martes, 2 de julio de 2024

Martha Argerich en Hamburgo: la fiera a los ochenta y tres

El cinco de junio Martha Argerich cumplió ochenta y tres años. ¡Cómo pasa el tiempo! El próximo sábado tiene previsto actuar en Granada con su exmarido Dutoit. Saldrá en olor de multitudes, pero creo que hago bien en abstenerme: nunca me terminó de convencer cómo hizo el Concierto para piano de Schumann. Ni con Rostropovich, ni con Harnoncourt, ni con Chailly ni con Barenboim. Demasiado nerviosa. Lo que sí he hecho es aprovechar mi estancia en Hamburgo –ya estoy de vuelva– para verla en el concierto conclusivo del Festival Argerich que ha habido en la Elbphilharmonie, en el cual tocaba dos de sus verdaderas especialidades: el Concierto para piano nº 1 de Shostakovich y El carnaval de los animales.

Eso sí, antes me tuve que tragar una Sinfonía nº 1 de Beethoven a cargo de la Sinfónica de Hamburgo y su titular Sylvain Cambreling que, la verdad, se podían haber ahorrado. Absolutamente descomunal recreador de la música de Olivier Messiaen, el maestro francés tiene poco que aportar en el repertorio clásico. Tras un arranque algo desajustado, ofreció un primer movimiento muy sensato para luego fracasar en un Andante inquieto, sin sensualidad ni poso lírico, amén de confuso en el entramado polifónico. Algo rígido el Menuetto, tan sólido como sensato el Finale. La orquesta demostró mucha profesionalidad, pero yo preferí desentenderme de la interpretación y dedicarme a repasar qué hacía en tal momento o en aquel otro el sordo genial. ¡Qué tío, oigan!

Mejor estuvo Cambreling en un Shostakovich muy bien expuesto y dicho con ganas. Eso sí, dentro de una óptica más "romántica" que expresionista, lo que no dejó de sorprender. Argerich, algo menos atrevida en determinadas frases –la del arranque mismo– que en recientes ocasiones, estuvo formidable de dedos, manejó los recursos del piano con plenitud –maravillosos reguladores– y acertó de pleno en la expresión, desde lo juguetón hasta lo desgarrado pasando por la más íntimamente poético. Su toque y su fraseo, los ideales. Ella ha nacido para esta obra, como también para el Nº 3 de Prokofiev. Punto. Por si fuera poco, tuvo el gusto de traerse a uno de los trompetistas que mejor ha desempeñado esta parte, Sergei Nakariakov, ya presente en su grabación para EMI (aquí discografía comparada): estuvo controladísimo, muy vigilante de no tapar a la estrella –hubo algún desajuste puntual–, y aportando un punto aguardentoso de lo más conveniente. Solo faltaban el humo de los cigarros y el olor a whisky.


La segunda parte se abrió con la concesión de un premio al pianista Anton Gerzenberger –ofreció un precioso Chopin a cambio– y continuó con una particular recreación de la página de Saint-Säens antes citada, narrada con diálogos entre Annie Dutoit –hija de la artista, evidentemente– y Daniel Arkadij Gerzenberg. Ella en inglés, él en alemán, así que me enteré solo de la mitad del asunto, que a decir verdad era bastante divertido.

¿Y la versión musical? Sorpresa: Cambreling destapó el tarro de las esencias y estuvo formidable. Muy francés, eso sí, lo que significa entre otras cosas que el león no rugió todo lo que podía haberlo hecho, mientras que en al acuario consiguió una de las más refinadas y poéticas interpretaciones que yo haya escuchado. Argerich derrochó sensibilidad, sutileza y concentración –sí, también esto último, que cuando ella quiere bien que lo ofrece– en el piano izquierdo, mientras que dejó el derecho para dos jovencitos que se iban alternando, David Chen y Roman Blagojevic. La orquesta se comportó muy bien, aunque elefante y cisne –algo blando– no fueran gran cosa. En cualquier caso, una larga y maravillosa mañana musical esta del domingo 30 de junio.

4 comentarios:

Guillermo dijo...

Buenos días. Martha Argerich cumplió 83 años el pasado 5 de junio.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

¡Junio! Es verdad, millones de gracias por la corrección. Ahora lo cambio.

Fco.Javier dijo...

Fernando, y ¿qué tal la Acustica de esa maravillosa sala?

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Yo diría que la acústica es magnífica, pero mi preferida sigue siendo la Philharmonie de Colonia. ¡Saludos!

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