Escribo ya desde Jerez de la Frontera, y sin muchas ganas en el cuerpo -por diferentes motivos que no vienen al caso he terminado hasta las narices de tanto Barenboim-, sobre el último concierto del ciclo, que por cierto se retransmitía en pantalla grande al aire libre, en la plaza junto a la célebre catedral, al mismo tiempo que se ofrecía dentro de la Philharmonie. Voy al grano: la sido una Novena magnífica, pero por debajo del nivel que podía haber tenido, al menos en comparación con la genial lectura de 1992 del de Buenos Aires para el sello Erato. Esta de Colonia ha sido más ortodoxa, más lírica, más cálida y digamos humana, también más bella desde el punto de vista meramente sonoro, y por ello mismo mucho menos trágica, furiosa y desesperada que aquella, siempre dentro de una línea -eso por descontado- de perfecto idioma y enorme sinceridad expresiva.
El primer movimiento resultó poderoso, decidido y muy dramático. Como era de esperar, graduó las tensiones con absoluta genialidad hasta culminar en unos clímax de una fuerza abrumadora, si bien algunas frases podían haber estado aún más paladeadas y se le podía haber sacado mayor partido al peso de los silencios. Implacable y demoníaco el scherzo, en cierta medida proto-bruckneriano, pero controlando a las mil maravillas la arquitectura, sin la necesidad de desatar a las furias. Para mí este fue lo mejor de la interpretación, al igual que lo menos interesante -es un decir- resultó el tercer movimiento, fraseado con cantabilidad admirable pero algo más rápido de la cuenta y sin ese punto agónico ni esa rebeldía en los clímax que otras veces le hemos escuchado, empezando por su recreación de La Scala de 2005 que circula por la red, donde se encuentra el que para mí es uno de los mejores “Adagio molto e cantabile” de la historia. En el cuarto movimiento me gustaría destacar la maravillosa dulzura de la aparición del tema del “Himno a la Alegría”, con una sección de chelos verdaderamente sublime, así como la enorme electricidad que desprendió la doble fuga, muy en la línea furtwaengleriana. Del cuarteto sobresalió Peter Seiffert. A Waltraud Meier no la encontré en su mejor momento. Anna Samuil y Wolfgang Koch, sustituyendo respectivamente a Anja Harteros y René Pape, tuvieron sus desigualdades. Fabuloso el Coro de la Catedral de Colonia.
A manera de resumen de la integral: un Notable para la Pastoral, Sobresaliente para Primera, Cuarta, Octava, Novena y Leonora III, Matrícula de Honor para Segunda, Quinta y Séptima, y Premio Extraordinario de Fin de Carrera, por decirlo así, para la Heroica. No es mal balance. ¿Será este ciclo, cuando salga en una caja de cinco compactos el próximo mes de mayo, más recomendable que el antiguo de Teldec con la Staatskapelle de Berlín? Yo diría que sí, porque se ha mejorado en Tercera, Octava y Novena, mientras que a mi entender en el resto no se ha perdido nada, si bien algunos paladares pueden preferir en el Larghetto de la Segunda la visión más dramática ofrecida en su registro anterior. Una verdadera lástima, para terminar, que no se hayan filmado los conciertos, como inicialmente estaba previsto, y que no se haya incluido alguna obertura adicional. Un aplauso para todos desde aquí, y muy especialmente para la orquesta, cuyos miembros fueron saludados uno a uno por Barenboim al finalizar el último concierto entre las intensas ovaciones del público alemán.
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