lunes, 14 de noviembre de 2011

Estos son mis ideales (si no les gustan, NO tengo otros)

Hay personas que afirman que el pensamiento político no debe entremezclarse con la valoración del hecho musical. Se equivocan: siempre están entremezclados, aunque a algunos les cueste reconocerlo. La ideología política de cada persona no es sino un reflejo de su manera de ver el mundo, como lo son también los gustos artísticos en general y los musicales en particular. Esto no quiere decir que exista un “arte de derechas” y un “arte de izquierdas”, pero sí que hay puntos de contacto importantes entre lo uno y lo otro que no se pueden obviar, dentro de un grupo de factores muy amplio, si queremos comprender por qué a determinadas personas les gustan unas cosas y a otras no. Luego está el tema de la política musical, este sí un hecho puramente ideológico: cómo nos gustaría que se gestionase desde las administraciones públicas el mundo de la música. Por todo ello, para ser sincero con los lectores de este blog, y al hilo de la campaña electoral que se está desarrollando en España ante las elecciones generales del próximo 20 de noviembre, quiero dejar constancia por escrito de mi ideología. Sin ambigüedades, con las cartas boca arriba.

Congreso Diputados

Ante todo soy un demócrata. Asqueado de la baja calidad de nuestra democracia, sí, pero demócrata. Rechazo cualquier tipo de dictadura, sea de un extremo u otro, y abogo mucho antes por limpiar el sistema que por atacarlo. Y dentro de la democracia soy demócrata “de izquierdas”. Ya sabemos que este término resulta hoy más resbaladizo que nunca, pero todos sabemos a lo que nos referimos. Quitando el asunto del aborto (acto que me parece lamentable salvando los tres famosos supuestos), mi pensamiento encaja en general con lo que en teoría -y solo en teoría, ay- proponen PSOE e IU. No me avergüenzo lo más mínimo de ello, como sí parecen hacerlo quienes se molestan muchísimo si les llaman “conservadores” o “de derechas” (ellos sabrán por qué, aunque a mí me parece claro el motivo). Para matizar un poco diré que soy más monárquico que republicano: en una democracia tan precaria como la nuestra, la figura del rey aporta una solidez de la que estamos muy necesitados, independientemente de que algunos aspectos de la institución se encuentren hoy día obsoletos y deban ser revisados.

Dicho esto, comprenderán ustedes que me alinee en contra del movimiento neoliberal (me refiero a la apuesta por la inhibición del estado frente a la acción empresarial), y que considere a este particularmente nocivo para el mundo de las artes digamos “minoritarias”, como es el caso de la música clásica, que si no sigue recibiendo un apoyo decidido por parte de las administraciones públicas se va a ver apuntillado por el libre mercado, que a mi entender no es sino la dictadura del cada vez más vulgar gusto globalizado. ¿Recuerdan cuando llegaron las televisiones privadas a España? Pues eso.

Soy además partidario de un estado laico, pero laico de verdad -no como el que tenemos ahora-, que deje a la religión donde tiene que estar, en la vida íntima de la persona, lo que no significa dejar de reconocer los enormes valores del mundo de lo espiritual en general y de la Iglesia Católica en particular; me molesta la actitud anticlerical de muchas personas, aunque comprendo que sea una respuesta al carácter agresivo de buena parte del clero actual que tiene la intención de seguir imponiendo, como lo han venido haciendo desde siglos para lo bueno y para lo malo, sus particulares criterios en la vida privada. Ni que decir tiene que soy rotundo partidario del matrimonio homosexual, ese mismo que tanto irrita a algunas personas que se postran ante el Papa para luego practicar doble moral de alcoba.

¿Reivindicación de la mujer? Desde luego, pero por favor que sea sin estupideces gramaticales del tipo “os/as” (a ver si nos enteramos de que en castellano el masculino es neutro). ¿Memoria Histórica? Rotundamente, y más en estos momentos en los que campa a sus anchas entre los superventas la basura pseudocientífica de carácter ultraderechista parida por César Vidal, Pío Moa y gente de su condición. ¿Tabaco? No, gracias: ¡muy bien por la ley promovida por el PSOE!

