Es bien sabido que Sir Georg Solti salió escaldado de su breve titularidad de la Orquesta de París, entre 1972 y 1975: se llevaban bastante mal, al parecer. De lo que yo no tenía ni idea es de que hubieran grabado un solo disco juntos. Al menos, no he podido localizar ninguno que no sea este dedicado a Franz Liszt: Tasso, Vals Mefisto nº 1 y De la cuna a la tumba, registros realizados en la Salle Wagram entre el 29 de mayo y el 1 de junio de 1974.
Conocía parte del contenido, y escuchar el disco completo me ha resultado una experiencia gratificante. La batuta del maestro húngaro es, sencillamente, la ideal para recrear estos poemas sinfónicos. Y lo es no solo por la fabulosa mezcla de sentido teatral, electricidad y refinamiento que la caracterizan, sino también por la sinceridad que desprende: todas las posibles debilidades de esta música quedan exorcizadas por la vehemencia y la garra que desprende Sir Georg. Pero ojo, que con eso no basta: si con frecuencia el maestro, sobre todo en sus tiempos más tempranos, no acompañaba su impulso vital con la suficiente dosis de concentración y de flexibilidad, aquí se muestra como un artista ya completamente maduro que sabe frasear con la naturalidad, la lógica en la administración de tensiones y el reposo que las notas piden. A todo ello hay que sumar el portentoso rendimiento que obtiene de la orquesta de la que entonces era titular, que le suena mucho más angulosa y menos difuminada que como se supone debe sonar una formación francesa.
Luego se podrán poner algunas puntualizaciones. Por ejemplo, en Tasso echo de menos una sección lírica todavía más efusiva y elevada, justo como hará Karajan. Claro que a este –he querido realizar la comparación– se le va la mano en un final hinchado a más no poder: me quedo con Sir Georg. El Vals Mefisto que grabó en Chicago en 1993 –también me he puesto a comparar– no me parece mejor que este: son los dos igual de admirables, aunque les falte un poquito de magia. De la cuna a la tumba recibe otra magnífica recreación, aunque obviamente es en la sección central donde Solti se siente más a gusto desplegando incisividad y tensión dramática.
El gran ingeniero Kenneth Wilkinson y sus colegas realizan un formidable trabajo sorteando la complicada acústica de la Sala Wagram, así que solo podemos celebrar los resultados y lamentarnos de que no se grabara la serie completa de poemas sinfónicos lisztianos.
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