jueves, 22 de octubre de 2009

Discografía de las sinfonías de Brahms (XIV): la elegante artesanía de Wand

Registrado entre 1982 (Primera) y 1983 (resto) por los ingenieros de RCA, el ciclo de sinfonías de Brahms grabado por Günter Wand al frente de la Orquesta Sinfónica de la NDR de Hamburgo, de la que el por entonces septuagenario maestro acababa de ser nombrado titular, es para algunos críticos uno de los más recomendable de la discografía. En mi opinión no hay para tanto, al igual que me parece sobrevalorada la figura de un director sin duda eficaz y trabajador, pero sólo en contadas excepciones (enlace) capaz de ofrecer cosas más interesantes que productos de honestísima artesanía sonora.

De este ciclo Brahms (el primero que grabó: el segundo no lo conozco) lo mejor que se puede decir es que alcanza ese admirable equilibrio, tan difícil de lograr, entre belleza sonora y calidez expresiva, esto es, entre forma y contenido, ofreciendo el maestro un fraseo extraordinariamente elegante, fluido y natural, flexible pero en absoluto caprichoso, que aun rehuyendo de la crispación, de la negrura y del pesimismo, sabe ofrecer una buena dosis de emotividad y de garra dramática. La orquesta, que dista de ser de primera y cuyos metales se resienten un poquito, realiza una buena labor, atendiendo Wand a todas las voces y consiguiendo ese particular tono ocre que demanda el compositor.

El problema es que el pulso de Wand resulta irregular, y junto a momentos muy logrados hay pasajes en los que se precipita, bien sea por falta de autocontrol o sencillamente porque no le interesan, desaprovechando en buena medida las posibilidades expresivas de los mismos. También hay que lamentar que a veces Wand confunda elegancia con indolencia, refinamiento con ingravidez, y que se le vaya la mano limando aristas y buscando sonoridades etéreas y livianas: se echa de menos mayor “peso” en la orquesta, al menos en lo que a la cuerda se refiere, como también un más elevado sentido de la incisividad y de los contrastes. ¿Cursi? No llega a serlo, pero lo cierto es que su Brahms, más que apolíneo, resulta algo descafeinado.

De la Primera Sinfonía ofrece Wand una lectura directa, cálida y sincera, ya que no particularmente inspirada. Lástima que la introducción al primer movimiento resulte precipitada, como también la coda del mismo. Muy bien el Andante sostenuto, que sabe ser dramático antes que meramente contemplativo, y notable el tercero aunque le falte algo de magia. La introducción al cuarto es solo correcta, aunque luego se ofrece una recreación de un solo trazo, bien llevada y sin retórica. La interpretación que le conozco en DVD (TDK), filmada al frente de la misma orquesta en 1997, se ve lastrada por un movimiento final caprichoso y deslavazado.

En la Segunda Sinfonía es donde más se hace presente la tendencia del maestro a la levedad; tanto, que por momentos puede resultar un poco tímido en lo expresivo. Aquí parece Wand no querer superar el tópico “amable” que pesa sobre la partitura y procura mantenerse en una línea equilibrada y ajena a conflictos. La ligereza que desprende esta interpretación, muy especialmente en sus movimientos centrales, no se debe tanto a sus tempi como a su sonoridad. Más convincente el Allegro con spirito conclusivo, tan cálido como carente de retórica.

En la Tercera hay que admirar de nuevo la belleza sonora, la plasticidad del tratamiento orquestal, la atención a la claridad y la sutil flexibilidad en el fraseo. El Allegro con brio alcanza el suficiente vigor dramático. El Andante se mueve dentro de una línea apolínea y contemplativa mucho antes que sombría. Por desgracia en el Poco allegretto, llevado aprisa como demanda la partitura pero no la lógica expresiva, Wand se empeña de nuevo en aligerar texturas con resultados bastante discutibles. Sin resultar particularmente dramático, el Allegro es el movimiento más conseguido, aunque en la coda, de inquietante ambigüedad, vuelven los sonidos ingrávidos.

En la Cuarta nos encontramos con una interpretación de alto nivel, con todas las virtudes arriba enumeradas pero también con los defectos referidos: hay que reprochar la precipitación del primer movimiento y ciertas caídas en la levedad en el segundo. Siendo irreprochable el tercero, lo que sobresale en esta lectura es el conjunto de tema con variaciones conclusivo, que aun comenzando de manera algo precipitada poco a poco va alcanzando una sinceridad y una fuerza dramática más bien infrecuentes en ese dignísimo kapellmeister que fue Günter Wand.

2 comentarios:

jmfurtwangler dijo...

Desde luego Fernando que se podrán tener gustos similares a los tuyos o no, pero de lo que no cabe ninguna duda es de tu personalidad y libertad a la hora de realizar críticas sin dejarte influir por lo que dicen otros.
Viene esto a cuento por la "caña" que le das a Wand ("varita", en las críticas traducidas al español), y no recuerdo haber leido a nadie que se la diera. Ya sabes que se le considera intocable en Bruckner, en Beethoven y casi en Brahms; por lo que leer tu artículo me deja un poco perplejo.
Personalmente sólo puedo decir que no me entusiasma. Para mi es un Szell bis pero sin el genio ni la orquesta del indiscutible director húngaro. Lo que si creo es que dentro de un estilo similar suele superar y ser más auténtico, dentro del gran repertorio sinfónico, que Abbado. Si, creo que también en Brahms.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

La verdad es que ni me parece haberle dado tanta caña a Wand, ni creo que esté tan altísimamente considerado por ahí como tú dices. En lo que sí creo que estamos todos más o menos de acuerdo es en que se trata de un director más "artesanal" que creativo, para lo bueno y para lo malo.

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