Me he dicho un colega que no debería haber mencionado a Onofri en la entrada anterior. Le he respondido que lo puse ahí simplemente para que el lector supiera a qué maneras interpretativas me estaba refiriendo, pero le añadí otra cosa: que ha llegado un momento –el de mi incipiente vejez, para qué voy a engañarme– en el que ya no pienso que se trata de una cuestión de gustos, que por razones de sensibilidad personal no he logrado ver lo que otros ven, sino que este señor es, así de sencillo, un pésimo músico. De hecho, estaría en mi lista de "top ten" de directores de orquesta horribles –de los famosos, se entiende– en la actualidad.
Efectivamente. Como violinista Enrico Onofri me parece malo. El sonido de su violín me resulta feo, sin llegar al extremo del de una Amandine Beyer. Pero eso no es lo importante. Lo grave es el mal gusto con que toca: una perfecta mezcla de cursilería, vulgaridad y –sobre todo– pretenciosidad. Como director de orquesta la cosa es peor, porque le falta técnica por todas partes. Su concierto al frente de la ROSS lo considero como uno de los tres o cuatro peores que he escuchado en mi vida, y su Haydn la aberración musical número uno de las sufridas en este genial autor. No se puede ser más zafio y hortera, ni tomarle el pelo al personal con mayor descaro. ¿Pienso que a los amantes de Onofri les falta el buen gusto? Sí, lo pienso, igual que algunos de sus admiradores consideran que soy un enorme ignorante. Nadie nos va a hacer cambiar de opinión, ni tenemos por qué modificarla. En cuanto a usted, ahí tiene lo que yo llamo una colección de saltitos repipis y de sonoridades desagradables al oído para que opinen por sí mismos.
El puesto número dos de pésimo gusto en la batuta –batutita en este caso concreto, porque la usa de pequeño tamaño– está adjudicado desde hace tiempo: Valery Gergiev. No entro en la circunstancia de que sea un trepa que se ha hecho inmensamente rico a base de ser la voz musical de un genocida. Lo que me importa es lo rematadamente mal que dirige. Primero, porque es chapucero en lo técnico. Lo segundo, porque es un flojo que ensaya muy poco. Lo tercero y decisivo, que coincide con Onofri en su vulgaridad: dramatismo significa decibelios, sensibilidad equivale a blandura. Y así todo. Vamos, un paleto al que de vez en cuando le dan un Rolls-Royce del calibre de la Filarmónica de Berlín o la Filarmónica de Viena para que juegue con él. O le daban, porque ahora se va a tener que conformar con las mediocres orquestas de Vladimir Putin.
Tres, François-Xavier Roth. Otro que tal baila. No le "calé" hasta que le escuché una Tercera de Bruckner en directo en Colonia (reseña), que me parece que es la misma que luego ha salido en disco. Mala, mala, mala. Y no es ya una cuestión de estilo, o de mejor o peor gusto, sino de planificación pura y dura. De técnica, vamos. No me vengan con historias: este señor dirige mal, y punto. ¿Que de vez en cuando le llamaban, antes del turbio asunto de las fotopollas, desde la mismísima Filarmónica de Berlín? Pues sí, igual que convocaban a Gergiev.
Cuatro, Kirill Petrenko. Considero su técnica de batuta como una de las más grandes que han existido. ¿Entonces? Sencillo: anémico, trivial, blando y cursi hasta decir basta. En Richard Strauss, en ópera y en cierto repertorio del siglo XX –el más expresionista– ha hecho cosas grandísimas. En el resto me parece un fraude mayúsculo.
No sé a quién poner a continuación. O sí lo sé, pero me resulta triste decirlo: Pablo Heras-Casado. Un señor que empezó derrochando un talento inmenso, pero que ha firmado tres de los peores discos de las últimas décadas. ¿Adivinan? Sí, los tres dedicados a los conciertos de Schumann. Nadie me va a convencer con ningún argumento histórico-filológico de que ahí el sonido de la Barroca de Friburgo no es feo, de que el fraseo no es caprichoso y de que la expresividad no se mueve entre lo frívolo, lo brutal y lo histérico. La muy deficiente planificación de La mer en el concierto con la orquesta de Roth que comenté hace poco (aquí) me permiten confirmar que a este señor, tan prometedor hace años, le pasa algo grave.
De momento aquí lo dejo. Ya se me ocurrirán otros nombres. ¿Welser-Möst? ¿El Gardiner actual? ¿Tielemann? ¿Minasi?
Foto: De Christian Michelides, CC BY-SA 4.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=56489778
3 comentarios:
Servidora tiene entrada para el Rosekavalier de "estreno" de Kirill en la Scala...menos mal! Ópera y de Strauss!
Tambien debo confesar que me he prohibido ni intentar volver a escuchar a Brahms por Petrenko. No me gusta disgustarme.
Yo le escuché Rosenkavalier a Kirill en Múnich y me pareció maravilloso. Lo demás... pues eso.
Kirill Petrenko es un absoluto fraude respecto a la musica sinfónica. Pero ahí sigue y los músicos parecen encantados... Mientras no les hagan trabajar de más, mejor, por eso no quisieron al grandísimo Barenboim...
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