domingo, 1 de noviembre de 2009

Troyanos en Valencia: aburridos y abucheados

Comenzó la función a las ocho. Terminó a la una de la madrugada. Cinco horas en total, incluyendo dos descansos de treinta minutos cada uno. Y es que Les Troyens es una ópera larga. Larga y desigual. O se hace muy, pero que muy bien, o en determinados momentos puede pesar como una losa. En el Palau de Les Arts las cosas no funcionaron como es debido. En el segundo intermedio quedaron muchísimos huecos libres en el patio de butacas. Al final de la representación hubo desbandada general. Los pocos que no se marcharon corriendo aplaudieron sin muchas ganas al elenco canoro, con enorme -y merecido- entusiasmo a Daniela Barcellona y con -a mi entender, inmerecida- calidez a Valery Gergiev. Carlus Padrissa y sus compañeros de La Fura dels Baus se llevaron un monumental abucheo en el estreno de esta nueva producción que pronto se verá en San Petersburgo.

La dirección de Gergiev no fue tan mala como podía haber sido, habida cuenta de cómo se las gasta el maestro ruso (enlace): en Valencia no hubo apresuramientos, caídas de tensión ni delicadeza mal entendida. Horribles solo fueron el coro inicial -desmadejado y frivolón- y la escena de la tormenta -de una vulgaridad extrema-. El resto fue pura rutina, con las cosas en su sitio pero sin inspiración. Todo sonó plano, indiferenciado, vulgar. Ni rastro de la sonoridad particular que exige la música de Berlioz. La fabulosa orquesta sonó bastante menos bien que cuando la dirigen Mehta o Maazel. Eso sí, lo hizo “a la Gergiev”, con esa bronquedad en los metales que le caracteriza.

Magnífica Daniella Barcellona debutando el muy exigente papel de Dido. Solo en su gran escena final mostró ciertas desigualdades en el instrumento, perdonables habida cuenta la enorme lección de estilo, de musicalidad y de entrega dramática que ofreció la mezzo italiana. Me gustó bastante menos Elisabete Matos, pues su habitual tosquedad canora y sus insuficiencias en la zona grave no son lo más adecuado para cantar a Cassandre; puso, en cualquier caso, toda la carne en el asador y compuso un correcto retrato del atormentado personaje.

Muy mediocre Stephen Gould, calante y desafinado todo el tiempo. Su dúo de amor -fabulosa Barcellona- fue insufrible, lo mismo que su escena del quinto acto; seguramente lo hará mejor Lance Ryan en las dos funciones que le corresponden. El otro “galán” de noche, Chorèbe, estuvo discretamente servido por Gabriele Viviani. El resto, muy normalito: las voces del Anillo del pasado verano estuvieron bastante mejor escogidas. Gran labor, en su exigente y decisiva parte, del Coro de la Generalitat, con algunas desigualdades que entiendo hay que achacar a Gergiev.

La Fura ofreció un espectáculo desigual. Me pareció muy inteligente usar el gusano (en referencia a los troyanos informáticos) como leitmotiv iconográfico de la producción, y en este sentido hicieron gala de una enorme imaginación en sus sucesivas transformaciones en diferentes elementos escenográficos. El acto III alcanzó una asombrosa espectacularidad (lamento no tener fotos) y en el IV hubo momentos de mágica belleza. La iluminación, en general bastante oscura, estuvo utilizada con sabiduría.

El problema, como ocurría con la Tetralogía, es que la propuesta de Padrissa y los suyos fue mucho antes una yuxtaposición más o menos lograda de estampas de gran fuerza plástica y de recursos visuales impactantes que la materialización de una idea dramática concreta. Claro, en el Anillo estaba detrás la poderosísima dramaturgia wagneriana y la cosa funcionó de maravilla, mientras que aquí no había nada en absoluto. Y de nuevo la dirección de actores brilló por su ausencia: hay funciones escolares de fin de curso que están mejor dirigidas.

