinon se tomará la grabación en París con más sosiego en todos los movimientos y allí sí, con una orquesta mucho menos virtuosística pero más idiomática, los resultados serán formidables. (8)
11. Munch/Orquesta de París (EMI, 1968). Valiéndose de unos tempi mucho más lentos que los de su versión en Boston (16’36’’ frente a 14’54’’) y de una orquesta menos brillante pero perfecta para este repertorio –admirables las maderas– como es la de París, un Munch de setenta y siete años da la absoluta lección de idioma con una lectura perfecta en el tratamiento del fraseo y del color, sensuales y embriagadores en grado sumo, que va desde un Preludio de atmósfera bien cargada y lleno de embrujo hasta una Feria elegante y con garra, pasando por una Malagueña dicha con salero y una Habanera de tan sutiles como magistrales matices agógicos. Quizá se podría sacar más partido del algún pasaje y aclarar un poco más las texturas, pero el conjunto es un verdadero paradigma de lo francés. La muy notable toma sonora, realizada en la célebre Salle Wagram, contribuye a cargar de atmósfera la realización. (9)
12. Boulez/Orquesta de Cleveland (Sony, 1969). El tópico es cierto: con Boulez nos encontramos ante un prodigioso análisis de timbres, texturas y planos sonoros, también con una enorme objetividad. Pero no se puede decir esta vez que la interpretación sea fría, porque tiene vida y tensión interna. En todo caso, distanciada y misteriosa antes que sensual, perfumada o chispeante. No es el ideal, pero desde semejante prisma resulta irreprochable. (8)
13. Haitink/Orquesta del Concertgebouw (Philips, 1971?). Perfecto organizador de la arquitectura, exacto y objetivo probablemente hasta el exceso, al maestro holandés no se le mueve un pelo en esta recreación admirablemente planificada y soberbiamente tocada, dicha con la sensibilidad apropiada y con el más exquisito gusto, pero un tanto falta de alma, de vida, o al menos de sal y pimienta. A destacar, en cualquier caso, el carácter especialmente obsesivo que adquieren el Preludio y la Habanera bajo la batuta de Haitink; en el lado negativo, la sección central de Feria, resulta demasiado parsimoniosa. La toma sonora no posee la mejor tímbrica posible, pero sí una amplia gama dinámica. (8)
14. Bernstein/Filarmónica de Nueva York (Sony, 1973). Interpretación de excelente trazo global, aunque más atenta a la comunicatividad que al detalle, más emocionante que sensual o atmosférica, pero en todo caso muy notable. Pierde un poco el último movimiento, que podría ser más emotivo y también más cuidadoso en las texturas. La portada del vinilo original es de traca. (8)
15. Ozawa/Sinfónica de Boston (DG, 1973?). Con Ozawa al frente de una Boston Symphony de cualidades excepcionales alcanzamos el cénit en lo que a elegancia y refinamiento en el tratamiento de colores y texturas se refiere, verdadero punto fuerte del maestro oriental, como lo es también su fraseo sinuoso y fluido, ideal para esta música, amén de su espléndida capacidad concertadora. Ahora bien, el Preludio resulta nervioso antes que atmosférico, mientras que Feria cae puntualmente en el escándalo gratuito. (9)
16. Martinon/Orquesta de París (EMI, 1974). Impagables las maderas francesas en una lectura caracterizada precisamente por su cuidadoso y absolutamente idiomático tratamiento de colores y texturas, además de por la perfecta conjunción que consigue la batuta entre elegancia, sentido del misterio y fuerza expresiva; el Preludio quizá resulta algo más nervioso de la cuenta –no tanto como en su grabación con Chicago, desde luego–, pero el resto es formidable y culmina con una Feria particularmente extrovertida y colorista. (9)
17. Skrowaczewski/Orquesta de Minnesota (1974). Verdadera sorpresa escuchar una interpretación tan notable en este repertorio a un director como Stanislaw Skrowaczewski –cincuenta y un años por entonces, y todavía hoy en activo–, tan centrada en el estilo y tan certera a la hora de ofrecer sensualidad embriagadora. Eso sí, su lectura es algo más brumosa de la cuenta –puede influir la grabación- y se echa de menos una disección más detallada de las texturas. Tampoco las tensiones están del todo aquilatadas: algo alicaída la Habanera. (8)
