viernes, 29 de septiembre de 2023

Bruckner, Sinfonía nº 4, "Romántica": discografía comparada

Anton Bruckner escribió su Sinfonía nº 4, "Romántica" en 1874, pero de momento no la estrenó. Entre 1878 y 1880 realizó una sustancial revisión en la que el cambio fundamental era un Scherzo completamente nuevo, muy distinto del anterior; el antiguo solo puede conocerse en contadas recreaciones discográficas, si bien yo mismo tuve la oportunidad de escuchárselo en directo a Jesús López Cobos. TRas el estreno de esta revisión en 1881 vinieron más modificaciones que han dado lugar a las diferentes ediciones e la partitura que se conocen, pero en esa cuestión no voy a entrar: todas las grabaciones que se comentan a continuación corresponden a la versión revisada, es decir, a la que estamos acostumbrados a escuchar. Quien quiera más información sobre a qué edición corresponde cada registro, puede consultar en este enlace.

 

1. Furtwängler/Filarmónica de Berlín (DG, 1951). ¿Hasta qué punto puede permitirse un director atentar contra la una arquitectura catedralicia, es decir, de dimensiones colosales y tensiones milimétricamente calculadas, para dejarse llevar por la emoción? Porque si esta es la sinfonía “Romántica”, Furt la hace “ultrarromántica”. Eso sí, desde su muy personal punto de vista: adiós –excepto en el Trío– a la contemplación paisajística, a la sensualidad y al lirismo panteísta, bienvenidos los más tempestuosos conflictos existenciales. Habrá unos cuantos directores que sigan esta línea: sus resultados serán igual de discutibles, pero no tan interesantes, por la sencilla razón de que el mítico maestro alemán dominaba como nadie el arte de la transición, del desarrollo orgánico de una fuerza telúrica que no sale del podio, sino del sonido mismo, y que la batuta no puede sino ir encauzando mediante un enfrentamiento extremo que pone a las tres partes –la música, el director y la orquesta– al borde del precipicio. Que la edición sea la Löwe del estreno –con platillos en el Finale– es lo de menos en medio de semejante torrente de emociones. La toma de este concierto en Stuttgart recoge con suficiente gama dinámica los resultados del encuentro. (8)

 

 

2. Bruno Walter/Sinfónica de Columbia (CBS, 1960). Es esta una hermosa, lírica y contemplativa recreación, dicha con la nobleza propia del Walter anciano, en la que sobresale un primer movimiento admirablemente planificado y materializado. Al Andante le falta un poco más de efusividad y de calidez, aunque se encuentra paladeado con enorme naturalidad. En el Scherzo pincha seriamente un Trío tan suave que llega a irritar, mientras que el Finale arranca más nervioso de la cuenta y no termina de conseguir toda la unidad que necesita el monumental edificio sonoro. La orquesta tampoco es que sea muy allá, la verdad sea dicha. El nuevo reprocesado demuestra que la toma sonora sí que estuvo a la altura. (8)

 

 

3. Klemperer/Orquesta Philharmonia (EMI, 1964). No hay sorpresa, tratándose de quien se trata: la arquitectura es tan asombrosa como la ejecución orquestal, pero el enfoque resulta muy discutible por eliminar toda sensualidad y toda atmósfera para limitarse a subrayar los aspectos más escarpados de la página. Eso sí, nada que ver con la elasticidad de Furtwängler: aquí la arquitectura es de una severidad extrema. Quizá demasiado: el primer movimiento resulte aséptico mientras que el segundo, de interesante sabor amargo, esté bien a secas. El Scherzo, lento e interpretado a mala leche, es por el contrario sensacional, con un Trio en absoluto edulcorado pero lleno de cantabilidad. El Finale comienza demasiado rápido, para luego alcanzar unas dosis descomunales de fuerza telúrica y hasta de carácter visionario. A la postre, hay que conocer esta interpretación. (8)

 

 

