Después de muchos días sin escuchar discos –razones personales de muy diversa índole–, he caído en la trampa del Halloween ese: ahí va una comparativa de Noche en el Monte Pelado, por supuesto que en la más famosa de las múltiples ediciones de la partitura que existen, no otra que la de Rimsky-Korsakov. La original de Mussorsgky a mí me gusta mucho en su anárquica genialidad, pero he tenido que ponerme limitaciones porque de otra manera no daba tiempo: he vuelto a escuchar la mayoría de los registros siguientes, pero las notas de algunos de ellos tienen ya varios años. Es posible que hoy mi opinión fuera distinta, y por eso mismo les recuerdo una vez más que eso de los puntos del uno al diez sirve solamente saber en un vistazo rápido cuáles son las grabaciones que más le gustan al que firma.
Feliz Día de Todos los Santos, que es lo que aquí en España celebramos.
1. Markevitch/Nacional de la Radiodifusión Francesa (EMI, 1954). Adoptando tempi muy rápidos, pero sin perder el control en ningún momento (¡qué técnica de batuta!), y siendo capaz de ofrecer flexibilidad cuando corresponde, el maestro ucraniano ofrece la interpretación más violenta imaginable. Las cuerdas están a tope de electricidad, las maderas suenan incisivas –nada aquí de morbidez francesa– y los metales se muestran imponentes a más no poder. El resultado, que no nos deja un momento de respiro, es tan impactante como limitado a la hora de atender a todas las posibilidades de esta música. Sonido monofónico bastante plano, pero con buena gama dinámica. (9)
2. Giulini/Orquesta Philharmonia (EMI, 1956). Sorprende el maestro italiano al ofrecernos una interpretación rápida, seca, escarpada y llena de electricidad, potenciando aún más el carácter visionario de la partitura: nunca ha sonado la versión Rimsky tan cercana a la original de Mussorgsky. Eso sí, la batuta –extrañamente– anda un poco corta de matices. Muy bien llevada la sección lenta, aun sin llegar a la poesía esperable en el de Barletta. Formidable la orquesta, no muy bien grabada desde el punto de vista tímbrico en un temprano estéreo que no convence ni siquiera tras la reciente recuperación en alta resolución. (9)
3. Mitropoulos/Filarmónica de Nueva York (CBS, 1957). El estupendo reprocesado de lo que ha revelado ser una magnífica toma estereofónica permite que luzca en su esplendor el arte de un maestro hoy en exceso olvidado. Efectivamente: el griego aquí se aleja de todo efectismo para, sin renunciar en absoluto a la fuerza dramática que caracterizaba sus interpretaciones, mostrar un enorme control de los medios a la hora de planificar la arquitectura horizontal, desmenuzar el tejido sinfónico y sacar el mayor rendimiento de una orquesta que distaba de ser óptima. El resultado alcanza un admirable equilibrio entre brillantez y poesía. (9)
4. Cluytens/Orquesta Philharmonia (EMI, 1958). Aunque era flamenco, Cluytens fue el maestro por excelencia de “lo francés”. Ofrece así una recreación bien trazada en la parte tempestuosa –buen equilibrio entre fuerza dramática y finura de trazo– para luego dejarse llevar por una ensoñación seguramente excesiva, pero muy hermosa. El solo de flauta, mórbido a más no poder. Lo dicho: muy francés. (8)
5. Maazel/Filarmónica de Berlín (DG, 1958). El joven Maazel apuesta por el nervio, la brillantez y cierta aspereza que le sientan muy bien a esta música, y al mismo tiempo utiliza su soberbia técnica de batuta para aportar muchas resoluciones personales. Por desgracia, estas unas veces interesan y otras convencen poco, y a la postre su lectura termina resultando algo artificiosa y de cara a la galería. En la sección lenta final tampoco termina de explorar las posibilidades poéticas. Toma seca, descarnada y sin relieve. (7)
6. Ormandy/Orquesta de Philadelphia (CBS, 1959). Se supone que este repertorio colorista y vistoso es lo que mejor interpretaba el maestro de origen húngaro con su formidable orquesta norteamericana. De ahí quizá el mal sabor de boca que deja la audición: se agradece que Ormandy vaya despacio paladeando bien la música, e interesa que se implique con algunos personales juegos agógicos, pero las tensiones no afloran. El resultado es una interpretación un tanto apagada y falta de continuidad. La toma necesita urgentemente un nuevo reprocesado: desconozco si la nueva caja que acaba de sacar Sony lo ofrece. (6)