18. Celibidache/SWR Stuttgart (DG, 1976). Esto es otro mundo. El maestro rumano fue un genio del color, de la plasticidad orquestal, de la sensualidad y de la atmósfera, lo que le convertía en un intérprete ideal de este repertorio aunque fuera al frente de orquestas tan limitadas como la de Stuttgart. Fue además un músico personal y creativo como pocos, que cuando lograba no sucumbir a sus propias extravagancias o no se empeñaba en experimentos estilísticos muy discutibles, alcanzaba cotas inigualables de genialidad. Es el caso. En el Preludio, llevado con lentitud extrema sin merma alguna de la concentración, Celibidache subraya los aspectos más modernos de la música emparentándola con la abstracción debussysta: por momentos parece que estamos escuchando el primer movimiento de los Nocturnos. Malagueña está dicha con fluidez y mucho salero. Habanera derrocha un perfume embriagador. Y Feria es una explosión de colorido y alegría –podía estar un poco más paladeada melódicamente– dicha con pinceles muy finos y una gran matización en las dinámicas. En este sentido, es una suerte que el reprocesado realizado por DG respete la amplia gama de la toma radiofónica, aunque en cuestión de planos sonoros ésta diste de ser precisamente una maravilla. (10)
19. Muti/Orquesta de Philadelphia (EMI, 1979). Un verdadero ejercicio de virtuosismo por parte de orquesta y director donde se revelan interesantes detalles de la orquestación, pero en el que se echan en falta mayor sensualidad y sentido del misterio, así como mayor imaginación y personalidad. No es lo mejor del maestro italiano en el repertorio impresionista. (8)
20. Giulini/Filarmónica de Los Ángeles (DG, 1979). El de Barletta nos ofrece una interpretación perfecta en el estilo, depurada en lo sonoro y de expresividad exquisita pero no por ello escasa en sal y pimienta, en la que sorprende un primer movimiento mucho antes nervioso que lleno de brumas –acertadas intervenciones de las maderas– y defrauda una coda más bien precipitada, incluso un punto ruidosa. (8)
21. Maazel/Orquesta Nacional de Francia (Sony, 1981). Interpretación elegante, de trazo fino y perfume francés conseguido más en la levedad bien entendida con que suena la orquesta, obviamente jugando en casa, que en lo que a sensualidad y atmósfera embriagadora se refiere. En este sentido, la interpretación resulta más luminosa y colorista que sensual, seductora y llena de misterio. Sobra, además, algún amaneramiento en Malagueña. (8)
22. Dutoit/Sinfónica de Montreal (Decca, 1981). El maestro suizo no es probablemente un director genial, pero sí un intérprete de Ravel de considerable altura, como demuestra en esta Rapsodia admirablemente idiomática, dicha ya que no con particular creatividad o inspiración, sí con entusiasmo bien controlado, exquisito gusto, apreciable comunicatividad y irreprochable equilibrio entre trazado global –nada de nerviosismo aquí– y atención al detalle, todo ello contando con la complicidad de una estupenda Sinfónica de Montreal a la que hace sonar con levedad, refinamiento y sensualidad en su punto justo. Excelente la toma. (9)
23. Abbado/Sinfónica de Londres (DG, 1985). Interpretación vistosa pero muy superficial, dicha de pasada, fuera de estilo, sin sensualidad, sin misterio y sin todo el refinamiento deseable. Solo se salva Feria, con las mismas insuficiencias pero luciendo al menos brillantez y entusiasmo, aunque estos terminan convirtiéndose en ruido y efectismo en el final. La grabación podía ser mejor. (6)
24. Previn/Royal Philharmonic (EMI, 1985). Lenta, introvertida y atmosférica recreación, de gran refinamiento tímbrico y admirable claridad, llevada siempre con elegancia y un gran olfato para el “embrujo” seductor, consiguiendo empaque sinfónico en el último movimiento sin dejarse llevar por la brillantez ni el decibelio, y eso que la gama dinámica es muy amplia y está muy bien recogida. (9)
25. López-Cobos/Sinfónica de Cincinnati (Telarc, 1988). Interpretación bien trazada, cuidadosa y dicha con buen gusto, pero un tanto escasa de atmósfera, de sensualidad y de vuelo poético. También bastante impersonal, a decir verdad. Los efectismos de la toma sonora en Feria no pueden ocultar la etiqueta de “Made in USA”. (7)