 4. Mehta/Filarmónica de Los Ángeles (Decca, 1970). Le quedaban dos semanas al maestro de Bombay para cumplir los treinta y cuatro. Hay que admirar que a esa edad lograse levantar con semejante solidez un edificio sonoro tan complicado como la Romántica, haciéndolo con una lógica constructiva tan indiscutible, con tan meridiana claridad de planos sonoros, desgranando la partitura con enorme naturalidad y manteniéndose ajeno tanto a blanduras más o menos pastoriles como al nerviosismo. Desdichadamente, ya desde el arranque se evidencia una absoluta desconexión de Mehta con el contenido espiritual de la obra. No es que el resultado sea frío, no es eso. Simplemente, la poesía, la sensualidad y la elevación espiritual no aparecen por ningún lado. Mejor, en cualquier caso, los dos últimos movimientos que los primeros, francamente flojos. (7)

 


5. Karajan/Filarmónica de Berlín (EMI, 1970). La tremenda espectacularidad de los contrastes dinámicos, la opulencia y brillantez de la orquesta y la capacidad para matiz refinado no ocultan que se estemos de una interpretación altamente superficial, bastante insincera, escasa en calado poético e incluso discontinua en las tensiones, incluyendo alguna caída puntual en la blandura. En definitiva, todo un desmadre made in Karajan. A olvidar. (6)

 

 

6. Kubelik/Filarmónica de Viena (DVD DG, 1971). El maestro checo nos ofrece una interpretación de total ortodoxia y gran sensatez pero, extrañamente, no termina de frasear con la concentración y la magia poética que demanda el primer movimiento, pese al perfecto equilibrio que alcanza entre los aspectos contemplativos y los dramáticos de esta música. Mejor el segundo, expuesto con transparente y nada meliflua belleza. Magníficos en su ortodoxia los otros dos, todo un modelo de fluidez, calidez, naturalidad y sentido de la arquitectura. La orquesta, cosa extraña, no está muy allá, mostrándose los metales bastante inseguros: probablemente se trate de una filmación sin retoques posteriores. Medici TV recorta la imagen a 16:9 y la trasvasa a alta definición, pero el sonido adolece de mucha compresión dinámica. (8)

 

 

7. Barenboim/Sinfónica de Chicago (DG, 1972). Un tanto a la manera de Furtwängler, el joven maestro se decanta por una lectura escarpadísima, extraordinariamente tensa, incandescente y furiosa, que por ende ofrece una imagen muy atractiva de la obra, pero que lleva tan a extremo sus planteamientos que a la postre resulta demasiado unilateral. La arquitectura se resiente de tanto ímpetu, yuxtaponiéndose momentos de gran intensidad sin que se encuentren correctamente planificados los grandes arcos de tensiones. Lo mejor, un Andante que alcanza un clímax muy escarpado. Lo peor, un Scherzo bordea el disparate. La orquesta está fabulosa y responde al cien por cien a las locuras que plantea la batuta. (8)

 

 

8. Böhm/Filarmónica de Viena (DG, 1973). Clásica en el mejor de los sentidos, este es la interpretación canónica y referencial de la página, renunciando el maestro a cualquier tipo de personalismo, a la creatividad arriesgada o a subrayar unos aspectos de la partitura por encima de otros para limitarse a trazar con absoluta perfección una arquitectura tan lógica y natural como elegante, clara y bien tensada, así como puramente bruckneriana en su sonoridad. Consigue así albergar con irreprochable equilibrio toda la espiritualidad, el sentido contemplativo, el vuelo lírico, la sensualidad y –por descontado– el drama a veces desgarrador que sobrevuela entre las notas sin renunciar a la más alta dosis de belleza. Particularmente impresionante el Finale, tenso y visionario a más no poder sin necesidad de resultar escarpado ni de perder esa elegancia marmórea tan característica del maestro de Graz. La orquesta, ideal e impresionante. En Blu-ray audio suena de manera admirable. (10)

 

9. Jochum/Staatskapelle de Dresde (EMI, 1975). Toma con amplia gama dinámica en la Lukaskirche de Dresde para una interpretación comprometida y vehemente, amén de irreprochable en el idioma, en la que Jochum se alinea con los maestros que proponen una visión de la página mucho antes dramática que contemplativa. Ello le lleva a flexibilizar el tempo a la manera de un Furtwängler sin importarle la uniformidad de la arquitectura, y he ahí precisamente el problema: el primer movimiento incurre en el nerviosismo, resulta discontinuo y carece de grandeza. Andante amargo y con desazón, intenso más no del todo poético. Bien a secas el Scherzo, dando paso a un Finale en la misma línea que el movimiento inicial, pero más aquilatado en su discurso. Lo metales de la orquesta no son muy allá. (8)

