viernes, 14 de marzo de 2014

Concierto de sabor checo con Ancerl y Suk en Salzburgo

Interesante compacto el que he escuchado hoy, un concierto ofrecido por Karel Ancerl y la Filarmónica Checa en el Festival de Salzburgo el 30 de julio de 1963, editado por el sello Orfeo a partir de una toma radiofónica de aceptable sonido monofónico que destaca por su amplia gama dinámica. Obras de Dvorák en el programa: Concierto para violín y Novena Sinfonía.

Ancerl Suk Dvorak Orfeo

Lo mejor es la interpretación de la obra concertante, sobre todo por la intervención de Josef Suk (1929-2011), a la sazón bisnieto del compositor checo: su violín de hermosísimo sonido hace gala un fraseo tan controlado como encendido y sabe moverse de maravilla entre lo evocador, lo doliente, lo luminoso y lo jovial, sacando un extraordinario partido de unos pentagramas que no se encuentran entre lo más logrado de su autor, pero merecen la suficiente atención. Ancerl ofrece, por su parte, una dirección en la mejor línea ortodoxa, sonada con la rusticidad adecuada, con frescura y vitalidad, también con tintes dramáticos cuando es necesario, aunque hay que reconocer que resulta asimismo un punto primaria y poco dada a profundizar en los pliegues de la obra.

La Sinfonía del nuevo Mundo conoce una interpretación incisiva y teatral, llena de inmediatez y garra, pero con desigualdades. El enfoque, en principio, es bueno: Ancerl subraya los aspectos más radiantes del primer movimiento para por el contrario llenar de desazón punzante el segundo –poca cosa el corno inglés–, sintonizando seguidamente muy bien con el carácter dramático de los dos restantes, acertando de pleno en el carácter desgarrado de la coda del cuarto. Por desgracia, su batuta se ve aquejada de exceso de nervio, incluso de precipitación, ofreciendo un fraseo irregular, a veces crispado, sin todo el vuelo lírico, la sensualidad y la poesía deseables, además de evidenciar cierta tosquedad sonora. En este sentido, las limitaciones de la orquesta quedan muy en evidencia en directo.

Smetana de propina: obertura de La novia vendida en interpretación encendidísima, incisiva y trepidante, de enorme electricidad, que engancha desde el primer momento y deja sin respiro, pero por eso mismo resulta –como no pocos pasajes de la sinfonía– en exceso premiosa, o al menos más nerviosa de la cuenta. En cualquier caso, el aplauso está garantizado.

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