miércoles, 2 de mayo de 2012

Klemperer y Du Pré en EMI Signature: merece la pena repetir

Ya Ángel Carrascosa dio cuenta en su blog (enlace) de la manera desconcertante en que EMI Classics ha seleccionado los primeros títulos de su Signature Collection, destinada a recuperar en formato Super Audio CD –en discos compatibles con un reproductor normal, aunque sin beneficiarse de las características del sistema– títulos míticos del sello británico. No voy a insistir en ello. Pero sí que quiero realizar algunos comentarios en función de lo que he visto y escuchado en los dos ejemplares que he adquirido: Mendelssohn y Schumann por Otto Klemperer, y Elgar y Delius por Jacqueline Du Pré. Adelanto ya que la valoración es positiva.

La presentación es muy atractiva: tapa dura conteniendo en fundas de cartón los dobles CD –los hay también triples– y libretos de hojas gruesas todas en color y bien maquetadas. Los datos técnicos están en su sitio y se incluyen reproducciones de las portadas y contraportadas originales de los vinilos. Hay que añadir que en todo momento se han respetado los contenidos originales de aquéllos, y de ahí que los compactos ronden los 50 o 55 minutos cada uno. A mí me parece bien así, incluso aunque se desaproveche casi media hora de música, porque el precio al que se vende el producto es razonable para tratarse de SACDs. La inclusión de fotografías de algunas de las cintas originales resulta ilustrativa, pues sobre ellas se anotaron a bolígrafo las diferentes remasterizaciones a las que éstas han ido siendo sometidas (incluyendo las realizadas en exclusiva para Japón). En la parte negativa, hay que lamentar que los artículos se incluyan solo en inglés, francés y alemán, y que no se reproduzcan –ni siquiera en su idioma original– los textos cantados.

El sonido. Pues vamos a ver, se nos dice que todos los reprocesados son nuevos, que se han realizado acudiendo a las cintas originales y que se han usado los más sofisticados sistemas de edición para acercarse en todo lo posible al sonido de las mismas y corregir los posibles defectos. Yo he comparados las sinfonías de Mendelssohn y Schumann, de 1960, así como el concierto de Elgar, de 1965, con las primeras remasterizaciones para compacto que realizó EMI, y puedo aseverar que la mejoría se nota. No me parece tan espectacular como, por ejemplo, la que ha experimentado el Mahler de Klemperer editado por EMI France –absolutamente indispensable la compra, por si alguien aun no lo sabe-, pero la audición es ahora más satisfactoria. Lo que más se nota es el aumento del soplido de fondo, lo que lejos de ser un inconveniente –salvo para los catetos– demuestra que en anteriores ediciones se habían ecualizado en plan bestia los agudos, merendándose así un montón de armónicos y dejando al sonido mate y sin relieve.

Ahora se ha sido mucho más respetuoso y las cintas han recuperado su brillo original. No solo eso, sino que la orquesta suena con más cuerpo y plasticidad, también quizá con algo menos de distorsión, aunque las limitaciones del paso del tiempo se dejan notar. La gama dinámica es además ahora más amplia (tremendo el “ascenso” inicial en el concierto de Elgar). Ahora bien, todo esto se aplica a una reproducción en un lector de SACD; si usted no tiene el aparato correspondiente notará sin duda la mejoría del reprocesado, pero no los presuntos beneficios que se corresponden con este sistema.


Las interpretaciones, salvo –para mí- las de Delius, son viejas conocidas. El Mendelssohn de Klemperer es excepcional. Eso sí, personalísimo y sin mucho que ver con la “gran tradición” (el de Breslau fue en sus últimos años un antirromántico de libro), aunque tampoco -menos aún- con la ligereza frívola de ciertos acercamientos recientes. Es el suyo un Mendelssohn pausado, de sonoridades robustas pero en absoluto gruesas, porque la claridad es asombrosa, como lo es también el análisis de texturas y de planos sonoros, a lo que contribuye el excepcional virtuosismo de una Philarmonia Orchestra que por entonces no conocía rival. En lo expresivo, pues ya se sabe: edificios de total solidez donde no hay espacio ni para el arrebato ni para el apresuramiento, tampoco para la blandura o el narcisismo, pero donde cada una de las frases está imbuida de una tensión dramática arrolladora.