Nacionalista, poco. El nacionalismo español me hace sentir incómodo. El andaluz nunca me ha convencido. El gallego, el vasco y el catalán cuentan con una indudable justificación histórica, pero me parecen de un empobrecedor provincianismo: es mucho más interesante lo que nos une que lo que no separa. Sea como fuere, me siento tremendamente orgulloso de ser andaluz y español, entre otras cosas porque hemos sabido construir una de las culturas más ricas, personales y brillantes de Occidente gracias a nuestra capacidad de asimilar durante siglos todo lo que nos han ido aportando las civilizaciones con las que hemos ido entrando en contacto. España ha sido, pese a algunos episodios de sobras conocidos, tierra de acogida e intercambio. Ojalá lo siga siendo.

Sobre la crisis quizá no debería hablar, porque es un tema en exceso complejo. Simplificando mucho diré que en parte lo veo como un fenómeno inducido por los grandes capitales para hacer frente a la amenaza oriental: ante la expansión de los mercados asiáticos, que basan su fuerza en una mano de obra barata y poco conflictiva, por no decir explotada,  la respuesta occidental es recortar(nos) los derechos laborales que hemos obtenido a lo largo de los dos últimos siglos. Claro, para cometer semejante atropello hace falta una situación de extrema gravedad que asuste de tal manera a la población que esta no tenga más remedio que dar el visto bueno a sus gobiernos, siendo estos últimos unos meros peleles en manos de las grandes finanzas (concretemos: de los grandes financieros, que estos tienen nombre y apellidos). La crisis, haya sido o no impulsada artificialmente, ha ofrecido la excusa perfecta para emprender un proceso que no tiene marcha atrás: las medidas que toman los gobiernos europeos no son temporales, “hasta que estemos mejor”, sino el comienzo de un nuevo ciclo que nos hará trabajar –nunca mejor dicho- “como chinos”, es decir, como nosotros mismos trabajábamos en los dos primeros tercios del siglo XIX.

¿Y en España? El causante de que nuestra economía esté débil y, por ende, no haya podido resistir la presión de los mercados a la hora de pillarnos y meternos en el mismo saco que el resto, haciendo con nosotros lo que les da la real gana, no es el PSOE de los últimos ocho años. Lo es el Partido Popular de tiempos de José María Aznar, con su escandalosamente egoísta y medioambientalmente nociva, además de ruinosa, política del ladrillo. Y también, esto hay que subrayarlo, la ambición de muchos bancos, de muchas empresas y (¡desde luego!) de muchos españolitos de a pie que intentaron obtener dinero fácil a base de especulación. Les dejo este vídeo donde Aleix Saló explica el asunto de manera muy divertida.

A Rodríguez Zapatero se le pueden criticar muchas cosas, pero él no es responsable de la crisis. Es responsable de haber hecho frente a la misma tarde y –sobre todo- mal, es decir, entregándose a Merkel y Sarkozy a cambio de unos meses más en el gobierno. Un presidente está para hacer lo que le han pedido los que le han votado, aunque estos estemos equivocados: traicionar a su propio programa electoral es un error muy grave que pone en grave peligro la esencia de la democracia. Otra cosa es que, de no haberse sometido Zapatero a la voluntad de los mercados, nos pudiéramos ahora encontrar como Grecia; es posible, pero ahí la culpa es de nuevo de su antecesor por haber convertido nuestra economía en una enorme pompa de jabón, tan vistosa como frágil. Rubalcaba pregona ahora políticas más de izquierdas que resultan difíciles de creer, visto los antecedentes. ¿Hasta ahora no descubren que bajar los impuestos es de derechas? O son muy tontos, o se callan con la mayor hipocresía. Los socialistas deben emprender un muy serio proceso de autocrítica y de limpieza interna.

