lunes, 8 de diciembre de 2014

Cuatro Cuartas de Beethoven con la Filarmónica de Berlín, en imágenes

La semana pasada he podido por fin contratar el servicio de fibra óptica para mi equipo en Jerez, logrando así recuperar mi querida Digital Concert Hall de la Filarmónica de Berlín en las mejores condiciones, esto es, conectado a mi equipo 7.1 y con el televisor HD. Al hilo de la crítica que tengo que escribir para Ritmo sobre las Sinfonías de Beethoven por Rudof Barshai, he decidido ver en la DCH cuatro versiones de la Cuarta sinfonía de Ludwig van Beethoven, una experiencia de lo más interesante para comprobar una vez más hasta qué punto pueden cambiar las cosas según la batuta con una orquesta de esas “que tocan solas” y que se saben este repertorio de memoria. Karajan, Rattle, Blomstedt y Dudamel son quienes se encuentran en el podio. De Abbado, de quien también hay filmación, he preferido pasar.


La primera en el tiempo es la de Herbert von Karajan, filmada por las cámaras de Unitel en 1971. La interpretación es muy parecida a la que el maestro registró en audio para Deutsche Grammophon nueve años antes: en el punto justo de equilibrio entre el seco rigor toscaniniano y los narcicismos de su última etapa, el salzburgués ofrece una formidable recreación en la que la asombrosa belleza sonora que obtiene de su orquesta, un punto más preciosista de la cuenta (¡cómo no!) en el segundo movimiento, y la deliciosa cantabilidad del fraseo, no están reñidas con la precisión en el pulso interno, el sentido del humor ni el vigor dramático que necesita esta música. Todo ello, por descontado, obteniendo espectaculares claroscuros sonoros y expresivos que, aun dejando a un lado la reflexión humanística beethoveniana, nos seducen de principio a fin.

Por desgracia, la planificación visual se encuentra realizada por él mismo en el cénit del narcisismo –los músicos de su orquesta parecen importarle un pimiento–-, dejando además entrever ciertos ribetes filo-nazis. Eso sí, la mejora de la imagen y el sonido realizadas por la Digital Concert Hall es espectacular: al contrario que sus filmaciones de los ochenta, las de los setenta realizadas por Unitel fueron realizadas sobre celuloide, lo que ha permitido volver las cintas originales y pasarlas a alta resolución respetando (¡no es el caso, ay, de otras filmaciones recuperadas en la DCH!) el formato original televisivo 4:3.


Saltamos en el tiempo a agosto 2010. Aun sin necesidad de forzar la articulación como lo hizo en su integral con la Filarmónica de Viena, y encontrando un punto de equilibrio más adecuado entre tradición e historicismo, Sir Simon Rattle insiste en su Beethoven renovado, ágil e incisivo, basado antes en el ritmo y la aspereza que en la voluptuosidad sonora, atrevido en la presencia de la percusión, que mira no poco a Haydn sin dejar de atender a la potencia, la robustez y el sentido teatral propios del compositor. Los resultados son ahora más satisfactorios que en el registro para EMI, sin que logre soslayar el escaso vuelo poético del Adagio y cierta tendencia a buscar contrastes espectaculares y a caer en ciertas brusquedades. La orquesta, con cuerda más reducida de lo habitual, responde con su incuestionable sabiduría.


En mayo de 2013 le toca el turno al muy veterano Herbert Blomstedt. La verdad es que las cosas terminan de funcionar: tras una introducción menos densa y concentrada de lo esperable en un director anciano y “de la gran tradición”, el maestro demuestra atender de manera admirable a la vertiente más escarpada y combativa de Beethoven, pero no sintoniza con el lado más humano, más sensual y más cantable del compositor. De ahí que en el Adagio la poesía no logre levantar el vuelo –y eso que las maderas son prodigiosas–, aunque en contrapartida el último movimiento resulta poderoso y arrebatador.


Solo unos meses después, el seis de diciembre, el tan talentoso como irregular Gustavo Dudamel propone la misma obra. Y el acierto es pleno: hay en su recreación frescura, comunicatividad, perfecto equilibrio entre lo apolíneo y lo dionisíaco, fluidez en el fraseo y un adecuado balance entre impulso rítmico y delectación melódica, todo ello manteniéndose dentro de la más ortodoxa tradición centroeuropea y sabiendo lucir las mejores cualidades de la soberbia orquesta. Eso sí, demasiado rendido quizá a la increíble belleza sonora de ésta y a la cantabilidad asombrosa de sus maderas, en el segundo movimiento cae en algún que otro detalle algo amanerado en busca de lo amoroso y de lo delicado que no hacía ninguna falta: la sombra de Karajan es alargada.

5 comentarios:

Bruno dijo...

