jueves, 12 de junio de 2025

Berlioz por Giulini: canto y arrebato

Venga, otro disco de la caja Warner dedicada a Giulini que acaba de salir al mercado: selección orquestal de 53 minutos del Romeo y Julieta de Berlioz, grabación al frente de la Sinfónica de Chicago realizada por EMI en octubre de 1969. Me parece que es el único testimonio del maestro dirigiendo al compositor francés, y quizá el primero de sus encuentros discográficos con una CSO que en aquel momento acababa de nombrar a Solti como titular.

¿El nuevo reprocesado? Pues miren, la grabación no es particularmente buena, quizá por culpa de la pelicular acústica del Medinah Temple que por entonces se estaba utilizando para los discos, pero tras la audición he escuchado un fragmento del CD antiguo y se me han puesto los pelos de punta: ¡qué mal sonaba aquello! Se ha corregido de manera apreciable la distorsión tímbrica y se ha ganado en potencia de las frecuencias graves. Mucho mejor ahora.

De la versión, qué vamos a decir. Vale, de acuerdo, a la escena de la fiesta se le puede pedir un poco más de brillantez, de sentido teatral, pero tal insuficiencia la compensa la propia orquesta. Y ella misma es justo la que también ayuda en el Scherzo de la reina Mab, no del todo electrizante pero expuesto con una limpieza, una depuración sonora y un equilibrio polifónico absolutamente increíble. Por lo demás, puro Guilini. 

Y que nadie se empeñe en ver a un maestro "germanizado", porque a mi entender el fraseo orgánico de su batuta no proviene tanto de la tradición centroeuropea, como más bien de algo que no se encuentra muy distante de aquella, pero que es diferente: el canto. Esas amplias frases melódicas, esa manera de respirar, de sacar provecho expresivo del legato, de calcular las pausas para "tomar fiato", de moverse de la ensoñación al ardor más físico para luego pasar a la ternura, esa valentía a la hora de alcanzar los clímax, no son "contaminación wagneriana" la etiqueta es de Gardiner, sino pura latinidad. Cosa que no le sienta mal a Berlioz, un señor que era francés y que presentaba muchos puntos de contacto con lo centroeuropeo, pero que era capaz de escribir unas melodías de belleza suprema que solo materializan su potencial cuando hay una voz o en este caso una batuta que sepa cantar de verdad. Lo diré de otra manera: ¡qué maravillosa escena de amor, sensualísima como también profundamente arrebatada, nos entrega el maestro de Barletta!

La conclusión parece clara: compren la nueva caja de Warner y tiren las anteriores ediciones de EMI dedicadas a Giulini a la basura.

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