Aun así, confieso que he votado –por correo- al PSOE. Y lo he hecho teniendo en mente la bochornosa traición de Izquierda Unida en Extremadura, porque creo que ahora lo prioritario es unir fuerzas para impedir (¿es posible el milagro?) la mayoría absoluta de Rajoy. Un personaje (mejor dicho: un equipo de gobierno) tan gris como siniestro que trae detrás una política neoliberal de recortes, de presión hacia los trabajadores y de privilegios para la empresa privada, ya puesta en práctica en algunas comunidades autónomas sin el menor disimulo, que va a prolongar y acentuar lo peor de la línea económica conservadora emprendida por Zapatero, profundizando en las desigualdades entre ricos y pobres –una tendencia de todo el mundo capitalista reciente, como no hace mucho se ha podido saber- y conduciendo por ello hacia una fractura social que va a radicalizar las ideologías hacia los dos extremos y conducir a una violencia creciente, primero verbal y después incluso física.

Hay además dentro del PP una línea que, aunque no mayoritaria, resulta particularmente peligrosa, la de los franquistas de toda la vida, quienes sin ser neoliberales –son dos cosas bien distintas- han sabido hacerse importantes en el partido gracias a su capacidad para emprender una ferocísima campaña mediática basada en la manipulación y la mentira más descaradas, usando la táctica Goebbels de que una mentira mil veces repetida se convierte en una verdad. Diarios y televisiones privadas que todos tenemos en mente son los tentáculos con los que, alimentándose de la crispación que conlleva la crisis, han creado una atmósfera “guerracivilista” a la que ya no somos ajenos en nuestra vida diaria. Personalmente lo noté el día en el que en un restaurante de la localidad donde ahora vivo me llamaron “socialista de mierda” (sic) al tiempo que el dueño del local me espetaba que “con Franco teníamos una democracia de verdad”, todo ello sazonado con perlas del tipo “ten cuidado a ver si te pasa algo por ahí”; son anécdotas, pero significativas. Por no hablar de las barbaridades que le puedo leer a algunos amigos en Facebook o MSN, que parecen poco menos que dictadas por ciertos columnistas y tertulianos no solo en los conceptos sino también –eso es lo peor- en el tono visceral, irreflexivo y chulesco. Muchos parecen estar deseando pillar a algún “progre” para vomitarle encima todo su odio. Con el triunfo de Rajoy –quien obviamente habrá de premiar a quienes le apoyaron- todo esto puede ir a más, y por eso creo que toca ahora más que nunca armarse de valor y decir las cosas tal y como uno las piensa. No podemos dejar que nos atropellen.

Dicho esto, cierro –por falta de tiempo- la actividad de este blog hasta después de las elecciones, cuando espero hablarles de cómo el mundo se acaba el 19-N y de cómo el pueblo aclama como nuevo soberano a un tipo la mar de hipócrita la noche del 20-N. Es decir, de El Gran Macabro y Boris Godunov. Hasta entonces, si les apetece.

sábado, 12 de noviembre de 2011

Barenboim y la WEDO en Salzburgo, 2007: Beethoven, Schoenberg, Tchaikovsky

El programa que Daniel Barenboim diseñó para la West-Eastern Divan en 2007 estaba integrado por Leonora III y las Variaciones para orquesta de Schoenberg -que ya habían interpretado el año anterior- en la primera parte y la Sexta de Tchaikovsky en la segunda. Para escucharlo me desplacé con unos amigos a una Córdoba extremadamente calurosa que nos aguardaba a 43 grados al sol. La anécdota del día fue que cuando subimos a la piscina del hotel -muy bueno pero barato: no hay muchos turistas por esas fechas- nos encontramos a la chavalería de la orquesta pegándose el remojón. Ya por la tarde nos acercamos al Gran Teatro, un poco con la mosca detrás de la oreja: todos coincidíamos en que la Patética que el argentino había grabado para Teldec en 1998 no estaba, pese a ser magnífica en sus movimientos extremos, a la altura de las circunstancias. Lo que al final esa velada escuchamos nos pareció superior, como también nos impactó la interpretación del Schoenberg. Si no escribí nada en Filomúsica –tampoco pedí entradas de prensa, claro- es porque no me había sentido nada bien tratado en la edición anterior por un señor llamado Javier Briongos y, la verdad, no me apetecía repetir la experiencia.