"dejando además entrever ciertos ribetes filo-nazis"
No sé si salen en el corte que nos pone o están en la parte completa. Me gustaría que lo aclarara porque por lo que sé, aparte de la filiación, y otra más, al partido nazi, legal entonces y como muchos conciudadanos, no se le conocen mayores acciones delictivas. Bueno lo del himno nazi y que dirigió conciertos en ciudades ocupadas. Como si se le hubiese ocurrido apuntarse al partido comunista.
Todo ese tema de la vida bajo los nazis es muy controvertido y sirve de excusas para que los santones alardeen de pureza, hasta que a veces se les descubre. Karajan dirigió en el París ocupado...para gozo de los franceses "ocupados". Ciertamente Furtwaengler no lo hizo. Pero tenía una posición, una imagen y una influencia muy distinta. Él ya estaba. Al otro se le iba la juventud en su empeño. Como a muchos. Irse de Alemania se fueron los judíos que pudieron y pocos arios. Gente como Bartok era muy especial y rara. No me gusta esa exclusión si no se descubren serios delitos a Karajan.
Otra cosa es que le dió mil vueltas a la filmación de la música. Con poco acierto, como se ha visto. Fué un pionero sin éxito. Pero disfrutamos de ver sus interpretaciones sin necesidad de hacer largos viajes en bicicleta. Y resulta que en general prefiero escucharlo que verlo. Con muchas excepciones. Para hacer lo que hizo no necesitaba ser naci. Sólo autoritario. Como la tira de sus colegas.

Anónimo dijo...

Quizá sea el momento de recordar a gente como Erich Kleiber, por ejemplo y, desde luego, hay más. Parece que el tiempo lo difumina todo.
L.V.

Bruno dijo...

¿Cuántos no judíos se fueron y cuántos se quedaron? Puede rastrear enhttp://es.wikipedia.org/wiki/Categor%C3%ADa:M%C3%BAsicos_que_abandonaron_la_Alemania_Nazi
El tiempo no lo difumina todo en el sentido que parece que quiere apuntar. Hubo mucho interés por resaltar la lucha antinazi ¡inmediatamente despues de que perdieran la guerra!
Véase la Francia de Vichy, el bulo de la resistencia francesa, la escasa oposición real que tuvo Hitler en la culta Alemania, la colaboración de los húngaros, la "no beligerancia" española, los fascistas italianos. Va a resultar que los únicos que lo tuvieron claro fueron los ingleses. Tendemos a crear una virtual sociedad luchadora contra el totalitarismo y lamentablemente no hubo tal, ¡en cantidad significativa, por supuesto! Por supuesto que hubo resistencia en los Balcanes, Grecia y mini ejércitos en el exilio o que les pilló fuera de la metrópoli. Pero lo de los ciudadanos del interior es una historia para conocer la realidad del comportamiento humano. No lo justifico, pero ya quisiera ver a algunos decir qué cosas incluso cuando los últimos años de Franco, por poner un ejemplo. Por eso me molesta que tomen a Karajan como paradigma de comportamiento especialmente execrable y notorio dentro de la Alemania nazi.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

L.V., tiene usted razón, Erich Kleiber se encuentra demasiado ausente de este blog. Intentaré remediarlo.

Bruno, no me siento con fuerzas para emprender una discusión sobre la ideología política de Karajan. Solo diré que lo de las filmaciones (me refiero al comjunto de ellas) dejan bien claras dos cosas. Por un lado, culto absoluto al líder, presentado como suma de virtudes. Por otro, tratamiento de los individuos (los músicos de la orquesta) como mera masa indiferenciada, anónima, rigurosamente dispuesta siguiendo esquemas geométricos, que se limita a seguir con total obediencia los dictados siempre lúcidos de la batuta. Compárense estas filmaciones con las de por ejemplo un Bernstein con la Filarmònica de Viena en esos mismos años, también para Unitel, y se verá la diferencia.

Pero ahí lo dejo, permítame no seguir con este asunto. Gracias por su interés.

Saludos cordiales.

Bruno dijo...

Bueno, pero eso es narcisismo, autoritarismo, etc. Aparco el asunto político aunque le vuelvo a significar que la historia de los alemanes con Hitler, o de los franceses con Petain, es muy distinta a los clichés patrióticos que se inventaron en la postguerra para salvar el honor "perdido" de los pueblos.
Karajan le dió muchas vueltas al asunto de grabar conciertos. Con ideas que se han visto equivocadas. Una es que tenía metido en el cuerpo que la posteridad agradecería verle "actuar", de la misma manera que él había hecho esfuerzos para escuchar en directo a los maestros de su época. Respecto a los músicos parece que siempre los trató con superioridad aunque me extraña pues se las tenía que ver a diario con ellos. Otra cosa es que no fuera especialmente comunicativo en lo personal y mantuviera la distancia. Lo que no le gustaba eran los músicos "feos" o con los carrillos distorsionados soplando el trombón. Creía que distraían. Otro error. Pierde la implicación del músico haciendo música. Lo fundamental era su imagen y la música. El seguimiento del fluir de la música por los grupos instrumentales.Tanto esfuerzo y tanto autoamor para resultar que su legado fílmico se ha quedado viejísimo. Me suena que todo esto que cuento lo leí en un libro de entrevistas a un inglés. Karajan explicaba sus criterios.Si tiene curiosidad, lo miro.
Si se va a Kleiber, repase su Beethoven con el Concertgebouw. Sigo pensando que su 6 es memorable.

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