Como anda estos días Franz Grundheber interpretando a Schigolch en la Lulú del Teatro Real -que espero ver este sábado-, he querido volver a disfrutar este magnífico Wozzeck que se registró en directo en la Staatsoper berlinesa en abril de 1994 y que, tras circular durante años en CD y VHS, Warner ha decidido por fin a pasar a DVD. Una buena edición técnicamente hablando, por cierto, pues cuenta con una muy notable calidad de imagen (formato 4:3, eso sí) y con un sonido que, aun con las limitaciones del directo y presentando un volumen muy bajo, ofrece una amplísima gama dinámica. Los subtítulos, además, vienen en castellano.
Gran trabajo el del barítono alemán, mejor aquí que en su anterior filmación con Abbado, componiendo un retrato del protagonista que explica perfectamente la evolución desde la alienación inicial hasta el estallido de violencia que le conduce a asesinar a Marie, todo ello sin caer en el menor efectismo y no confundiendo en absoluto el Sprechgesang con el parlato.
Tuvo además Grundheber la suerte de contar a su lado con Waltraud Meier, cuya línea de canto tan elegante como comunicativa -importa poco que esté un pelín apurada por arriba- sabe adaptarse sin problemas a los requerimientos del expresionismo. La belleza física de la mezzo y su desenvoltura escénica redondean una interpretación de referencia.
Un adecuadamente histriónico y detestable capitán de Graham Clark y un bien perfilado doctor de Günter von Kannen encabezan un notabilísimo equipo de secundarios en el que aparecen nombres como los de Endrik Wottrich, Roman Trekel o el veterano Sigfried Vogel.
La dirección de Barenboim no es indiscutible, pues más que destilar la incisividad y virulencia esperables en este repertorio en general y en este título en particular, parece examinar con atención los lazos que unen a la Segunda Escuela de Viena con el pasado wagneriano. En cualquier caso el de Buenos Aires ofrece una recreación de un carácter atmosférico y opresivo realmente admirable, como también cargada -no es paradoja- de inquietante sensualidad y de apreciable vuelo lírico.
Quiso Barenboim traer esta producción escénica a Madrid en los tiempos en que la Staatsoper aún visitaba el teatro madrileño. No aceptó Patrice Chéreau, se dice que porque no quería desempolvar un trabajo que le parecía anticuado. A día de hoy su propuesta a muchos nos sigue pareciendo magnífica, quizá no tanto en el aspecto visual (a mí nunca me ha entusiasmado lo que le he visto a su colaborador Richard Peduzzi) como en el puramente dramático, acertando el director francés a la hora de evitar el naturalismo para ofrecer en su lugar una acción tan quintaesenciada como onírica, caricaturizando con ácido trazo expresionista a los representantes de la ley y el orden y mostrando al mismo tiempo la fragilidad y las contradicciones internas de los dos protagonistas.
En suma, si el paciente lector de estas líneas piensa -como un servidor y miles de aficionados más- que Wozzeck es una obra maestra absoluta, le ruego no deje pasar esta admirable filmación, abiertamente superior a las de Abbado/Dressen en Viena, en cualquier caso notable, y a la reciente de Weigle/Bieito (enlace) en el Liceu.
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