7. Solti/Filarmónica de Berlín (Decca, 1959). Nadie podía dudar que el desarrolladísimo sentido de la brillantez, la electricidad y la teatralidad de Solti le convertían en un director idóneo para esta página. La sorpresa viene porque, además de las virtudes citadas, el maestro hace gala de una concentración, un refinamiento y un vuelo poético que por aquellas fechas todavía no había acabado de desarrollar: la sección conclusiva es un prodigio. Ideal, por descontado, la mezcla del fulgor de la batuta del húngaro con el músculo de la formación alemana. La toma, solo seis meses posterior a la de Maazel pero bastante superior, hace que esta luzca como se merece. (9)
9. Ansermet/Orquesta de la Suisse Romande (Decca, 1964). Hay que admirar que el maestro no se decante por el efectismo, al tiempo que consigue hacer que los metales de su orquesta suenen con una grandeza opresiva de lo más adecuada, pero lo cierto es que su versión adolece de una flacidez considerable, carece de tensión interna y solo bien avanzada la página parece adquirir un poco del fuego diabólico que necesita. La sección final está bien, solo eso. (7)
10. Bernstein/Filarmónica de Nueva York (CBS, 1965). El –por aquella época– tantas veces nervioso e incluso descontrolado Lenny parece aquí seguir los pasos del registro de Mitropoulos con la misma orquesta optando por la concentración, el control y un tratamiento sinfónico de enorme plasticidad. Lástima que la sección en la que la música se apacigua –justo antes de los solos de clarinete y flauta– no termine de estar conseguida. La toma se ha revelado excelente tras el último reprocesado. (8)
11. Solti/Sinfónica de Londres (Decca, 1966). Siete años después de su interpretación berlinesa, Sir Georg pierde un poquito de electricidad para ganar, diría que considerablemente, en claridad de texturas –la toma ayuda–, en atención al matiz y en sentido del color, atendiendo plenamente tanto a los aspectos propios de Mussorgsky como a las aportaciones más “románticas” de un Rimsky, consiguiendo así un perfecto equilibrio entre ambas facetas de la página. El resultado, de referencia. (10)
12. Ancerl/Filarmónica Checa (Supraphon, 1968). Aun seriamente lastrado por las limitaciones de la orquesta –muy peculiar el sonido del clarinete–, el maestro checo logra ofrecer una muy notable interpretación, cuidadosa e inspirada, en la que desconciertan algunos personales juegos con la agógica. Discreta la toma, y abiertamente malo el reprocesado: se han merendado las frecuencias agudas. (7)
13. Ozawa/Sinfónica de Chicago (RCA-Sony, 1968). He aquí un Ozawa que, aun sin resultar particularmente fiero, se recrea sin disimulo en la brillantez e incluso en la ferocidad de la página aprovechando al máximo una orquesta de enormes posibilidades y una técnica de batuta de enorme exactitud. En la segunda parte de la obra, aun estando recreada de manera irreprochable, no aparece –ni para lo bueno ni para lo malo– el Ozawa más sensual y evocador de etapas posteriores de su carrera. Muy buena la toma, que en alta definición adquiere gran relieve y brillantez. (9)
14. Markevitch/Gewandhaus de Leipzig (Berlin Classics, 1973). Diecinueve años de su grabación parisina, Don Igor se muestra muchísimo más ortodoxo, léase menos personal, más sensato en los tempi y menos feroz que en aquella ocasión, aun manteniendo su capacidad para sostener la tensión y apostando de nuevo por una sonoridad áspera que le sienta muy bien a la obra. Es el último tercio de la misma, lógicamente, el que sale ganando. La reciente recuperación de la toma en alta definición no deslumbra: se ve que la ingeniería original no daba mucho de sí. (8)
