No ha variado mucho mi opinión de la entrada anterior (enlace) sobre la producción escénica de Krzysztof Warlikowski sobre la obra maestra operística de Szymanowski ahora que la he histo -ayer viernes 29 de abril- en directo en el madrileño Teatro Real. En todo caso se ha enriquecido, porque aunque por un lado se pierden los primeros planos televisivos que revelan una minuciosa dirección de actores, se gana con una percepción mucho más clara de las coreografías de Saar Magal, de la iluminación de Felice Ross y -sobre todo- de la fuerza dramática de las videoproyecciones en directo -con cámaras filmando a solistas y coro- concebidas por Denis Guéguin. Por lo demás, repito lo ya dicho: un soberbio trabajo teatral, lleno de ideas sugerentes, al servicio no del compositor ni del libretista sino del inmenso ego del propio Warlikowski. Por ello no solo no me ha gustado sino que me ha molestado, igual que me molestan en otras ocasiones los cantantes que se preocupan antes que nada de montar el numerito vocal -prefiero no decir nombres, no vaya a ser que se líe- o las batutas -aquí si pongo ejemplo: el Maazel de los últimos años- que se sirven de la partitura para lucir su virtuosismo.
Y ya que hablamos de batutas, hay que constatar que el nivel musical ha sido en Madrid muy superior al que esta misma producción exhibió con casi los mismos cantantes en París merced a espléndida labor del maestro Paul Daniel. Su enfoque, mucho antes sensual e impresionista que aristado, no es el que a mí mas me gusta, pero hubo en su trabajo buena arquitectura, sentido de la atmósfera y buen tino para clarificar detalles sin perder el discurso. La Sinfónica de Madrid realizó un digno trabajo y el Coro Intermezzo estuvo sencillamente impresionante (¡bravísimo!) con la colaboración de su titular Andrés Máspero.
Mariusz Kwiecien volvió a demostrar que se ajusta de manera suficiente en lo vocal al rol titular y que sabe defenderlo dramáticamente en música y acción escénica. Olga Pasichnyk, no siempre cómoda debido quizá a las dificultades de la regie -no debe de ser fácil iniciar la bellísima canción de Roxana tumbada en la cama- resolvió la papeleta de manera satisfactoria y Stefan Margita no tuvo problema alguno como Edrisi. El borrón lo puso Will Hartmann: fue un gran Melot con Barenboim en la Scala, pero el papel del Pastor sobrepasa por completo las posibilidades de una voz que no corre con facilidad y muy tirante en la zona aguda. Obviamente la presencia -casi anecdótica- de Jadwiga Rappé como la Diaconisa fue un verdadero lujo.
¿Lo mejor de la velada? Escuchar en directo con un muy notable nivel musical una partitura de extraordinaria belleza a la que bochornosamente no se le ha hecho ni caso durante décadas. Bravo a Mortier por programarla, y un abucheo de nuestra parte por hacerlo con semejante producción escénica.
Un cajón de sastre para cosas sobre música "clásica". Discos, conciertos, audiciones comparadas, filias y fobias, maledicencias varias... Todo ello con centro en Jerez de la Frontera, aunque viajando todo lo posible. En definitiva, un blog sin ningún interés.
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2 comentarios:
Hola.
Yo he estado ayer sábado y me encanto musicalmente la orquesta y excepto el Pastor me parece que lo bordaron.
El maestro Paul Daniel, saca de la orquesta todos los matices que desborda la partitura, al igual que hace por aqui en Santiago con nuestra Filharmonia de la que es el principal director invitado.
En cuanto a la producción escénica comparto tu comentario.
El sábado hubo algún grito contra Mortier, pero sin entusiasmo lo mismo que los aplausos y algún bravo suelto.
¿Sera que ni a favor ni en contra mostramos genio y figura? ¿Estaremos un poco narcotizados?.
Bicos desde Santiago.
Carmelo
Gracias por los comentarios, Carmelo.
No creo que estemos narcotizados. O al menos no es el caso del público del Rey Roger. Si no hubo más entusiasmo fue porque la puesta en escena dejó al personal bastante frío. Y si tampoco se escucharon apenas abucheos fue porque ni Mortier ni Warlikowski se encontraban sobre la escena (salvo en el estreno, donde sí hubo pitada), y al fin y al cabo los cantantes y la batuta, que estuvieron bien, no iban a pagar el pato. Saludos.
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