martes, 3 de marzo de 2009

András Schiff hace Mozart en Roma

De los tres conciertos íntegramente dedicados a Mozart que el gran pianista húngaro ofrece estos días en la Sala Santa Cecilia (enorme y de sensacional acústica) en el Parco della Musica de Roma vi el segundo, el del pasado viernes 27, aprovechando mi estancia en la capital italiana para empaparme del maravilloso barroco que por allí tienen. Por cierto, menuda complicación eso de sacar una entrada desde el extranjero: en España, en esa como en muchas otras cosas, funcionamos bastante mejor.

Pero a lo que voy. Me gusta bastante más el Mozart de un Barenboim, por ejemplo, que el de Schiff. Y sin embargo, el de este último me parece muchísimo más sensato que el del argentino. Tanto, que quizá sea el suyo el Mozart más indiscutible del momento. ¿Por qué? Pues no por estar increíblemente bien tocado (qué pulsación más bella, qué limpieza, qué agilidad, qué uso más sensato de los pedales), sino por lograr ser extremadamente cálido y comunicativo dentro de un enfoque, el del equilibrio, la elegancia y la moderación de las pasiones, que en manos de otros pianistas podría convertirse en superficialidad y aburrimiento.

Obviamente este enfoque marcadamente apolíneo aún da mejores resultados en unas obras que en otras. Por eso, siendo irreprochables sus recreaciones de las Sonatas K. 332 y K. 570, y más que notable la de la Fantasía en re menor K. 397, me quedo con sus ágiles, matizadas y moderadamente contrastadas lecturas de las Doce variaciones K. 500, del Minuetto K. 355/576b, de la Pequeña giga en sol mayor K 574, o de las maravillosas -qué gran idea alternar piezas “mayores” con estas otras- Diez variaciones sobre un tema de Gluck K. 455.  Gran Mozart, grandes interpretaciones. Aplausos entusiastas y propina de Haydn.

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