¿Y como es, finalmente, su recreación de Das Lied von der Erde? Pues aunque de un director anciano y gravemente enfermo podía esperarse una interpretación otoñal, trascendida, más allá del bien y del mal, lo cierto es que Abbado ofrece por el contrario una recreación juvenil, extrovertida, muy a flor de piel, dicha con tanta sinceridad como frescura, ya que no con la profundidad ni con la trascendencia que le imprimen otros directores. En cualquier caso el maestro triunfa con su enorme inmediatez expresiva, además de por hacer gala en lo puramente sonoro de un sentido del color y de las texturas verdaderamente insuperable.
Con Kaufmann pasa lo que era de esperar: su emisión heterodoxa produce sonidos de escaso valor tímbrico que afean su intervención, pero se desenvuelve de manera formidable en la inclemente tesitura y en los terroríficos intervalos de su línea vocal, además de cantar con arrojo y la adecuada sensibilidad. Menos airosa sale la gran Von Otter, que canta con una enorme clase pero con un instrumento que está ya hecho polvo; a decir verdad, a veces ni se la oye. Una pena.
El acongojante Adagio de la Décima se ofreció en la primera parte del programa. Como ya ocurriera en su grabación con la Filarmónica de Viena de 1985, se trata de una lectura fresca, espontánea, directa, perfecta en el idioma sin tener que recurrir a portamenti ni otros detalles decadentes (¡menos mal!), logrando el enfoque justo entre romanticismo y expresionismo; más acertado aquí que en otros acercamientos mahlerianos suyos, Abbado sabe ser emotivo e hiriente al mismo tiempo sin quedarse en la mera delectación ni en la pura melancolía contemplativa. Se pueden preferir enfoques más maduros y/o visionarios, pero en su línea es indiscutible.
La orquesta está sensacional, no solo por su sonoridad global –el italiano la maneja como nadie– sino también por lo acertado de cada una de las intervenciones solistas. Concierto muy recomendable, pues, este del ultimísimo Mahler de Abbado. Imprescindible para fans del compositor y del director.
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