Concretando un poco, la obertura de Las Hébridas solo conoce rival en la interpretación de Celibidache/Múnich y en la del propio Klemperer con la Orquesta de la Radio Bávara (EMI la primera, pirata la segunda: la he dejado en YouTube aquí arriba). Esta de 1960 es una lectura de enorme vuelo poético, aunque el de Breslau no baja la guardia y alcanza en los pasajes tempestuosos una fuerza impresionante. En la Escocesa, haciendo gala de su habitual sonoridad granítica, Klemperer construye un edificio austero pero lleno de fuerza que tiene poco que ver con la vivacidad y la luminosidad que se asocian con este autor, al tiempo que descubre los aspectos más amargos de la partitura. El primer movimiento quizá resulte algo moroso y no alcance todo el impulso posible, pero en compensación la coda final es la más lenta, mejor cantada y más emocionante de cuantas se han escuchado. Solo el propio Klemperer ha llegado aún más lejos en el resto de la partitura, aunque cambiando “por todo el morro” el final de Mendelssohn por el suyo propio: me refiero a la grabación de 1969 con la Orquesta de la Radio Bávara, tan indispensable como la presente.

De la Italiana se nos ofrece una interpretación reposada, bien paladeada –sin detenerse demasiado en el segundo movimiento-, nada impetuosa ni arrebatada, pero de pulso perfectamente sostenido y una elevadísima cantabilidad, calidez y vuelo lírico, todo ello sin renunciar a la sobriedad propia de Klemperer y a su particular tratamiento de las maderas. Aquí sin embargo hay, a juicio de quien suscribe, dos directores que aún han conseguido resultados superiores, si bien en una línea muy diferente. El primero es Solti en su grabación de 1985 para Decca. El otro es Barenboim, del que circula una retransmisión radiofónica de 2009 al frente de la Filarmónica de Viena de una genialidad inigualable. Aun así, lo de Klemperer sigue siendo antológico.

 

La Cuarta de Schumann que completaba en su momento y vuelve a completar ahora a la Italiana sigue siendo una de las grandes: interpretación de un solo trazo, poderosísima, impetuosa, encrespada, llena de tensión interna, pero de un absoluto control de la arquitectura y dotada del asombroso análisis de texturas esperable en Klemperer. Eso sí, como también es marca de la casa, el de Breslau no se recrea mucho en la parte lírica de la obra, echándose de menos un mayor poso de poesía y espiritualidad en el segundo movimiento. Por eso las interpretaciones de Furtwängler con la Filarmónica de Berlín (Decca, 1953) y de Böhm con la Sinfónica de Londres y la Filarmónica de Viena (Andante 1975 y DG 1978 respectivamente) me siguen pareciendo aun superiores a esta maravilla.

Del disco Elgar grabado por Barbirolli entre 1964 y 1965 con la Sinfónica de Londres poco hay que decir, porque se trata de uno de los lanzamientos más famosos jamás realizados por el sello británico. En las Sea Pictures –grabadas el primer año citado– el maestro paladea las melodías con concentración y atención al detalle, sin caer en lo melifluo y haciendo gala de un lirismo elegante y de altos vuelos. Junto a él, una Janet Baker tan sutil como variada en la expresión –de lo delicado a lo extático pasando por lo ensoñado y suavemente doloroso–, hace gala de una voz subyugante y un fraseo tan sensual como exquisito. Los resultados son excepcionales, aunque el logro histórico es el Concierto para violonchelo, quizá la cumbre más alta alcanzada por Jacqueline Du Pré en su breve carrera. La verdad es que uno no sabe si admirar más la longitud del arco, la belleza del sonido, la sensualidad del legato o la intensísima pero siempre controlada emotividad, de una tristeza honda y llena de melancolía, que caracterizan a su arte. La dirección  de Barbirolli, superior a la de Barenboim en la filmación dos años posterior, está a la altura: lenta, concentrada, de enorme aliento lírico y con una buena dosis de espiritualidad.