 

 

10. Kubelik/Sinfónica de la Radio Bávara (Sony, 1979). Este es un Bruckner en la antípoda del que por las mismas fechas –acababa de acceder a la titularidad de la Filarmónica– empezaba a hacer Sergiu Celibidache en la propia ciudad de Múnich. Si el del maestro rumano es ante todo denso y atmosférico, el del checo destaca por su fluidez, su lirismo apolíneo, su carácter luminoso y su ligereza bien entendida. Ligereza, que no superficialidad. No encontramos aquí grandes masas sonoras luchando la una contra la otra en una polifonía cargada de tensiones armónicas, sino un discurso ágil y de perfecta lógica en su planificación en el que se pasa de la concentración contemplativa a lo encrespado con una naturalidad pasmosa –portentoso dominio de las transiciones–, en el que las melodías están cantadas con un humanismo efusivo pero nada agónico –todo lo contrario de Celi– y en el que no hay el menos espacio para la pesadez, como tampoco para lo épico o lo terriblemente trágico, sin que semejante postura conduzca a la merma de tensión interna ni de fuerza expresiva. Kubelik nos ofrece, así, una Romántica bucólica en el mejor de los sentidos, en el punto justo de equilibrio entre el goce juvenil y la contemplación otoñal, holgada en su fraseo, cálido en la sonoridad, perfecto en el empaste polifónico y hermosísima en su canto. Temprana toma digital de amplia gama dinámica –volumen bajo– y buena definición tímbrica, aunque algo escasa de relieve. (9)

 

11. Solti/Sinfónica de Chicago (Decca, 1980). Grabación de extraordinaria limpieza y nitidez propia de los primeros tiempos digitales de Decca para una interpretación no menos nítida, como era de esperar de una batuta y una orquesta de virtuosismo extraordinarios, pero en la que falla la inspiración de un Sir Georg Solti tan brillante como superficial. El problema no es, como en la interpretación de Barenboim con la propia CSO ocho años anterior, el nerviosismo y el desbordamiento provocados por la incandescencia emanadas desde el podio; aquí todo está bajo férreo control, incluso en un Finale más rápido de la cuenta, pero aun así muy bien trazado. Simplemente, Solti se queda en la superficie y no indaga en el misterio, la poesía, la sensualidad ni la reflexión humanística que anidan en la partitura. Ni siquiera los aspectos escarpados de la misma quedan bien reflejados, porque la brillantez sonora –extrema sin caer en excesos– no posee una idea expresiva detrás, cosa que queda bien de manifiesto en una coda a la que, claramente, le falta grandeza visionaria. (7)

 

 

12. Celibidache/ Filarmónica de Múnich (Euroarts DVD, 1983). Ya hemos dicho algo sobre el concepto del maestro rumano al hablar de Kubelik, su antípoda. Aquí tenemos una típica interpretación celibidachiana de tempi lentísimos –salvando el Scherzo–, extraordinaria claridad polifónica, grandeza sin grandilocuencia y un carácter contemplativo que no elude momentos de verdadera rebeldía. Ahora bien, en esta ocasión no consigue el carácter visionario de sus mejores interpretaciones brucknerianas, lo que no impide que encontremos hallazgos como el Trio del Scherzo, o toda la coda del Finale. (9)

 

 

13. Muti/Filarmónica de Berlín (EMI, 1984). Tiene su morbo que el joven Muti le cogiera la orquesta a Karajan para hacer un repertorio tan asociado al salzburgués. Con ella nos entrega una interpretación tan musculada y poderosa como las suyas, pero muchísimo menos narcisista, menos retórica, más sincera y directa al grano, siempre dentro de una óptica –la esperable en el milanés– en la que los aspectos dramáticos se ponen en primer plano y hay espacio para la blandura ni el preciosismo. Se puede echar de menos una dosis superior de espiritualidad, como también de espíritu contemplativo –si varios directores se pasan de rosca con la sensualidad del Trio, Muti se queda más bien corto–, pero la planificación es tan admirable, y tan soberbia la respuesta orquestal, que no hay más remedio que descubrirse ante el resultado. Toma en la Jesus Christus Kirche no muy allá. (9)

 

 

