viernes, 7 de septiembre de 2012

Moisés y Aarón en Madrid por Cambreling: excepcional radiografía sin alma

Ya en este blog he dejado constancia tanto de mi total apoyo a la pretensión de llevar a escena el Moisés y Aarón de Schoenberg en Madrid (enlace) como a mi valoración positiva de la idea de contratar a Sylvain Cambreling (enlace) como director musical del EuropaChor Akademie y de la Orquesta Sinfónica de la SWR de Baden-Baden y Friburgo para las dos funciones programadas por el Teatro Real en versión de concierto de semejante obra maestra. Me alegro de haberlo hecho, porque así nadie me podrá acusar de ir en contra de proyecto cuando escriba lo que voy a escribir: que la representación que ha tenido lugar esta misma noche, aun habiendo sido de muy elevada calidad, me ha decepcionado relativamente por la labor del maestro francés. Aunque insisto en lo de relativamente.


Desde el punto de vista técnico su trabajo me ha parecido portentoso. No sólo ha conseguido que la complicadísima obra "sonara", y que sonara asombrosamente bien, sino que además ha analizado la partitura hasta tal punto que puedo asegurar que en ninguna de las grabaciones que conozco (Boulez I y II, Solti, Gatti, Boder) he escuchado tantas cosas como en esta velada madrileña. Desde luego a ello no ha sido ajena la labor de las fuerzas congregadas, que han firmado la que posiblemente sea la más tremenda exhibición de virtuosismo orquestal y coral que se ha escuchado en el Real desde su reapertura, pero el mérito personal de Cambreling es evidente: como radiografía sonora su trabajo ha sido insuperable.

Ahora bien, Moisés y Aarón no es un oratorio, sino una ópera. Y ahí ha fallado el maestro. Unos podrán decir que no es que Cambreling no comulgue con Schoenberg, sino que ha reinterpretado su música desde la óptica de un Messiaen. Tendrían razón, sobre todo por la manera de tratar la tímbrica: refinadísima, sensual y colocada por delante de los aspectos rítmicos de la partitura. Otros argumentarán que ha seguido la senda de Boulez. También tendrían razón, pero aquí habría que replicarles que con el autor de El martillo sin dueño, aun dentro del mismo enfoque abstracto, antinarrativo y distanciado en lo expresivo, existían una tensión sonora, una garra y una incisividad que con Cambreling no ha hecho acto de presencia. A la postre, lo que ha ocurrido es que a su técnicamente asombroso Moisés y Aarón le ha faltado alma.

Andreas Conrad y Franz Grundheber parecieron contagiarse de la asepsia expresiva: mi sensación es que han estado bastante menos motivados que en sus respectivas filmaciones con Boder y Gatti por aquí comentadas. Con una excepción: el barítono alemán se ha mostrado acongojante en la última intervención de Moisés, en este caso –menos mal– maravillosamente acompañado por un Cambreling que ha hecho frasear a la cuerda de manera sublime. El público –sin toses ni deserciones a lo largo de los ciento cinco minutos de representación– ha reaccionado con apreciable entusiasmo. ¿Un triunfo? Pese a los reparos expresados, sin duda.

2 comentarios:

gonzalo (madrid) dijo...

Sorprende lo de nuestro ultrapúblico (soy de madrid y sé de que va la vaina). Las cosas están cambiando ?

Anónimo dijo...

El sello Hänssler ha publicado hace pocos días un doble SACD de esta monumental obra maestra. Lo que ignoro es si se trata de una grabación de estudio o si se corresponde con la interpretación en Madrid.

En cualquier caso, mi versión preferida con diferencia sigue siendo la de Michael Boder / Decker. Espectacular puesta en escena -del que usted escribió aquí- e impresionante el nivel artístico a todos los niveles: orquesta (parece mentira lo que Boder fue capaz de extraer de ella), cantantes y coro (importantísimo en esta ópera).

Un saludo cordial,
Alberto.

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