 

El vinilo dedicado a Frederick Delius fue registrado en Abbey Road en 1965 con la Royal Philharmonic Orchestra dirigida por Sir Malcolm  Sargent. Yo no lo conocía, y la verdad es que tampoco me perdía algo indispensable: las interpretaciones parecen espléndidas, pero la música, siendo muy hermosa, no es de primera fila. Con las Songs of Farewell, dichas por el maestro británico con el punto decadentista justo, viene el único fiasco técnico de los dos títulos comentados, porque la Royal Choral Society está mal recogida por los ingenieros, sonando con distorsiones y saturación. No hay problema alguno con la breve pieza orquestal A Song before Sunrise, recreada por Sargent con admirable intensidad, ni con el Concierto para violonchelo, donde la Du Pré vuelve a dar una lección de cómo aunar belleza e emoción.

Resumo: si usted no tiene estar interpretaciones de Mendelssohn, Schubert y Elgar, corra a comprar estos discos. Si ya los tiene, la mejoría técnica hace que merezca la pena repetir, sobre todo si dispone usted de un reproductor de SACD. Dicho queda.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

En mendelssohn no existe eso que llamas gran tradicion pues los directores que tocaban la escocesa eran basicamente Felix weintgartner (de tempi ligeritos), Mitropoulos (con WDR en live ), Peter Maag (tan querida por la critica inglesa ), y otras menores de tempi mas toscaninianos. Ojala Furtwangler la hubiera grabado.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Gracias por la interesante aportación. La verdad es que no conozco la discografía antigua mendelssohniana.

De Toscanini sí queda un testimonio, que desconozco. Las de Weintgartner y Mitropoulos tampoco las he escuchado. La de Maag de 1960 sí, y también la reciente con la Sinfónica de Madrid; ambas me gustan mucho, pero no son comparables con lo que hace Klemperer ni en concepto ni en realización.

Pues eso: ojalá Furtwängler la hubiese grabado.

Andante moderato dijo...

No deben ser olvidadas las formidables Italiana y Cuarta de Schumann de Cantelli (también junto a la Orquesta Philharmonia, en Emi). Versiones clásicas, luminosas y mediterráneas, al margen de Furtwängler y Klemperer.
Saludos.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Intentaré escucharlas, Andante. Muchas gracias.

Observador dijo...

Sobre la cuarta sinfonía de Schumann, tengo las dos versiones de Furtwängler, es decir, la de estudio para DG y la registrada en vivo desde Lucerna en 1953, con la Orquesta del Festival de Lucerna. Pienso que la versión de Lucerna es superior a la comercial, ya que a Furtwängler se le encuentra más desinhibido pero profundo. Recordemos Furtwängler ODIABA grabar, ya que le interrumpían a cada momento. La magia de Furtwängler la encontramos más en el podio que en el estudio. Por tanto recomiendo que no se pierdan el siguiente CD remasterizado a partir de las cintas originales por el excelente sello alemán Audite.

Los españoles pueden comprar aquí:

https://www.amazon.es/Wilhelm-Furtw%C3%A4ngler-dirige-Schumann-Beethoven/dp/B075YKPFHK/ref=sr_1_1?__mk_es_ES=%C3%85M%C3%85%C5%BD%C3%95%C3%91&keywords=B075YKPFHK&qid=1566340327&s=music&sr=1-1

P. S.: No compren la edición del sello francés Tahra, ya que es muy inferior a la de Audite.

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