14. Blomstedt/Sinfónica de San Francisco (Decca, 1988). El maestro sueco-estadounidense suele ser considerado antes como un artesano que como un artista creativo y arriesgado. Con razón, esa es la verdad, pero habría que especificar: su artesanía es de primera calidad. Esta Romántica es un perfecto modelo de sus maneras: equilibrio en la arquitectura –no hay espacio para arrebatos temperamentales–, pulcritud en el trazo, naturalidad en el fraseo y moderación en los aspectos expresivos, todos ello perfectamente atendidos pero sin ese “más allá” de poesía, de reflexión y de conflictos que convierta la audición en esa experiencia especial, por momentos al borde del abismo, que convierten a esta música en una obra maestra. Todo en su sitio, pues, y magníficamente grabado. Ideal para acercarse a la obra, insuficiente para comprenderla en toda su dimensión. (8)

 

 

15. Celibidache/Filarmónica de Múnich (EMI, 1988). Otra gran interpretación de Celi plagada de momentos mágicos, como el arranque de los movimientos extremos, plenos de misterio; o la coda del Finale, un prodigio de cómo alcanzar la más increíble mezcla entre transfiguración espiritual y fuerza dramática a través de una increíblemente lógica, minuciosa y amplia construcción de las tensiones. Sin embargo, la comparación con el testimonio que nos dejará Celi al año siguiente relega este registro a un segundo plano. (9)

 

 

16. Celibidache/Filarmónica de Múnich (Sony, 1989). Ahora Celi se alarga hasta unos increíbles 82’30’’ para ofrecernos una lección magistral de dominio de las más complicadas arquitecturas de tensiones y distensiones, de clarificación las complejas polifonías y de matización de la gama dinámica, todo ello al servicio de una idea expresiva de una elevación poética portentosa –mágico arranque de los dos primeros movimientos–, de un carácter contemplativo que sabe estar lleno de desazón como también de sensualidad –asombroso una vez más el Trío– y de una grandeza incomparable –abrumador clímax del Andante–. En cualquier caso, lo que más le deja a uno con la boca abierta, contradiciendo todos los tópicos sobre el carácter supuestamente espiritual del Bruckner del maestro rumano, es la tremenda fuerza dramática, llena de rabia y hasta de terror, que la batuta imprime a todo el Finale, que arranca abriendo las puertas del mismísimo Infierno y termina en una coda llena de interrogantes. Como único reparo musical, una orquesta que, a pesar de tocar al límite de sus posibilidades, no logra ocultar sus limitaciones. La toma sonora no es la mejor posible, pero ofrece una amplísima gama dinámica que resulta ideal en una obra como esta. (10)

 

 

17. Abbado/Filarmónica de Viena (DG, 1990). Hay aquí belleza sonora a raudales, calidez, sensualidad, contemplación paisajística, inquietud espiritual y grandes dosis de sentido teatral, pero lo cierto es que el maestro milanés no se cree la obra en ningún momento. Todo lo contrario: su enorme técnica se pone al servicio de un evidente narcisismo que le lleva a ofrecer numerosas frases en exceso suaves, languideces varias, contrastes dinámicos tan exagerados como innecesarios y opulencia desatada. La arquitectura se resiente por completo, y el resultado es una lectura tan vistosa, seductora y espectacular como discontinua, trivial e insincera. La toma tampoco ayuda. Por cierto, la interpretación se encuentra filmada y circula por la red. (7)

 

18. Wand//Sinfónica de la NDR (DVD TDK, 1990). No es esta la mejor recreación de quien fue un gran bruckneriano. En el primer movimiento se agradece el enfoque no desatento con los aspectos más escarpados de la música, pero el conjunto resulta nervioso y alcanza poco aliento poético. El Andante, correcto sin más, resulta a la postre aséptico. Solvente el Scherzo, de Trío dulce y hasta naif. El Finale, pese sus desigualdades, sí que alcanza la garra y el carácter visionario deseables. No ayudan ni la calidad de la orquesta ni la acústica de la iglesia en que se realizó la filmación. Hay que esperar para que el maestro nos legue su gran testimonio sobre esta partitura. (7)

 

 

