martes, 19 de agosto de 2014

Edward Gardner en los Proms: oficio antes que inspiración

Me encanta alojarme en el Beit Hall cuando vengo a los Proms, entre otras cosas porque la puerta se encuentra a, literalmente, un minuto del Royal Albert Hall, y puedo caer en la cama relativamente temprano no sin antes dejar unas lineas sobre el concierto de turno. En este caso, el que una BBC Symphony Orchestra en excelente forma ha ofrecido esta misma noche bajo la dirección del aún relativamente joven (nació en 1974) Edward Gardner, un maestro que en esta velada ha demostrado más oficio –gesto muy claro, buen equilibrio de planos, irreprochable trazo global, atención al detalle– que verdadera inspiración, aunque dejando en todo momento bien clara su musicalidad.


Arrancó el programa con el Scherzo fantastique de Stravinsky, obra juvenil que anuncia con claridad al Pájaro de fuego y en la que Gardner, que parece tender a cierto nerviosismo en el fraseo y a aligerar las texturas, se sintió como pez en el agua. Mayor dosis de sensualidad no le hubiera venido nada mal, pero la atmósfera feérica, ágil y bulliciosa de la página estuvo recreada de manera admirable.

Enorme obra maestra a continuación: Las campanas. Por desgracia, Gardner no parece muy afín al lenguaje de Rachmaninov –sensualidad, decadentismo bien entendido, densa atmósfera, marcada nostalgia–, pero al menos hubo solidez expositiva, cantabilidad y excelente gusto. Lo más flojo, el clímax del primer movimiento, carente de fuerza poética. Lo mejor, la soberbia intervención de Luba Orgonášová en el segundo. A Stuart Skelton le costó trabajo escucharle en el primer movimiento, como le suele pasar a la mayoría de los tenores. Mikhail Petrenko resolvió muy bien su decisiva parte, aunque no me haya emocionado tanto como en su filmación con Rattle -y también la Orgonášová- aquí comentada. No excepcionales pero sí magníficos el Crouch End Festival Chorus y el BBC Symphony Chorus, como no podía ser menos en formaciones corales made in England

La segunda parte se abría con el Concierto para violín de Stravinsky, obra de nuevo ideal para un Gardner nervioso en el buen sentido, incisivo y muy acertado en el estilo. Baiba Skride tocó de maravilla y, como la batuta, se mantuvo alejada de densidades y de tensiones expresivas, desde luego poco adecuadas en una obra como la presente; no por ello dejo de resultar intensa (incluso emotiva, mal que le pudiera pesar al propio Stravinsky) en el magnífico tercer movimiento. No hubo propina.

Obertura 1812 para terminar, en la no muy habitual versión con coros. Estos no sonaron muy rusos precisamente, pero sí que lo hicieron francamente bien, al igual que la orquesta. Gardner dirigió de manera solvente pero alicorta en imaginación, en garra y en tensión dramática, como también en poesía a la hora de abordar las secciones líricas. Eso sí, en su trabajo hubo una importantísima virtud: apartarse por completo de la tentación de epatar al personal con una dosis mayor de efectismo de la que ya existe en la página de Tchaikovsky. Vamos, una 1812 todo lo brillante y decibélica que necesita ser, cañonazos por ordenador incluidos, pero que no ha sido, en absoluto, vulgar, tosca ni verbenera. El entusiasmo de los prommers, más que previsible.

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