26. Karajan/Filarmónica de Berlín (DG, 1987). Karajan demuestra su absoluto dominio de la orquesta con una interpretación de una exactitud y perfección técnica impecables, de sonoridad hermosa, refinada en el mejor de los sentidos, brillantísima –sin excesos– cuando debe y trazada con enorme fluidez, pero en el plano creativo el salzburgués resulta un tanto desconcentrado (Preludio) e indiferente, incapaz de destilar toda la poesía que proponen los pentagramas, y cuando aparece algún detalle personal aislado (Malagueña) se consigue más rebuscamiento que inspiración. La toma sonora es portentosa. (8)
27. Svetlanov/Orquesta Sinfónica Académica del Estado (Russian Disc, fecha indeterminada). Una toma sonora plagada de deficiencias apenas impide disfrutar de esta recreación muy sugestiva, de carácter curvilíneo y tímbrica mucho más refinada de lo esperable en una orquesta rusa, que triunfa en una Habanera muy sensual y cojea por una Feria algo alicaída en las tensiones. (8)
28. Barenboim/Sinfónica de Chicago (Erato, 1991). Pocas veces se ha tocado esta partitura con semejante perfección y ha sido recogida con semejante naturalidad y transparencia, sin necesidad de meter los micrófonos encima de cada instrumento y logrando una enorme espectacularidad sin darle excesivo relieve a la percusión. Todo ello, además, con una limpieza impresionante y un brillo en el agudo insuperable. Barenboim ofrece enorme concentración en el Preludio –impresionante el regulador con que se abre–, se desenvuelve con tanta elegancia como sentido del misterio en los dos siguientes números y triunfa por completo en una Feria llena de garra, de chispa y de sentido español, pero trazada con pinceles y cantando sus melodías con naturalidad y efusividad admirables. Falta un último punto de sensualidad y de creatividad, pero el virtuosismo de los “chicagoers” compensa semejantes limitaciones. (9)
29. Boulez/Filarmónica de Berlín (DG, 1993). Al frente de una orquesta sensacional, superior sin duda a la Orquesta de Cleveland de los sesenta, Boulez no repite su grabación anterior sino que, aun siempre desde su proverbiales objetividad y distanciamiento, aporta parámetros nuevos. En este caso, unos tempi considerablemente más lentos (sobre todo en la Habanera: 3’27 frente a los 2’42’’ de entonces) que permiten una claridad analítica todavía mayor, hasta el punto de revelarse detalles que apenas podemos percibir en otras interpretaciones, pero también hacen que el resultado sea algo parsimonioso y se pierdan vitalidad e inmediatez. A la postre, aquí sí se puede hablar de la frialdad del músico francés. La toma sonora es una de las mejores que haya recibido esta obra en disco compacto. (8)
30. Celibidache/Munich (DVD Ideale, 1994). Desarrollando con mayor finura y sensibilidad, también mayor atrevimiento, las ideas ya presentes en su grabación en Stuttgart, Celi ofrece una interpretación lentísima y personalísima, matizada hasta el límite, de prodigiosa tímbrica, elevada sensualidad y desarrolladísimo sentido del misterio, bordeando a veces el amaneramiento –Habanera–, pero haciendo al mismo tiempo reveladores descubrimientos. El perfume español está plenamente conseguido sin caer en tópicos. Admirables los solistas, aun tocando, como toda la orquesta, al límite de sus posibilidades. (10)
31. Maazel/Filarmónica de Viena (RCA, 1996). De nuevo el maestro de origen francés hace gala de una prodigiosa combinación de elegancia, claridad, refinamiento y sentido del color, ofreciendo texturas aéreas y unas veladuras sorprendentes con la que tiene mucho que ver la sonoridad de la increíble orquesta vienesa. Su enfoque, tiene además salero y brillantez, aunque sea más festivo que otra cosa y pase un poco de largo ante los pliegues más inquietantes de la obra: se echa de menos mayor atención a la atmósfera y a las sonoridades graves. Hay por otra parte algún que otro amaneramiento marca de la casa, sobre todo en Feria: las languideces “de siesta” suenan un poco forzadas. (9)
32. Previn/Sinfónica de Londres (DG, 1997). André Previn vuelve a demostrar un increíble dominio de la orquesta en colores, texturas y volúmenes sonoros (interesantes reguladores en el Preludio), y acierta por completo a la hora de poner de relieve los aspectos inquietantes de la partitura, pero en comparación con su lectura con la Royal Philharmonic se ha perdido un punto de sensualidad; incluso en Feria hay una relativa caída de tensión en su sección central. La toma sonora, portentosa. (8)