19. Barenboim/Filarmónica de Berlín (Teldec y Digital Concert Hall, 1992). Recientemente recuperada con imágenes en la Digital Concert Hall, esta es una recreación en la que Barenboim, sin renunciar a lo temperamental del enfoque que había adoptado en Chicago, demuestra hasta qué punto la experiencia wagneriana de los años ochenta le permite desarrollar la habilidad de encauzar las tensiones concibiendo el discurso de manera orgánica, como una única transición plena de lógica arquitectónica. El resultado es así tan ardiente como hermoso, visionario en los clímax pero también muy efusivo, de manera particular en un segundo movimiento que desprende un carácter anhelante muy revelador. A destacar asimismo un Scherzo que él entiende de manera particularmente impetuosa sin caer en la precipitación. ¿Falta algo? Sí: la magia y la profundidad panteísta que el de Buenos Aires sabrá destilar más adelante. (9)

 

 

20. Wand/Filarmónica de Berlín (RCA, 1998). Aunque al igual que su lectura ocho años anterior los resultados van de menos a más, ahora el maestro alemán sí que está a la altura de las circunstancias, quizá no tener que dedicar el tiempo a lidiar con las limitaciones de la orquesta y poder concentrarse en ofrecer “su” versión. ¡Y vaya si lo hace! En los tres primeros movimientos, evitando caer en los riesgos de una visión meramente tempestuosa, se mueve a medio camino entre la naturalidad, la frescura y el lirismo de un Kubelik y la grandeza marmórea de un Böhm, aprovechando siempre la musculada sonoridad de la formación berlinesa y tratándola con un sonido cien por cien bruckneriano, empastadísimo y redondo, muy carnoso en la cuerda y poderosísimo en unos metales de resonancias organísticas. En el Finale logra el milagro de controlar la fuerza telúrica de la música, equilibrar su potencia tanto sonora como expresiva de esta música con una buena dosis de concentración, hondura y grandeza, dando como resultado una de las más imponentes recreaciones discográficas que se recuerdan. Impresionante la toma en vivo. (9)

 

 

21. Rattle/ Filarmónica de Berlín (EMI, 2006). Las primeras grabaciones de Rattle en Berlín intentaron consagrarle como director de gran repertorio, pero en el caso de la Romántica se enfrentaba a un reto considerable: las grabaciones de la orquesta inmediatamente anteriores fueron las espléndidas de Barenboim y Wand. Demasiada competencia. Lo cierto es que les igualó en solidez de la planificación, en naturalidad del arco de tensiones y, sobre todo, en belleza sonora. No así en emotividad: ahí el británico evidencia una cierta falta de conexión con esta música muy exigente también desde el punto de vista expresivo. Hay además alguna frase demasiado bonita en el Andante. El Trío del Scherzo es poquita cosa, mientras que en el Finale vuelve a aparecer una blandura que por momentos (escúchese a partir de 7:40) llega a ser inaceptable. La coda, por el contrario, es espléndida. Toma algo espesa. (8)

 

22. Thielemann/Filarmónica de Múnich (DVD CMajor, 2008). Hay que admirar en el berlinés su buen lenguaje bruckneriano, su sonoridad adecuadamente organística, su atención al peso de los silencios y a la atmósfera en general, así como su capacidad para ofrecer tanto sensualidad como opulencia trabajando con plasticidad a una orquesta que no es comparable a las mejores en este repertorio. Sin embargo, hay algo que no acaba de funcionar. El maestro apuesta por lentitudes no celibidachianas (67’41’’ frente a 73’09’’, para que nos hagamos una idea) que le plantean problemas a la hora de levantar el edificio y, sobre todo, de otorgar continuidad al mismo. Es precisamente por lo que el primer movimiento parece más un conjunto de secuencias muy bellas yuxtapuestas una detrás de la otra sin alcanzar sentido orgánico. En el Andante la batuta apuesta por la seducción, pero su enfoque resulta en exceso ensimismado, atento antes a la contemplación que a los conflictos dramáticos, desarrollándose sin toda la fluidez deseable, por no decir que con excesiva parsimonia; el gran clímax puede apabullar en lo sonoro, pero no se encuentra del todo bien preparado. El Scherzo está francamente bien, aun echándose de menos garra y extroversión y llegando a ser molesta la blandura con la que Thielemann plantea el Trío. En el Finale se alternan momentos espléndidos con pasajes rebuscados, culminando en una coda majestuosa, pero más externa que verdaderamente visionaria. La toma sonora, en surround auténtico, es soberbia por definición, relieve, gama dinámica y sentido espacial. (7)

