Me pareció sensacional -así, con todas las letras- la labor del madrileño Goyo Montero: una coreografía moderna en el mejor de los sentidos, es decir, interesada muy poco en lo decorativo, solo lo suficiente en lo narrativo y muchísimo en lo expresivo, y haciéndolo con tanta sensibilidad, inteligencia e imaginación como respeto a las reglas del juego, esto es, atendiendo a las sutilezas de la partitura, sin necesidad de romper con la tradición e incluso permitiéndose algún guiño local, como sustituir las mandolinas del segundo acto por guitarras y hacer que se bailara tocando las palmas.
La escenografía, abstracta y muy bien utilizada. El vestuario, intemporal y eficaz. La luminotecnia, muy hermosa. Solo me molestó que se recortasen unos cuarenta minutos de la partitura. Eché mucho de menos dos momentos fundamentales: la danza popular que abre el segundo acto -aquí fundido con el tercero-, música excelente que ofrece el necesario contraste luminoso con lo que vendrá después, y nada menos que la muerte de Teobaldo, de la que solo se dejaron los golpes de timbal y la marcha fúnebre, por cierto increíblemente bien coreografiada.
Me tocó el presunto "segundo reparto" de bailarines, y encima el Romeo era el "cover": el argentino Lucio Vidal, que me pareció que lo hacía con muchísima dignidad, y desde luego sin vacilación alguna por la sustitución a última hora. A su lado brilló de manera formidable la Julieta agilísima y sensible de Kayoko Everhart, muy bien matizada en la evolución psicológica del personaje que tan estupendamente trazan tanto Prokofiev con su música como Montero con su coreografía. Ryan Ocampo se encargó con pleno acierto del personaje de Mab, quizá la aportación más singular de Montero: aquí representa a algo así como el Destino o la Fortuna y permanece en escena en casi todo momento. El cuerpo de baile, quizá con más nombres extranjeros que propiamente españoles, se desenvolvió de manera irreprochable.
El éxito entre el público -que por desgracia no llenó el teatro- fue grande. Lástima que desde mi asiento en el Paraíso no pudiera terminar de meterme del todo en la acción. Me encantaría volver a ver este Romeo y Julieta, pero en una localidad más cercana, con una orquesta más comprometida y una batuta que tuviera cierta idea de lo que es Prokofiev. Si ustedes tienen la oportunidad, no se lo piensen dos veces: el espectáculo puramente balletístico es una auténtica maravilla pese a incluir solo 110 minutos de la genial partitura.
2 comentarios:
Ese Romeo y Julieta estará en Sevilla en unos días y tengo mi entrada desde hace meses. Eso sí, también de paraíso, que la cosa no está para tirar cohetes. Pero tu entrada ha hecho que se me disparen las ganas...
Pues creo que disfrutarás muchísimo, aunque me parece que lo hacen con música enlatada. Claro que no sé que es peor, si eso o un foso tan malo como el que hubo en Madrid...
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