lunes, 7 de febrero de 2011

Heras-Casado triunfa con la Radio de Berlín

Cuando la prensa no especializada recoge noticias de que un músico español ha triunfado en tal o cual sitio allende nuestras fronteras, en general hay que hacer poco caso: se trata de noticias escritas por personas que no han asistido a los eventos que se recogen y que, en general, no hacen sino reelaborar las notas escritas y enviadas por las propias agencias a la que los artistas pertenecen. Pero este no es el caso. Yo no estuve en la Philharmonie de Berlín el pasado 5 de diciembre, eso es verdad, pero sí que he podido escuchar –un par de veces, y realizando unas cuantas comparaciones- la retrasmisión radiofónica del concierto en el que Pablo Heras-Casado dirigió a la Deutsche Symphonie-Orchester (la antigua Sinfónica de la RIAS de Fricsay en cuya titularidad se han sucedido Maazel, Chailly, Ashkenazy, Nagano y Metzmacher). Y puedo afirmar tranquilamente que el director granadino ha conocido un considerable triunfo artístico en su debut al frente de la espléndida orquesta alemana, lo que no hace sino confirmar el enorme talento que guarda el joven maestro.

La primera parte estaba dedicada al Impresionismo de aires hispanos. Tanto la Iberia de Debussy como las Noches en los jardines de España de Falla conocieron en sus manos unas recreaciones interesantísimas en las que no solo se ofrece el sentido del misterio y la sensualidad en las texturas esperables en este repertorio, sino también una tímbrica más incisiva de lo acostumbrado –un poco a la manera de Boulez, pero sin su frialdad- y un enfoque que pone de relieve los aspectos más inquietantes y hasta conflictivos de esta música (tremendo el clímax de “En los jardines de la sierra de Córdoba”) sin caer por ello en el nerviosismo ni en la falta de concentración.

La única pega viene por parte del solista en la página de Falla. Saleem Abboud-Ashkar, joven pianista palestino bien conocido por los que hemos seguido la evolución del West Eastern-Divan de Barenboim, toca con gran solvencia técnica y sabe no sacar los pies del plato, pero en lo expresivo se muestra muy ajeno al mundo falliano, resultando su lectura bastante plana, cuadriculada e insípida. Tiene que trabajar mucho más en matices y en estilo para estar a la altura. En cuanto a la Iberia, se trata en conjunto (con permiso de Celibidache, inalcanzable en este repertorio) de una recreación de primera magnitud, con un movimiento inicial radiante, un segundo más inquietante que sensual o contemplativo y un tercero brioso, aristado y -como el resto de la interpretación- de admirable claridad. ¡Chapeau!

La segunda parte se abría con una breve pero fascinante obra de Luigi Dallapiccola curiosamente inspirada en Antonio Machado, la Piccola Musica Notturna; Heras-Casado la recreó con convicción y un marcado trazo expresionista. Y para terminar un peso pesado, la Tercera Sinfonía de Mendelssohn, un autor siempre difícil en su complicado equilibrio entre elegancia y fuerza dramática. La mayoría de los directores se pasan o no llegan. El granadino no triunfa por completo (es más bien de los que “se pasan”), pero consigue una lectura a mi entender bastante superior a varias de las que he escuchado para la ocasión, entre ellas dos tan recientes como la muy rutinaria de Chailly (Decca) y la liviana, banal y relamida de Thomas Fey (Hänssler), pero también la del mismísimo Karajan (DG), insuperable desde el punto de vista técnico pero volcada -cómo no- en el narcisismo.

Heras-Casado se sitúa por encima de todos ellos ofreciendo una lectura extrovertida, fogosa y escarpada, electrizante aunque también un punto nerviosa, pero en cualquier caso muy intensa y por completo alejada de la blandura, la trivialidad o la afectación. Además la orquesta está trabajada con admirable plasticidad y se atiende particularmente a la claridad de líneas. Eso sí, hay algunas desigualdades en su desarrollo. La introducción resulta sin duda magnífica, pero a continuación es tanto el ardor juvenil de la batuta que no se termina de destilar toda la magia que desprenden los pentagramas a lo largo del movimiento. Fogosísimo es también el segundo, y quizá por ello algo más tosco de la cuenta. Espléndido el tercero, en el que el granadino acierta tanto en los aspectos líricos, haciendo cantar a la cuerda de manera increíblemente bella, como en los más dramáticos, en los que aporta la dosis adecuada de rebeldía. En el cuarto el maestro da en la diana de nuevo al combinar entusiasmo y sinceridad, cerrándolo con una coda sin retórica alguna. Total, una Escocesa de notable alto, muy por encima de la media (el sobresaliente, que yo sepa, se lo llevan tan solo Klemperer y el Solti de 1976). ¿Alguien sigue dudando aún que Pablo Heras-Casado es el más prometedor director español del momento?

El concierto, como tantos otros, se encuentra a disposición de los suscriptores –no hay que pagar un euro- a la lista de correo Concertarchive (enlace). Lástima que la toma sonora presente una fuerte compresión dinámica. Espero con impaciencia más entregas del artista granadino.

1 comentario:

Javier dijo...

Mi madre tuvo el gusto de asistir a este concierto gracias a que yo le "aconsejé" que fuera porque tenía buenas referencias de Pablo Heras. Pues bien, ella que aborrece en general de los músicos españoles acabó encantada, sus únicas quejas fueron hacia el pianista y a la orquesta, me dejó sorprendido.

Un saludo.

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