En la primera de las obras señaladas la actuación de la pianista argentina, aquí más felina que nunca, puede deslumbrar a primera vista por su inmediatez y extroversión, pero a la postre no convence porque detrás de semejante fiereza no parece haber auténtica sinceridad expresiva, sino más bien el deseo de epatar al público demostrando lo mucho que puede correr al teclado sin perder claridad. Sobran nerviosismo y precipitación; faltan concentración, viuelo lírico, variedad expresiva y verdadera emotividad. Quizá las cosas hubieran funcionado mejor con una batuta con más ganas de controlar a la solista que la de un Sir Charles Groves correctísimo pero desmotivado y a su aire. La Royal Liverpool Philharmonic, sin ser una formación de primera, cumple sobradamente.
Harina de otro costal es el Prokofiev, porque aquí sí que hay control, concretamente el de un André Previn concentradísimo, además de perfecto conocedor del idioma, riquísimo en el color e irónico en su punto exacto. Tan excelsa labor concertadora le sienta estupendamente a una pianista que logra encauzar tanto su toque ágil y percutivo, ideal para esta obra, como su temperamento ardiente y extrovertido. Todo este talento se pone así al servicio de un concepto que atiende a la enorme variedad expresiva de la partitura, y que por ende sabe ahondar también –increíble la cuarta variación del segundo movimiento– en el lirismo turbio, atmosférico y doliente que se agazapa entre las notas., mirado de reojo –no tanto como lo harán Postnikova y Rozhdestvensky– al mundo de Rachmaninov. La Sinfónica de Londres responde bien en directo –impagable el clarinete del gran Jack Brymer–, aunque no al mismo nivel que hoy en día alcanza la formación británica.
La imagen en ambos casos es en color, pero de origen televisivo: la calidad no es ni mucho menos la misma que la de las filmaciones en celuloide que por aquellas fechas realizaba Unitel con la Filarmónica de Viena. La realización visual es buena en Prokofiev y muy pobre en Tchaikovsky. El sonido, monofónico y no muy allá: nada del estéreo que se anuncia en la carátula. ¿Merece la pena? Ustedes mismos. Ah, en YouTube tiene ustedes otras interpretaciones de estos conciertos a cargo de la pianista argentina, por si les apetece echarles un vistazo. Yo he tenido suficiente con las del DVD.
2 comentarios:
Argerich es, junto a Horowitz, una de mis más confesas debilidades pianísticas. El capricho en la interpretación no puede ser motivo de crítica, mucho menos en los repertorios romántico o impresionista, si me permite esta pequeña digresión.
El summum del 1º de Tchaikovski por Argerich está en esa grabación de la Philips que aúna otra cumbre concertística como es el 3ª de Rachmaninov con la Orq. del Concertgebouw a los mandos de Chailly. ¡Qué Tercero!
Es curioso cuán poco se habla de la Argerich cuando se hacen rankins de grabaciones.
Gracias por la aportación, Mitchum. Debo puntualizar que en ninguna parte hablo de "caprichos" interpretativos de la argentina, sino de algo muy distinto: exhibicionismo más de cara a la galería que sincero y, sobre todo, exceso de nervio. Siempre aplicado al Tchaikovsky, claro, porque su Prokofiev me parece sensacional.
Argerich y Horowitz son dos monstruos que me deslumbran por su brillantez y personalidad -jamás se me ocurriría discutir su talento-, pero distan de estar entre mis preferidos. Lógico siendo Barenboim y -sobre todo- Arrau mis favoritos: son dos mundos completamente distintos al de los artistas que usted señala.
Por eso mismo me parece que servirá de poco que escuche el Primero de Tchaikovsky por Barenboim y Mehta que acaba de sacar en DVD la DG: donde yo veo humanismo, emoción, creatividad, sinceridad a raudales y una enorme variedad de ambientes expresivos, usted encontrará torpezas digitales y echará en falta el temperamento fulgurante de la Argerich. Aun así, permítame recomendarle que haga la prueba, al igual que yo estoy escuchando en el momento de escribir estas líneas la interpretación de la argentina con Kondrashin. Fíjese en la manera tan diferente de plantearse las "carreras" de la partitura. Un saludo.
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