domingo, 28 de agosto de 2011

Ciclo Beethoven de Barenboim y la WEDO en Colonia (V)

Se iniciaba el penúltimo concierto del ciclo con la Leonora III, auténtica "especialidad de la casa" para Barenboim. Le he escuchado interpretaciones aún mejores -particularmente en lo que a la introducción se refiere, no tan negra y gótica como en otras ocasiones-, pero en cualquier caso esta ha sido excelente por la perfección de su idioma, la firmeza de su trazo, la calidez del fraseo, la sinceridad expresiva -en absoluto se intenta epatar mediante la opulencia del sonido, como hace por ejemplo un Zubin Mehta- y la manera en que se compaginan el despliegue emocional con el absoluto control de la arquitectura; nos regaló el maestro, además, algún que otro acento y matiz dinámico sumamente revelador.

La Octava no es música ideal para la batuta de Barenboim, no tanto porque este la vea mucho antes como obra de clara madurez que como un homenaje al pasado, y por ende ponga la tensión, la potencia y hasta el dramatismo por encima de los aspectos más elegantes, humorísticos y coquetos de la página, como por la razón de que la sonoridad por la que opta parece en exceso robusta para una obra semejante. Claro que, aun así, se pueden ofrecer lecturas tan notabilísimas como la presente, que dicho sea de paso se sitúa mucho más cerca del registro que hizo con la Filarmónica de Berlín (en DVD) que del de la integral con la Staatskapelle, un tanto excesivo (enlace). Apasionado a más no poder, pero siempre controladísimo, todo el primer movimiento, sorprendiéndome la manera en la que planteó la genial gradación de dinámicas establecida por Beethoven en la sección del desarrollo partiendo desde un volumen sonoro menor que lo habitual (decisión que no sé si es un "truco" para poder realizar la dificilísima acumulación de efes sin problemas: me gustaría ver la partitura). Irreprochable el Allegretto scherzando, siempre con un sentido del humor más bien socarrón, como a Barenboim le gusta. Lo más interesante vino con los dos últimos, sobre todo por una emotiva cantabilidad que pocos directores logran extraer de los pentagramas, pero también por la enorme garra dramática desplegada. La orquesta estuvo estupenda, con algún que otro minúsculo resbalón que a buen seguro será corregido por los ingenieros de Decca a la hora de la edición discográfica.

De la Séptima poco hay que decir: siempre se le ha dado maravillosamente a Barenboim y esta vez no ha sido la excepción. Superior la ofrecida hace semanas en Ronda, pues las jornadas de rodaje no han sido en vano, esta interpretación ha sido igual o mejor aún que la de Córdoba del verano pasado. A lo dicho entonces en este blog me remito (enlace), si bien quiero subrayar el magnetismo sobrecogedor de toda la introducción, los acentos dramáticos que asomaron en el segundo movimiento, la manera que tuvo de hacer dialogar a las secciones de la orquesta y, en general, la multitud de detalles nuevos que se escucharon a lo largo de toda la interpretación, en todo momento sincera a más no poder y muy alejada de cualquier tipo de exhibicionismo. El público respondió con el mismo entusiasmo desbordante de las noches anteriores.

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