martes, 11 de octubre de 2011

Nelsons y los de Birmingham vuelven al Auditorio Nacional

El retorno de la Sinfónica de Birmingham y su titular a Ibermúsica se produce tan solo unos meses después de su última comparecencia (enlace) en el mismo ciclo. Y comenzó de la mejor manera posible, con una interpretación soberbia, referencial y difícilmente superable del espléndido Concierto para trompeta de Haydn. Artífices del milagro fueron un Hakan Hardenberger de impresionante virtuosismo y musicalidad asombrosa -tremenda la cadenza del primer movimiento, nota falsa incluida- y un Andris Nelsons que dirigió con un entusiasmo, una tensión interna y una rusticidad de lo más apropiadas. Los dos artistas sintonizaron además a la hora de equilibrar los aspectos extravertidos de la obra con los más líricos, sin olvidar que la belleza clásica en Haydn nunca debe arrinconar el peculiar sentido del humor de su genial autor.

Me gustaron mucho las Tres piezas MOB para trompeta y pequeña orquesta de Heinz Karl Gruber (Viena, 1943), que Ana Mateo describe con acierto en sus notas al programa como “un pastiche de bossa nova, Beatles y barroco”. Supongo que este tipo de música le tocará las narices a más de un aficionado “comprometido con la modernidad”, pero a mí me parece no solo fresca, comunicativa y repleta de guiños, sino también maravillosamente escrita y muy aprovechada en la combinación de de trompeta en mi bemol, trompeta en do y trompeta piccolo. Ni que decir tiene que el virtuoso sueco se involucró plenamente en la propuesta y derrochó imaginación, ductilidad y desparpajo. Nelsons dirigió con idéntica sinceridad haciendo gala de su contrastada vehemencia expresiva y de su formidable control de la orquesta.

En la segunda parte, la Quinta de Tchaikovsky. Me cuesta trabajo valorar una interpretación de esta página días después de haber escuchado una toma radiofónica del pasado febrero que me ha parecido la mejor desde tiempos de Celibidache. ¿Imaginan? Barenboim con la Staatskapelle de Berlín, claro. Andris Nelsons ofreció en el Auditorio Nacional una recreación más que notable pero un tanto inmadura. Me explico. Hubo por parte de la batuta fuego, entusiasmo y tensión sonora siempre bajo control, con un pulso perfectamente sostenido. Además supo apartarse tanto de la melifluidad como del efectismo e hizo sonar a la orquesta con rusticidad y un apreciable sabor “ruso”, sin necesidad de “occidentalizar” a Tchaikovsky. Ahora bien, hay que enriquecer todo esto con más flexibilidad, imaginación y atención al detalle, así como con un sentido más desarrollado de la sensualidad y de la poesía. Me parece formidable plantear una interpretación así, intensa, juvenil, extrovertida y rebelde, un tanto a la manera de Markevitch, pero el universo sonoro del autor presenta más pliegues de los que revela este enfoque un tanto unilateral.

Como me pasó en enero, me dio mucha pena escuchar a los de Birmimgham justo después de la ONE (enlace), y además desde los mismos asientos del Auditorio Nacional: la formación “de provincias” británica es mucho mejor, se mire por donde se mire, que la que se supone debería ser la mejor orquesta española. En fin, esto es lo que hay. Éxito apoteósico y ninguna propina. Lógico: eran las doce y cuatro de la noche. Al día siguiente ofrecieron otro concierto que pueden encontrar comentado en el blog de Ángel Carrascosa (enlace).

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