Por otra parte, los recursos de La Fura empiezan a resultar manidos: estos Troyanos fueron más de lo mismo. El narcisismo y el amaneramiento empiezan a hacer mella en las propuestas operísticas del grupo catalán, que además hizo esta vez gala de una mirada irónica sobre el libreto que en ocasiones funcionó y otros momentos chirrió de manera considerable. A destacar el horroroso vestuario de Chu Uroz y la ridícula coreografía de las danzas a cargo de María Jesús Sánchez, aunque un par de ellas vinieron a solucionarlas, positivamente, dos bailarines del Marinski traídos por Gergiev.

El que la acción estuviera trasladada a una Tierra invadida por los ordenadores (a la manera de Terminator) en los primeros actos y a una nave espacial en los restantes, para terminar Eneas y los suyos buscando agua en Marte, a mí me pareció lo de menos, aunque seguramente fue esto lo que movió al respetable a abuchear al grupo, creo que de manera inmerecida: a pesar de los reparos expuestos, hubo un trabajo imaginativo, personal y audaz que cuanto menos hay que respetar.

De todas formas creo que no le ha venido mal su primer abucheo al Palau de Les Arts, un teatro que ha conocido éxitos justificadísimos pero que anda un poco subido a la parra. Circunstancias como la ausencia de libreto con la traducción o -sobre todo- el que los espectadores no se pudieran enterar de quién cantaba esa noche (Barcellona/Simeoni, Gould/Ryan) hasta que leyeran el programa de mano que se entregaba a la entrada, son de un cutrerío inaceptable para un teatro que gracias a su asombrosa orquesta y a producciones como la de su Anillo se encuentra ya en primera división. Que tome nota Helga Schmidt.

4 comentarios:

m.allegro dijo...

Muy de acuerdo con casi todo. Que raro, pero a mi me pareció que finalmente La Fura había realizado una excelente dirección de actores (siempre y cuando la escenografía lo permitía) ya que la Barcellona las veces que la vi actuar, dirigida por quien fuere, es una pésima actriz, pero en esta producción la vi estupenda, regia, y en su aria Je vais mourir ha demostrado un abanico de emociones y hasta llegó a emocionarme. Igualmente la Casandra de Elisabete Matos, que dejó tus "tics" de brazos y manos que la caracterizan por una lograda y arrebatadora interpretación. Sus dotes de actriz fueron superiores a los de su canto y su dúo con Corebo fue lo mejor de Troya. Lo que si me pareció de un ridículo sin par, fue la intervención de los 4 bailarines del Marinski y para nada me ha parecido ridícula la coreografía de la Fura, muy en su estilo furero y de acorde con la propuesta global del espectáculo.
De la producción me quedo con el momento mágico del ária Je vais mourir, de Dido. Lo peor, Valery Guergiev y el tenor astronauta Eneas. Muy merecido el abucheo sonoro, de hecho, me ha parecido poco por la ridícula propuesta de la Fura dels Baus. Tome nota Frau Schmidt.

Anónimo dijo...

Pues menos mal que no fui... Ya se sabe cómo se las gasta Gergiev, tampoco hay que asombrarse (JSR)

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Bueno, no sé en el caso de la Barcellona, pero me consta que la Matos realizó un enorme esfuerzo personal por trabajarse el personaje desde el punto de vista escénico. Se merece un aplauso por la profesionalidad, ya que muchos de sus colegas solo suelen preocuparse por el canto.

Es verdad que la intervención de los bailarines del Marinski no pegaba dentro de la propuesta global, pero a mi modo de ver llevó un poco de aire fresco ante el desfile interminable de ocurrencias con que La Fura nos deleitó en el ballet. Otra cosa, claro está, es la coreografía "auténtica" de los fureros, la que se hizo no en los números de danza propiamente dichos, sino en el resto de la obra. Ahí sí que brillaron. Me gustó especialmente, creo que como a todo el mundo, la escena de Laocoonte.

En cuanto al futuro de La Fura en la ópera, no es la Schimtd la única que se tiene que preocupar: Mortier tiene previsto inaugurar temporada con ellos.

Ariadna dijo...

Solo comentar que en la función de ayer, la segunda, las cosas fueron mucho mejor. El espectáculo resultó mucho más brillante. Y por supuesto no hubo ningún abucheo.

Creo que esta monumental obra se merece algo más que las apresuradas críticas de la función de estreno. Me parece que es una oportunidad histórica asistir a una función de Los Troyanos con Gergiev al frente en una producción tan trabajada.

El domingo repetimos.

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