Sí que voy a escribir ahora, pese a mi escasez de tiempo libre, movido por los justos comentarios que me realiza mi colega Asier Vallejo en una entrada anterior (enlace), aunque lógicamente no lo hago sobre el concierto cordobés sino frente a la interpretación ofrecida varios días después en nada menos que el Festival de Salzburgo editada por Decca en CD y por Cmajor en Bluray, este último con una impresionante calidad de sonido si se escucha en DTS-HD Master Audio 5.1.

La obertura de Beethoven no es novedad con respecto a lo que ya le conocíamos a Barenboim, y de hecho existe una filmación con la misma orquesta del año anterior editada por Medici Arts: una introducción matizadísima, tensa y llena de misterio, muy gótica, da paso a la típica interpretación dramática y apasionada de Barenboim, fraseada con calidez, irreprochable en su sonido puramente beethoveniano y arrebatadora en toda la sección final. No conozco una sola interpretación en audio o vídeo claramente superior a estas dos. La que la orquesta y su director hicieron este verano en Colonia (enlace) no me pareció tan lograda.

Me gusta la manera en que Barenboim “humaniza” las geniales Variaciones para orquesta, apartándose tanto del distanciamiento analítico de un Boulez -en cualquier caso impresionante en su registro para Erato de 1991- como también del expresionismo visceral de un Solti -portentoso en su grabación de 1974 para Decca-. El de Buenos Aires, en una opción todo lo discutible que se quiera pero llena de atractivo, ofrece una interpretación llena de misterio y sutileza, dicha desde el corazón, que incluye la más variada gama expresiva posible y aporta un colorido sensual que, ciertamente, puede sonar un tanto “romántico”. Para mí el único reparo es que la orquesta se queda algo corta en virtuosismo en una obra que lo demanda en grado superlativo.

En cuanto a la Patética, se trata de una introvertida, atmosférica y muy negra interpretación. El primer movimiento resulta más bien gótico, en la línea de un Karl Böhm, si bien sorprende la aparición de varios portamentos -que no están fuera de estilo-; por otra parte, en algún pasaje la claridad de planos no está siempre conseguida y se puede reprochar que en el final la concentración no sea la mayor posible. En el Andante con grazia Barenboim supera con mucho su grabación con la Sinfónica de Chicago ofreciendo una asombrosa dosis de cantabilidad y tratando a la orquesta con una plasticidad superlativa, haciendo gala además de una melancolía muy alejada de lo decadente y de una apropiada amargura en el trío. El Allegro molto vivace, un tanto mecánico en el referido registro, se encuentra en esta ocasión matizadísimo en la dinámica y muy trabajado en las texturas, iluminando algunas líneas instrumentales que otras veces pasan desapercibidas; por descontado que la batuta rehúye por completo de la ampulosidad o el escándalo gratuito y ofrece una enorme sinceridad emocional. Justo la misma que desprende el Adagio lamentoso, para mi gusto lo más extraordinario de esta lectura por su acongojante e implacable dramatismo. La orquesta realiza un buen trabajo, aun sin sonar con toda la brillantez deseable e incurriendo en algún desliz puntual,

Completando la duración del Bluray, se ofrece -extraída de un programa dos días posterior en el Mozarteum de Salzburgo- la Sinfonía concertante para instrumentos de viento en Mi bemol mayor de Mozart, K. 297b, con los mismos solistas de la orquesta que la habían grabado ya en el concierto en Ramala de 2005: Mohamed Saleh (oboe), Kinan Azmeh (clarinete), Sharon Polyak (trompa) y Mor Biron (fagot), todos ellos muy atentamente dirigidos a pesar de algún desajuste técnico. La dirección a mí me interesa bastante: musculosa, entusiasta -pero siempre muy controlada-, elegantísima dentro de su virilidad, de amplio aliento poético en el segundo movimiento y un sentido del humor adecuadamente rústico -antes que coqueto- en el Andantino con variazioni, lo que no impide que en algún momento aparezca algún tinte amargo. Recomendabilidad total, pues.