 

 

23. Barenboim/Staatskapelle de Berlín (Blu-ray Accentus, 2010). Si sus anteriores registros de esta obra se caracterizaban por su carácter escarpado, incandescente y dramático, esta última lo hace por su naturalidad, lógica constructiva y sentido cantable. Y eso que los tempi no son precisamente ahora más lentos, sino todo lo contrario. Lo que ocurre es que Barenboim domina ahora mucho mejor la planificación de las tensiones y, además, se ha vuelto consciente de que la obra encierra otras facetas expresivas que antes quedaban arrinconadas por su ardor extremo. Podría dar la impresión de que se ha perdido intensidad, pero no es exactamente eso. En realidad, se ha limado la energía que sobraba y se ha planificado de manera más sutil el ascenso a los clímax de tensión. De este modo, y contando con la baza de una orquesta formidable tanto por su belleza sonora como por su adecuación al idioma del compositor –polifonía perfecta, con un idóneo equilibrio entre las familias–, amén de por la musicalidad de la que hace gala, Barenboim ofrece una interpretación perfecta en su concepto que sabe seguir ofreciendo ardor visionario en el clímax del primer movimiento, regusto amargo en el segundo, garra antes dramática que “de caza” en el tercero y grandeza sin retórica en el Finale, pero también una buena dosis de lirismo, sensualidad, elegancia y hasta ensoñación pastoril: escúchese el Trío del Scherzo. Excelente filmación a cargo de Andreas Morell. (10)

 

24. Haitink/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 2014). Como era de esperar, el holandés ofrece una interpretación objetiva y poco personal, pero absolutamente portentosa por su arquitectura, de una claridad y una fuerza interna descomunales, al tiempo que atentísima al detalle –absoluto control de las dinámicas, perfecto equilibrio de planos- y de un idioma netamente bruckneriano. Eso sí, en lo expresivo va de menos a más, flojeando el primer movimiento por su relativa falta de vuelo poético. Tampoco el segundo es particularmente emotivo, si bien sus clímax están construidos de manera pasmosa y alcanzan una tensión imponente. Sobrio y viril el Scherzo, contrastando con un Trío sorprendentemente suave –que no blando- y ensoñado. Tremendo el Finale, construido con una grandeza ajena a la retórica y una fuerza controlada a la que resulta imposible resistirse. La enorme calidad de una orquesta adecuada a más no poder termina haciendo que, pese a las relativas desigualdades de la batuta, los resultados alcancen el sobresaliente. (9)

 

25. Janowski/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 2017). No necesariamente tener a la orquesta más adecuada del mundo para esta música significa alcanzar grandes resultados. Janowski pincha en dos primeros movimientos gélidos: increíblemente bien planificados, tensos y claros en la polifonía, atentamente matizados en la dinámica, ajenos al preciosismo y al amaneramiento, pero sin alma. Ni vuelo lírico, ni poesía panteísta, ni delectación contemplativa, ni inquietud ante lo desconocido. Todo suena con una perfección aséptica, incapaz de conmover. Mucho mejor el Scherzo, no precisamente efusivo, pero sí vibrante y decidido. El Finale empieza nervioso y apresurado, pasando luego a secciones en las que el maestro hace gala de un fraseo "pastoril" a todas luces inapropiado. Poco a poco se va centrando y logra picos de tensión de admirable incandescencia, siempre beneficiados por el fulgor increíble de unos metales potentísimos y de una cuerda robusta a más no poder. Aun así, el movimiento no logra evitar serias irregularidades en su arquitectura; culmina sin grandeza ni fuerza visionaria. (6)

2 comentarios:

Observador dijo...

Muchas gracias.

Fouquier de Tinville dijo...

Magnífico repaso y comentarios a la discografía de una de mis obras favoritas. ¡Muchas gracias!

Yo tengo alguna más: Sinopoli, Dohnanyi y Sawallisch.

Pero las mejores son las señaladas y además coinciden muchos (yo también): Böhm, Celibidache 89 y el Barenboim tardío (supongo que el Blue-Ray es lo que publicó DG en su última integral).

Después hay otras muy buenas también (las de 9), entre las que hay alguna que ni tenía en el radar (Muti).

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