15. Barenboim/Sinfónica de Chicago (DG, 1976?). Ya desde los primeros compases, mucho antes ominosos que electrizantes, queda claro que la opción del de Buenos Aires no apunta hacia los aspectos más aristados de la escritura orquestal, sino hacia la atmósfera, lo que no le impide ir construyendo gradualmente las tensiones hasta alcanzar clímax de enorme fuerza dramática. Por otra parte, hay que asombrarse ante el soberbio ejercicio de disección que realiza la batuta: hay detalles que literalmente solo se escuchan en esta recreación, circunstancia a la que tampoco son ajenas ni la increíble orquesta ni una toma que suena de manera asombrosa tras el reciente reprocesado. (9)
16. Rostropovich/Orquesta de París (EMI, 1976-77). Slava acierta apostando por una visión áspera y electrizante, pero en absoluto vulgar ni precipitada, que mira no solo a Rimsky sino también a Mussorgsky. En cualquier caso, la personalidad del genial violonchelista se hace presente con la maravillosa poesía con que está cantada toda la sección lírica. (9)
17. Maazel/Orquesta de Cleveland (Telarc, 1979). Un Maazel muchísimo más sensato, musical y –en definitiva– maduro que el de su temprana grabación en Berlín ofrece una tan ortodoxa como bien realizada interpretación que, sin resultar particularmente inspirada, ofrece algunos detalles de claridad reveladores y alcanza elevada poesía en los solos de clarinete y flauta. Muy buena la toma, ya digital. (9)
18. Colin Davis/Orquesta del Concertgebouw (Philips, 1980). Recuerda un tanto Sir Colin a Barenboim: empieza con más carácter ominoso que electricidad, deja respirar a la música y va haciendo progresar las tensiones de manera implacable, para finalmente explayarse con cantabilidad y concentración en toda la sección lírica. Cierto es que no alcanza la increíble claridad del argentino, pero sí su depuración sonora –admirable tratamiento de las maderas–, refinado sentido del color y exquisito gusto, al tiempo que le supera en elegancia y naturalidad del trazo. La orquesta está soberbia y contribuye al resultado final poniendo brillantez y musicalidad a partes iguales. Toma espléndida. (9)
19. John Williams/Boston Pops (Philips, 1988). No se puede acusar al autor de Star Wars de hacer una versión “peliculera”. Antes al contrario, evidencia un gusto irreprochable y se aparta todo lo que puede del escándalo gratuito. De lo que sí se le puede acusar es de incapacidad para inyectar electricidad, tensión interna y sentido de la continuidad a su interpretación, y eso es particularmente grave en una obra como esta. La orquesta, plena de virtuosismo y tímbricamente seductora, puede hacer poco para remediarlo. Irreprochable la toma. (6)
20. Kunzel/Cincinnati Pops (Telarc, 1988). Grata sorpresa por parte del con frecuencia discreto y a veces algo hortera Erich Kunzel escuchar una interpretación de tan buena factura, no solo con todo en su sitio sino también sensata y musical, incluso inspirada. Que la cuerda quede un tanto en segundo plano puede deberse tanto a la búsqueda de brillantez por parte de la batuta como a una toma –como en la mayoría de sus discos– algo desequilibrada, aunque tímbricamente exquisita y holgada en las frecuencias graves. (7)
21. Sinopoli/Filarmónica de Nueva York (DG, 1989). Una sensata y bien expuesta interpretación, interesante por el nervio y la incisividad de sus momentos más encrespados, aunque no muy poderosa ni opresiva en su atmósfera, como tampoco dotada de una especial garra. Lenta y bien paladeada la sección final. Estupenda la labor de los ingenieros del sello amarillo. (8)
22. Muti/Orquesta de Philadelphia (Philips, 1990). Increíble orquesta, y no menos increíble grabación, al servicio de un Muti que ofrece exactamente lo que de él se podía esperar, una lectura musculada, poderosísima y de enorme garra dramática, formidablemente planificada y sabia a la hora de no confundir electricidad –que la hay en grandes dosis– con violencia. Existen versiones todavía más claras, como también de mayor elevación poética –la sección lenta se queda algo corta–, pero pocas tan redondas. (9)
