La mayor sorpresa ha venido por parte de Ivor Bolton, un maestro a quien solo recuerdo haberle escuchado una correcta Calisto en el Covent Garden (enlace) y una buena Finta Giardiniera en DVD (enlace). La partitura del checo la ha dirigido de manera espléndida, y si bien es cierto que se echaba de menos una tímbrica más incisiva, con más aristas, y una mayor angulosidad en el fraseo, su labor ha estado presidida por una emotividad, un vuelo lírico y una comunicatividad sobrecogedoras. ¿Tirando a Puccini? Pues sí, un poco, pero no me parece censurable en esta obra de un Jánacek aún juvenil y no del todo alejado de la tradición.
Además, hizo Bolton sonar a la Sinfónica de Madrid con una redondez admirable y estuvo muy atento a los sonidos carnosos de la madera y de la cuerda grave, aunque el maestro no pudo hacer nada para evitar que los metales a ratos resultaran algo pobres y que, en general, los instrumentistas no lograran estar a la altura del tremendo virtuosismo exigido por la escritura del autor.Amanda Roocroft se mostró un tanto desdibujada en el primer acto, quizá porque la orquesta la sepultó en más de un momento. Estuvo por el contrario fantástica en el segundo, luciendo una voz bonita y homogénea y una emotividad que supo evitar tanto el desmadre verista como la melifluidad lacrimógena. Buen nivel canoro el de los dos tenores, Nikolai Shukoff y Miroslav Dvorsky, sobresaliendo particularmente el Laca del segundo gracias a un agudo bastante más desahogado que el de su colega. No sé cómo se desenvolverán estos chicos en otros repertorios, pero en personajes un tanto rústicos como estos funcionan irreprochablemente. Algo parecido se puede decir de la abuela de Mette Ejsing. Los comprimarios han estado muy bien.
Claro que quien se ha llevado el gato al agua fue Deborah Polaski , una soprano por la que no siento especial simpatía pero que hoy me ha tocado el corazón. La señora es grande, muy alta y corpulenta, además de bastante fea. Recuerda a la Novia de Frankenstein. Como además resulta ser una fabulosa actriz, sobre la escena mete verdadero miedo. Su voz, ya se sabe, destemplada pero la de una dramática auténtica, si bien la proyección se resiente un tanto según su ubicación en el escenario.
Lo más interesante, en cualquier caso, es que la soprano norteamericana no se conformó con "chillar" el personaje: hubo algún grito, sí, pero cantó con una línea que sabía atender tanto a la vertiente más dura del personaje como a su parte más vulnerable y torturada: el legato y la morbidez en el fraseo le otorgaron a la Sacristana una dimensión profunda, emocionante y por momentos conmovedora. El único reproche que le debo hacer es que en una reciente entrevista le haya tirado los trastos a la Silja, que se ocupa de la Kostelnicka en el segundo reparto. ¡Qué poco estilo!
Me ha gustado la puesta en escena de Stéphane Braunschweig , bastante más acertado aquí que en el Fidelio con Barenboim que le vimos hace años en este mismo teatro. He echado de menos un punto más de profundización en la complicada psicología de los personajes, pero en su labor ha habido sabiduría escénica, buena dirección de actores, una luminotecnia muy cuidada, un buen uso metafórico de los elementos escénicos -sin caer en la pedantería- y, sobre todo, una gran honestidad y un encomiable respeto a las intenciones del autor. No es poco en los tiempos que corren.
Ah, ha habido charla previa a la función, pero a pesar de la soberbia dicción del ponente -no recuerdo su nombre- me ha gustado muchísimo menos que las magníficas de Téllez en Lulu e Italiana. La verdad, leer una conferencia no me parece de recibo. Ahora, a esperar al segundo reparto, a ver cómo está de voz mi adorada Silja.
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