Aquel era un Mahler no personal pero sí de admirable ortodoxia, brillante siempre, decadente solo en su punto justo y dicho con apreciable garra dramática, en el que solo se echaba de menos una dosis mayor de visceralidad e inmediatez en los dos primeros movimientos, secuenciados en el orden Allegro energico- Scherzo, quizá porque el milanés decidía tomarse las cosas con cierta calma para desmenuzar todo lo posible el entramado orquestal, que gracias a su batuta, pero también a la asombrosa prestación de la Orquesta del Concertgebouw, sonaba con gran claridad, riquísimo colorido y la adecuada incisividad, esto último sin descuidar la tersura y la sensualidad asimismo imprescindibles en esta música. El Andante moderato –colocado en tercer lugar– era impresionante, emotivo a más no poder, mientras que el Finale resultaba, sin tener que cargar las tintas, verdaderamente demoledor. Los ingenieros del sello británico colaboraban en la excelencia de los resultados con una toma de sonido modélica.
El Scherzo es ahora muchísimo más rápido, adquiriendo un carácter demoníaco muy apropiado pero resultando más nervioso de la cuenta; la enorme flexibilidad de los tempi aporta un punto adicional de locura, pero le hace perder unidad. El director justifica tales decisiones en función del orden de los movimientos: al colocarlo en tercer lugar, hay que independizar sus tempi de los del Allegro energico y darle, a su vez, un carácter de danza macabra.
En el Finale se alternan momentos extraordinarios con otros dichos un tanto de cara a la galería, como si Chailly buscase epatar con la opulencia sonora antes que con una minuciosa planificación de las tensiones, que aquí conocen serios altibajos. Incluso a veces la orquesta, espléndida sin llegar al nivel de la del Concertgebouw, suena con menos densidad de la apropiada, lo que es sin duda deseo de una batuta que en los últimos años anda en pos de la ligereza sin saber muy bien por qué.
¿Merece la pena hacerse con este carísimo registro? A mi entender, si lo que quiere usted es una experiencia sonora alucinante, y además posee un buen equipo multicanal que le permita apreciar en todo su esplendor la asombrosa labor de los ingenieros de Accentus, la respuesta es afirmativa. Pero si lo que busca es la Sexta de Mahler, mejor conformarse con la antigua versión del milanés..
2 comentarios:
Teniendo en cuenta que no hay ningún ciclo completo de las sinfonías de Mahler que sea "redondo", el de Chailly con la Orquesta de la Concertgebouw lo tengo, globalmente, aunque con reservas, "el mejor" (con permiso de Bernstein en los 70).
La Sexta del milanés con la formación holandesa sería para enmarcar si, al menos el primer movimiento, tuviese un poco más de "fuerza".
No he escuchado ninguna grabación mahleriana de su etapa en Leipzig. Pero habiendo escuchado "su" horrible Beethoven y otras "perlas" en los últimos diez años, no sé si me gustaría perder más el tiempo con el director milanés...
¿Qué le está pasando? ¿Acaso tendremos que hablar de "dos Chaillys" como ocurre con Abbado? ¿Por qué estas "evoluciones" a peor? No lo entiendo, la verdad.
Un saludo,
Alberto.
Tal vez, Alberto, Chailly haya querido disimular su descenso a peor (o sea, desde una de las dos mejores orquestas de Europa a "solo" una extraordinaria) haciéndose notar con unos planteamientos musicológicos que le distingan "del común de los mortales".
No es más que una suposición, claro. Saludos.
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