34. Barenboim/Filarmónica de Viena (VPO, 2005). Catorce años después de su grabación en Chicago, Barenboim vuelve a resultar concentrado y un punto siniestro en el Preludio, elegante sin amaneramientos en la Malagueña, muy atmosférico en la Habanera –claramente más lenta que antes– y brillante en una Feria ahora algo más rápida (¿un punto precipitada en el arranque?) y quizá todavía más garbosa y chispeante. Por desgracia, la toma sonora en vivo, realizada en la Musikverein vienesa el 23 de octubre de 2005, no es ni mucho menos la que realizó el sello Erato. (9)
35. Van Imerseel/Anima Eterna (Zig-Zag, 2006). Ravel con instrumentos originales. Originales de cuándo, habría que preguntarse, tratándose de una obra de 1908. Vale, es cierto que por aquel entonces todavía se utilizaban cuerdas de tripa y que hay fuertes discusiones entre los estudiosos acerca de cómo se aplicaba el vibrato, pero lo cierto es que en este disco las diferencias no son ni mucho menos tan importantes como en otros repertorios: hay aquí y allá algunos detalles tímbricos novedosos –madera grave- que pueden resultar muy atractivos, pero lo cierto es que este Ravel, y esta Rapsodia en concreto, es en gran medida la que todos conocemos. En cualquier caso, lo importante aquí es que el tantas veces aburrido Van Immerseel se muestra muy afín al lenguaje raveliano, dirige con sensatez y buen gusto y acierta en las diferentes atmósferas expresivas (por ejemplo, el carácter obsesivo de la Habanera) que propone la partitura, aunque sin terminar de calar a fondo en todas sus posibilidades poéticas. Modélica la labor de los ingenieros de sonido. (8)
36. Josep Pons/Nacional de España (DG, 2011?). Interpretación de irreprochable idioma impresionista, muy cálida, sensual y difuminada, rica en el color, dicha con elegancia y trazada con pinceles finos. Por desgracia la flacidez, la carencia de tensión interna, se convierte en protagonista, al tiempo que en el segundo movimiento molesta alguna frase en exceso amanerada y la sección central de Feria cae abiertamente en la blandura. Hay que destacar, no obstante, el espléndido trabajo de las maderas de la Nacional en un Preludio muy bien paladeado y de gran plasticidad. Efectista el final. (7)
37. Juanjo Mena/BBC Philharmonic (YouTube, BBC Proms 2011). El maestro vasco trabaja con pinceles finos, buena atención a las líneas instrumentales y apropiado refinamiento en la tímbrica, luciendo además buen pulso y sabiendo no caer en la blandura ni en la evanescencia excesiva, pero su aproximación resulta demasiado rápida y nerviosa, carece de la suficiente sensualidad, y está pensada de cara a la galería en el cuarto movimiento. La retransmisión televisiva tiene una dinámica chata. PS. Ha desaparecido el vídeo completo, pero al menos han dejado un botón de muestra. (7)
38. Slatkin/Orquesta Nacional de Lyon (Blu-ray audio Naxos, 2011). Resulta difícil entender por qué el sello Naxos ha lanzado estos registros en Blu-ray Audio, porque ni la grabación, difusa y sin cuerpo, tiene mucha potencialidad de la que hacer gala, ni las interpretaciones pasan de una discreta corrección a la que le falta mucho en cuestión de colorido, de matices y de inspiración para rivalizar con la mucha competencia que hay en el mercado. Aquí resulta particularmente flojo el Preludio; el resto, eficacia de brocha gorda. (5)
39. Barenboim/Orquesta del West-Eastern Divan (Peral Music, Teatro Colón, 3 agosto 2014). El enorme desarrollo de la sensualidad que ha conocido el maestro porteño en estos últimos años le ha permitido conseguir un pleno dominio del idioma raveliano más ortodoxo, incluyendo una apreciable delectación melódica y elevada atención a las texturas difuminadas. Por eso mismo su visión de la obra es menos personal, digamos que menos negra, que en su recreación con la Filarmónica de Viena, pero también es más indiscutible y, habida cuenta de su buen sentido de la atmósfera y la asombrosa plasticidad con que manera a una orquesta plenamente entregada a él –pero que no es comparable a Chicago o Viena–, ciertamente magnífica. Lástima que la toma no sea mejor. (9)
40. Barenboim/Orquesta del West-Eastern Divan (YouTube, BBC Proms 2014). Interpretación unos días posterior a la de los mismos intérpretes en el Teatro Colón, con similares resultados. Es decir, admirables. (9)
3 comentarios:
Muchas Gracias.Asombroso como siempre.AMCSánchez.
Gracias a usted. Espero servir de algo. Un cordial saludo.
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