Una última cosa: la carátula reza “A production of Fundación Barenboim-Said in cooperation with UNITEL CLASSICA with the support of Junta de Andalucía”. Que cada uno juzgue si merecía la pena o no la inversión.

jueves, 10 de noviembre de 2011

El Pelléas de Wilson y Cambreling en Madrid

No dispongo del tiempo que quisiera, así que voy al grano. Me ha encantado la propuesta de Robert Wilson para Pelléas et Mélisande, y no solo por su extraordinaria belleza visual (¡qué iluminación!), sino también por la manera de jugar con los mínimos elementos escenográficos -de lo más efectivo el bosque al principio de la obra- y por las múltiples sugerencias establecidas en perfecta sincronía con la música, que no estableciendo un discurso dramático paralelo. Por descontado que en otro título operístico un planteamiento tan conceptual, ambiguo y estilizado no convencería del mismo modo, y probablemente a mí me irritaría, pero en el universo onírico propuesto por Debussy a partir de Maeterlinck funciona de maravilla. El hecho de que -según las malas lenguas- el señor Wilson sea un perfecto engreído en el terreno personal importa poco en lo que aquí nos ocupa.

Pelleas Melisande Wilson Madrid

La dirección musical de Sylvain Cambreling estuvo en la misma línea, adoptando una lentitud que encajaba con los movimientos de los personajes y una esencialidad tan depurada como la de la escena, al tiempo que ofrecía momentos de una depuración sonora fascinante. Personalmente eché de menos mayor variedad expresiva (y también, por qué no decirlo, una mayor dosis de “inflamación amorosa”), pero no negaré la coherencia de la propuesta. La orquesta respondió muy bien a semejante planteamiento, aunque no quiero olvidar la excelente lectura que realizó en 2002 en el mismo teatro bajo la batuta de Armin Jordan.

Es precisamente en el elenco vocal donde este Pelléas preparado por Mortier no ha estado a la altura del de entonces, sobre todo porque el solo correcto Yann Beuron -necesita un canto más mórbido y matizado- no puede competir con el excelente Simon Keenlyside de aquella ocasión. Camilla Tilling, de voz pequeña pero maravillosamente timbrada, ofreció el pasado viernes 4 de noviembre una línea exquisita, inmaculada, de enorme belleza, y un distanciamiento expresivo que cuadra bien tanto con el personaje como con el planteamiento de los directores de esta producción; María Bayo, no tan excepcional desde el punto de vista técnico, me emocionó más sin que perdiera por ello idoneidad estilística.

Creo recordar que Jean-Philippe Lafont estuvo en 2002 muy bien, quizá mejor que un en cualquier caso muy adecuado Laurent Nauri -el marido de la Dessay- en estas nuevas funciones madrileñas. Ha repetido Franz-Josef Selig como Arkel, menos bien de voz que la otra vez pero cálido y emocionante a más no poder. Correcto el Yniold del niño Seraphin Kellner y discreta la Geneviève de Hillary Summers.

Muy en resumen: fascinante producción escénica y buena versión musical para una obra maestra que más gana cuanto más se la escucha. Que el público del Teatro Real aplaudiera sin especial entusiasmo me deja algo preocupado.

martes, 8 de noviembre de 2011

Réquiem de Mozart por Giulini

La noticia del fallecimiento de Eugenio Murcia Díaz, un habitual lector y participante en este blog, me ha dejado completamente de piedra esta misma tarde. En su memoria acabo de escuchar el Réquiem de Mozart en interpretación de Giulini y la Orquesta Philharmonia grabado por Sony en abril de 1989, quizá el momento más inspirado de toda la carrera del director italiano. Y aquí traigo el disco en pequeño homenaje a este amigo al que pude conocer personalmente en Alicante hace tan solo unas semanas, donde me causó una excelente impresión. Creo que a Eugenio le hubiera gustado este pequeño detalle.

