Aproveché mi visita a la capital -con motivo de la Lulú del Teatro Real- para ver la versión española de Spamalot, un título que disfruté mucho cuando lo vi (ya sin su protagonista original, Tim Curry) en el West-End londinense. Cierto es que la obra de Eric Idle y John Du Prez no cuenta con una música memorable ni con un libreto precisamente para echar cohetes, pero triunfa al jugar con las cartas marcadas de una doble baraja autorreferencial: las constantes citas a la película Monthy Python and the Holy Grial (1975), cuyas peripecias argumentales y gags más celebrados se ofrecen aquí de manera casi literal, y las alusiones al propio género del musical, con cuyas convenciones juegan de manera festiva y no poco sarcástica tanto el texto como la música.
Tricicle se encargaba de la versión castellana y de la dirección escénica. En más de un noventa por ciento lo visto en Madrid se asemeja a lo que se ofreció en Londres, aunque es cierto que la escenografía, si bien en la misma línea, resulta ahora más espectacular, toda vez que se cuenta (no ya en Gran Vía, sino también, supongo, en el Teatre Victoria de Barcelona, donde se estrenó la producción en septiembre de 2008) con un escenario considerablemente más amplio. Los gags han sufrido las comprensibles adaptaciones castellanas, añadiendo Tricicle algunos de su cosecha que a veces funcionaban bien y a veces, la verdad, parecían no venir a cuento. Sea como fuere, el espectáculo funciona con agilidad y mucha alegría.
La orquesta, tan pequeñita como por desgracia se ha puesto de moda en los musicales, la dirigió esa noche, la del viernes 9 de octubre, Julio Awad. No sonó del todo mal, aunque una de las trompetas metiera la pata en varias ocasiones de manera considerable. Sin nada que envidiar a Londres el equipo de actores-cantantes, empezando por un Jordi Bosch simpatiquísimo y muy desenvuelto en el rol de Arturo, que ya interpretó en la ciudad condal. De allí también venía Fernando Gil, hilarante no tanto como Lancelot como en sus apariciones como el soldado francés y el hechicero. Magnífica, para mi gusto preferible a la artista que se escucho en Barcelona -compré el disco en el intermedio-, y también superior a la que me tocó en Londres, la guapa Dulcinea Juárez, quien además se permitió como morcilla unas variaciones en las que iba desde Der Hölle Rache hasta los aires más aflamencados.
Los demás estuvieron todos muy bien en una obra que, obviamente, pedía mucho más dominio escénico que habilidad canora. Hubo, por cierto, cambios en el elenco (Víctor Ullate jr. no hacía de Robin, sino de Príncipe Herbert) que no fueron anunciados ni en un tablón de anuncios ni por megafonía: toda una falta de atención al público y de respeto a los artistas. En cualquier caso, y aunque muchos digan que esta obra es una ordinariez, yo pasé un rato estupendo. De momento las representaciones siguen en el Teatro Lope de Vega: muy recomendable para los amantes del género y, por descontado, a los del humor de los inolvidables Monthy Python.
Para quien le interese, ahí va el enlace http://www.spamalotelmusical.com/
No hay comentarios:
Publicar un comentario