viernes, 23 de julio de 2010

Tchaikovsky, Rimsky y Borodin por Van Immerseel

Me dicen unos sabios colegas que Jos van Immerseel es grande. Bien, me he puesto manos a la obra y he vuelto a escuchar con atención el disco Tchaikovsky que, grabado con espléndida toma sonora en Bruselas el 6 de septiembre de 2000, editó el sello Zig-Zag y difundió en España el diario El País en esa colección que, dicho sea de paso, inyectó no poco dinero a la distribuidora Diverdi. Y también me he escuchado el compacto registrado en junio de 2004 en Brujas con las obras más conocidas de Borodin y Rimsky Korsakov. Repertorio ruso para el músico flamenco, pues, para interpretar al frente de su orquesta de instrumentos originales Anima Eterna y con la declarada intención de decir cosas nuevas sobre estas obras tan manoseadas en las que a veces, en palabra del propio Van Immerseel, “se puede escuchar cómo la tradición y la rutina conducen a la deformación”.


Me ha gustado la suite de El cascanueces. Salvo una danza oriental más bien sosa, poco sensual y con poca atmósfera, y un vals sin especial encanto, nos encontramos ante una notable recreación, cuidada y muy bien tocada, que necesita mayores matices, más creatividad y más compromiso expresivo para llegar a esa excepcional que alcanzan un Rostropovich o un Celibidache. La Cuarta del propio Tchaikovsky ofrece menos interés. El primer movimiento resulta deslavazado, alternando momentos logrados con otros sin pulso: hay que planificar mejor las tensiones e inyectar más rebeldía. El segundo es correctísimo pero se muestra por completo indiferente en lo expresivo; al menos no hay blanduras ni amaneramiento. Al scherzo le faltan desparpajo y sentido del humor. El cuarto está bien, no cae en efectismos, pero de ahí no pasa. En suma, una versión correcta, que no saca los pies del plato pero que termina aburriendo de manera considerable. Nada que ver con lo que lograron Abbado y Karajan con la Filarmónica de Viena, o Böhm con la Sinfónica de Londres.


En Scheherezade el trazo es cuidadoso, la orquesta responde muy bien –excelente el violín de Midori Seiler- y la batuta procura equilibrar brillantez, sensualidad y refinamiento en su grado justo, mas la poesía no aparece por ningún lado: el resultado es de una frialdad glacial. Hacen falta imaginación, efusividad, colorido, entusiasmo... Justo lo que consiguen Reiner, Rostropovich y Kondrashin, firmantes de las que para mí son las interpretaciones señeras. Con La gran Pascua Rusa la orquesta tiene la oportunidad de lucir su virtuosismo, al tiempo que la batuta evidencia otra vez su aséptica corrección. La cosa no mejora en Borodin, con unas Danzas Polovtsianas dignas sin más y unas Estepas del Asia Central cuadriculadas, insípidas y soporíferas.

¿Y dónde queda el uso de los instrumentos originales? Miren, me gusta el sonido de las arpas decimonónicas y los metales históricos aportan un colorido interesante en La gran Pascua Rusa, pero no me parece que el uso de esta sin duda espléndida orquesta que es Anima Eterna nos descubra gran cosa ni desde el punto de vista tímbrico ni en lo que al equilibrio de planos se refiere, porque al final es lo que escuchamos es, paradójicamente, lecturas presididas esa rutina contra la que dice actuar el director. Van Immerseel será grande, pero en este repertorio a mí no me lo parece. Ni tampoco en Beethoven, ni en Schubert ni en Liszt, dicho sea de paso. De momento me quedo tan solo con su Ravel, del que ya hablé positivamente en este blog (enlace).

7 comentarios:

Pablo J. Vayón dijo...

No me acuerdo del Chaikovski, pero el Rimsky me pareció soberbio, aunque menos que el Liszt y el Beethoven, que para mí entran en el terreno de lo excepcional.

Por otro lado, a uno le pueden gustar más o menos estas interpretaciones, pero lo que no se puede decir de ellas es que sean rutinarias, porque son justo todo lo contrario. A mí no me gusta el Mahler de Norrington, pero jamás se me ocurriría decir que las suyas son interpretaciones rutinarias.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

A mí sí, me han parecido muy rutinarias: lo de siempre, pero peor hecho. Claro que también puede ser que yo tenga los oídos enturbiados por "la rutina de la tradición".

Gracias por el comentario.

Sergio dijo...

yo estoy un poquito hasta las narices de tanto "instrumento original" y tan poco, poquito artista.

Pablo J. Vayón dijo...

Muy viejo ya el prejuicio ese, Sergio. Ponte al día, hombre...

gumer dijo...

Como experimentacion esta muy bien las propuestas de Anima Eterna.No se si grabó las sinfonias de Mendelsson,pero en radio 2 oí hace años una "de la reforma" preciosa.
Ahora bien, no sientan catedra. Sinceramente, superar Una Schererazade de Celibidache,Reiner,o Igor Markievich como que no.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Hombre, me alegra que alguien se acuerde de la versión de Markevitch, por cierto casi imposible de encontrar en CD en españa: que yo sepa, solo salió en una colección de quiosco. Es maravillosa.

Y no, Anima Eterna no ha grabado Mendelssohn, como se desprende de su web http://www.animaeterna.be/?navigatieid=121

Sergio dijo...

pues la de markevitch tambien pulula por emule...

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