Mozart Requiem Giulini Sony

La interpretación es justo la que se podía esperar: amplia, solemne, robusta, por momentos bastante más bruckneriana que mozartiana, pero en absoluto pesada o ampulosa. Nada hay aquí de retórico, de superficial o realizado de cara a la galería. Nada que ver con un Karajan, por ejemplo. El aliento de Giulini es de una espiritualidad sincera y conmovedora, y su fraseo, siempre natural, equilibrado y flexible, ofrece toda esa maravillosa cantabilidad italiana que le caracteriza sin que la tensión interna se relaje en momento alguno. Me gustaría destacar además la manera que la que el maestro defiende toda la segunda parte de la obra, es decir, la de Süssmayr, que en pocas ocasiones ha sonado más convincente. La orquesta y su coro, espléndidos. Menos bien los solistas: me interesa mucho lo que hace la contralto Jard van Nes, pero creo que Lynne Dawson y Keith Lewis se limitan a cumplir y que Simon Estes, con su particularísima voz cavernosa, no llega ni a eso. En cualquier caso la versión es de un alto nivel, independientemete de que se puedan preferir enfoques más dramáticos y escarpados. La reedición de 2010, que se vende a un precio baratísimo, ofrece una nueva remasterización “24 bit” y un par de brevísimas propinas.

Hasta siempre, Eugenio.

lunes, 7 de noviembre de 2011

López Cobos y la ONE, un reencuentro con mucho ritmo

Se preguntarán ustedes por qué me decidí a acudir al concierto del pasado sábado 5 de octubre si tengo en muy poca estima el trabajo –rutinario, gris y escandalosamente bien remunerado- realizado por Jesús López Cobos durante los últimos siete años en el Teatro Real. Pues miren ustedes, en parte porque cada cierto tiempo necesito una dosis de sinfonismo en directo, en parte porque tenía mucho morbo el reencuentro entre el maestro de Toro y la Orquesta Nacional de España transcurridos nueve años desde su última visita, todo ello en torno a un programa muy bien diseñado en torno a la danza y el mundo latinoamericano, un nexo que terminaba de subrayar la presencia del pianista dominicano Michel Camilo. Al final fue un buen concierto, por momentos más que eso.

Lopez Cobos OCNE 2011

Se abrió el programa con las Impressioni brasiliani de Respighi, una obra que vale muy poco pero que López Cobos supo interpretar con refinamiento, sensualidad y elegancia, muy desde la óptica francesa, lo cual no me parece ningún sinsentido porque le permitió enlazar con la propuesta temática realizada por Josep Pons para esta temporada: París, 1900. Solo en el tercer y último número de la obra eché de menos la chispa y brillantez que la partitura parece requerir. Más estimulante me resulta la Bachiana brasileira nº 3 de Heitor Villa-Lobos, escrita para piano y orquesta en 1938. De nuevo acertó el zamorano, ofreciendo un buen sentido de la arquitectura y controlando a un Michel Camilo que abordó la obra con adecuada seriedad, sin precipitarse en ningún momento.

Las cosas no funcionaron tan bien, ya en la segunda parte, con la Rhapsody in Blue, precisamente porque el solista sí que de dejó aquí llevar –ocurrió ya en su grabación junto a Martínez Izquierdo para Telarc- por su temperamental personalidad e intentó hacer propia una música que obviamente no es suya, sino de Gershwin: sobró nervio y se echó de menos cantabilidad en una recreación sin duda trepidante, vitalista y con mucha garra, pero lejos del ideal. Arrebatadoras la dos propinas: Camilo se interpretó aquí a sí mismo haciendo gala de ese increíble sentido del ritmo que le caracteriza, y aunque en más de un momento la precipitación (¿para qué tantas prisas?) le jugó alguna mala pasada, fue difícil resistirse ante tan asombrosa exhibición de temperamento. La batuta realizó un buen trabajo y los solistas de la orquesta –no así la sección de metales en su globalidad, que sonó regular- acertaron por completo con el estilo.

Lo mejor de la noche vino con Falla, concretamente con las dos suites de El sombrero de tres picos. Hizo en ella López Cobos gala de lo que generalmente le falta: luminosidad, alegría, color, entusiasmo y un vitalista sentido del ritmo, todo ello trabajando con solidez la arquitectura y obteniendo un digno –solo eso- rendimiento de la orquesta. Un poquito más de calma en las seguidillas y en la jota final –trepidante pero un tanto de cara a la galería- no le hubieran venido nada mal. Sea como fuere, una recreación con la que todos nos lo pasamos estupendamente.