23. Gergiev/Filarmónica de Viena (Philips, 2000). Interpretación francamente vistosa, muy encendida en la primera parte y de apreciable sensualidad en la segunda, en la que Gergiev extrae un sonido adecuadamente ruso a la formación vienesa, pero no consigue soslayar su habitual tendencia a obviar matices y a recrearse en los grandes contrastes sonoros y expresivos. Demasiada vulgaridad para tratarse de la primera grabación de la obra que realiza la formación vienesa en toda su historia. (7)
24. Nagano/Sinfónica de Montreal (Decca, 2015). Interpretación dicha con empuje, con entusiasmo, que busca una brillantez por momentos excesiva antes que detenerse en la clarificación del entramado orquestal o en los matices. Muy sensual la sección conclusiva. Grabación en vivo con abundantes ruidos del público, de gama dinámica muy amplia pero un tanto difusa, aunque con buen cuerpo. (8)
25. Dudamel/Filarmónica de Viena (DG, 2016). Lejos de ser el maestro colorista y extrovertido que el tópico pretende hacernos creer, el venezolano se está mostrando cada vez más –aun con no pocas irregularidades– como un director capaz de destilar sensualidad y poesía en grado superlativo. Es justo lo que ocurre en esta recreación que, sin ser la más electrizante o escarpada posible en la primera parte, nos atrapa en la segunda haciendo gala de concentración y vuelo lírico admirables. A destacar la excelencia de una flauta que frasea de manera excepcional sobre el color plateado de la cuerda vienesa. Toma de gran calidad, aunque no a la mayor altura posible: la orquesta suena un poco difusa y hay más reverberación de la cuenta. (9)
Se me olvidaba la versión más terrorífica de todas: Stokowski con la Sinfónica de Londres (Decca, 1967) en arreglo del propio director. El horror de los horrores, se lo juro.
5 comentarios:
Interesantísima y completísima, como siempre.
Cuando se citan aquí, en los comentarios, otras grabaciones no es para reprochar nada, sino sólo para dejar constancia de otras versiones que quizás a los lectores, y a usted mismo, por qué no, les podría gustar conocer.
Yo he escuchado hace poco una que me ha gustado muchísimo, que es la de Leopold Stokowski en vivo, con la Orquesta de Filadelfia, de un concierto de 1962 (el disco que trae la Cuarta de Sibelius), en Pristine Classical (estéreo). Es la orquestación del propio Stokowski, que otros han grabado también, menos francesa y más rusa en color y sabor. De todas las grabaciones que he escuchado de esa orquestación es de largo la mejor. Ahí queda para el que quiera conocerla.
Sobre el tema de las puntuaciones, yo siempre he pensado que eran útiles, para el que puntúa y para el que lee. Exige un esfuerzo comparativo extra, y de matiz, y además orientan mucho.
Gracias por esta discografía. ¡Una gran lectura para el día de difuntos!
Me refería a Cuadros de una exposición. Tenía las dos comparativas abiertas y me he equivocado de sitio. Disculpa. Lo pongo allí.
Sobre la versión de Decca de Cuatro Fases de Stokokowski, en efecto, muchas de esas grabaciones tienen un sonido manipuladísimo y bastante horrible. Un "experimento" de mezcla multicanal que en ocasiones resulta incluso desagradable. No todas, claro.
La versión en vivo de la Noche en el Monte Pelado que recordaba era la de BBC Legends, con la Royal Philharmonic, de 1969.
Muchas gracias por la comparativa sobre la Noche en el Monte Pelado. Me parece muy completa, como todas las tuyas, y hay unas cuantas versiones que no conocía y que tengo muchas ganas de escuchar…
Sólo un par de cuestiones. Leo que en la versión de Giulini te sorprende que no aparezca su grado de poesía habitual en los fragmentos líricos; claro, que este es un Giulini todavía muy temprano, y va a ser sobre todo desde los años setenta cuando su estilo más reconocible de la etapa final se desarrolle del todo.
Y sí, como dices, la grabación de Stokowski es el “horror” que comentas. Creo que no hay mejor intérprete de la orquestación de Stokowski que el propio Stokowski, (nadie más puede dar sentido a semejantes efectismos), pero es, en cierta forma, la plasmación más exacta de la vertiente más hollywoodiense de la fiesta de Halloween que ahora está llegando…
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