No tenía ni idea de que las Quatre Chansons de Don Quichotte de Jacques Ibert y las tres de Don Quichotte à Dulcinée de Maurice Ravel hubieran sido compuestas para al cine. Menos aún de que lo hicieran para la misma película, toda vez que el director Georg Wilhelm Pabst realizara en 1932 el encargo a varios compositores a la vez –el actor protagonista fue nada menos que Feódor Chaliapin–, pero así lo cuenta Yvan Nommick en sus excelentes notas para el disco Quijotes que DG grabó en julio de 2005. ¿Quién ganó? Lo hizo Ibert, porque Ravel se retrasó. A mi modo de ver las tres canciones del vasco-francés, última de las obras que firmó, son globalmente más interesantes que las de su colega, pero la cuarta de las Ibert termina siendo la más hermosa de todas.
De El retablo de Maese Pedro poco hay que decir, salvo que se trata de una enorme maestra del irregular –sí, irregular, se pongan como se pongan algunos– Manuel de Falla.El disco se completa con breve poema sinfónico Una aventura de Don Quijote de Jesús Guridi, segundo premio en un concurso convocado en 1915 por el Círculo de bellas Artes de Madrid al hilo del tercer centenario de la muerte de Cervantes. El primero quedó desierto, probablemente con razón: la página de Guridi está bien escrita y se escucha con enorme agrado, pero se olvida enseguida. Lo siento, pero ni punto de comparación con lo de un tal Richard Strauss.
El malagueño Carlos Álvarez se entrega al cien por cien encarnando a los Quijotes de Ibert, Ravel y Falla. Estupendo Eduardo Santamaría como Maese Pedro, no tanto el niño soprano. José Ramón Encinar realiza una formidable labor, detallista y elegante, defendiendo todas estas partituras y sacando un provecho extraordinario de la Orquesta de la Comunidad de Madrid. Soberbia la toma sonora. Disco muy recomendable.
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