La gran baza de esta nueva grabación es la espléndida labor de Donato Renzetti, quien lidiando con una orquesta y un coro más bien discretos, ofrece toda la rusticidad, el sabor popular, el nervio y el sentido teatral que demandan el Verdi primerizo. Aunque en algún momento se puede echar de menos algo más de reposo, así como de sentido de la atmósfera, su sinceridad expresiva termina imponiéndose en esta partitura sin duda desigual y de libreto lamentable, pero de una comunicatividad portentosa. ¡Enorme Verdi!
Leo Nucci, con sesenta y siete años a sus espaldas, se muestra más bien irregular. Su voz, que nunca ha sido bella, no se conserva mal para la edad y ciertamente es muy adecuada para el personaje. Su línea es indiscutiblemente verdiana, aunque por momentos su afinación parece dudosa y ciertas frases suenan en exceso agrias. De nobleza, calidez y humanismo, más bien cortito. En los dos primeros actos aburre. Eso sí, en el tercero destapa el tarro de las esencias y, armado de un extensísimo fiato y de un caudal que parece muy considerable, se muestra verdaderamente sensacional (¡lo juro!) en su enfrentamiento con el Consejo, aunque en una línea mucho antes rebelde que matizada en lo psicológico.
Los mismos derroteros, esto es, poderío vocal más que sutileza y atención a los pliegues expresivos, sigue la pareja de enamorados. Notable el tenor Roberto de Biasio, voz de calidad e intérprete vibrante, entregado y muy emotivo, a despecho de obvias insuficiencias por arriba y por abajo. Tatiana Serjan apechuga con el rol más difícil de la partitura, el de Lucrezia Contarini, y lo hace con un instrumento apropiado -asunto este nada fácil aquí- y mucha brillantez en los pasajes de bravura. El bajo Roberto Tagliavini está espléndido en sus escasas intervenciones. Entre los comprimarios, por desgracia, hay alguno para salir corriendo.
Presuntamente esenciales pero a la postre de gran pobreza la escenografía y los figurines de William Orlandi, al servicio de una dirección escénica de Joseph Franconi Lee rancia y escasa en ideas. Los cantantes deambulan como buenamente pueden; Nucci lo hace poniendo su habitual cara de estreñido. La realización televisiva resulta abiertamente mediocre. La toma sonora, muy inferior a la media actual y por completo falsificada en los canales surround. La imagen sí es buena y se incluyen subtítulos en castellano, excepto en los diez minutos que introducen en inglés o italiano esta ópera verdiana. También existe edición en Blu-ray. ¿Merece la pena? Ustedes mismos.
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