Para terminar, dos cositas para López Cobos: felicitarle por haber superado el cáncer de riñón (me he enterado por el ABC) y recomendarle que deje de decir tonterías sobre el Teatro Real y su orquesta, porque el tiempo ha demostrado que él no llevaba razón y que su sustitución sin ser reemplazado por titular alguno no solo no ha empeorado el nivel de la Sinfónica de Madrid, sino que lo ha mejorado sustancialmente.

domingo, 6 de noviembre de 2011

Scherzo y Barenboim

La feliz incorporación de ese extraordinario crítico que es mi paisano Jesús Trujillo Sevilla (enlace) después de años alejado de los comentarios discográficos tras su salida de Ritmo me ha movido a comprar -no suelo hacerlo por motivos puramente económicos- el último número de Scherzo (enlace). Y me ha sorprendido -bueno, no tanto- leer dos comentarios en la misma línea sobre los fans de Daniel Barenboim. En la página 65, Asier Vallejo afirma que el compacto Tchaikovsky-Schoenberg con la WEDO editado por Decca "fascinará a su público, que es amplio y a veces muy combativo". En la 86, el veterano Enrique Pérez Adrián escribe que "seguramente a sus apasionadísimos seguidores les parezca estar en el séptimo cielo al ver y oír" el DVD del 1 de mayo de 2006 con la Filarmónica de Berlín integrado por obras de Mozart, recientemente reeditado (a él corresponde el siguiente clip).


Creo que me puedo considerar entre los aludidos. Y por ello me permito preguntarme si nuestra indiscutiblemente apasionada insistencia en reivindicar la figura del de Buenos Aires puede deberse, en parte, a la manera en que ésta ha sido ninguneada durante lustros por críticos señeros de la citada revista como Ángel-Fernando Mayo, Arturo Reverter o -sobre todo- el citado Pérez Adrián. El tiempo ha puesto las cosas en su sitio, y ya nadie se cree eso de "correcto pianista metido a director" que leí en sus páginas a principios de los noventa. Otra cosa es que a algunos les cueste la vida bajarse del burro y sigan erre que erre. Allá ellos.

viernes, 4 de noviembre de 2011

Solti de los sesenta, Solti de los ochenta

BEETHOVEN: Sinfonía nº 5. STRAUSS: Don Juan. WAGNER: El holandés errante, obertura.
Orquestas del Covent Garden y de la BBC de Londres. Dir: Sir Georg Solti.
Ica Classics, ICAD 5024
DVD
96’20’’
ADD
Ferysa
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Solti Wagner Strauss Beethoven ICA Classics

No es lo mismo el Solti de los sesenta que el de los ochenta. Estas electrizantes recreaciones de la obertura del Holandés wagneriano (1963) y del Don Juan de Strauss (1967), filmadas en blanco y negro y lastradas por un discreto sonido monofónico, son difíciles de superar en brillantez, teatralidad, incisividad y garra dramática, pero la inflamación llega a tal extremo que la batuta, siempre al borde del descarrilamiento, no permite a la música respirar como es debido; tampoco la Orquesta del Covent Garden, de la que Solti ostentaba por entonces titularidad, era nada del otro jueves.

La Quinta de Beethoven, filmada en color y registrada con buen estéreo en 1985, nos muestra a un maestro mucho más flexible e imaginativo que sigue desprendiendo fuego, nervio y sinceridad por los cuatro costados, por lo que los resultados de esta arrolladora y genial interpretación al frente de la Orquesta de la BBC, probablemente la mejor en DVD a día de hoy, se acerca muchísimo a su milagro de 1987 con la Sinfónica de Chicago. Lástima que el bonus, media hora de fascinantes ensayos y conversaciones con John Culshaw en torno al poema sinfónico de Strauss, ofrezca subtítulos tan solo en francés y alemán. Aun así, indispensable.

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Artículo publicado en el número de noviembre de 2011 de la revista Ritmo.

Esto existe

Haciendo una comparativa de la Sinfonía Renana descubro que esto existe. La he escuchado de inmediato: es hermosísima. No hace falta decir m...