Andan muchos intérpretes de la música de Mozart optando por la ligereza sonora, léase por la falta de densidad y por el carácter más o menos aéreo de la orquesta, en su búsqueda de la agilidad en el fraseo, de la claridad de la articulación y de la transparencia de texturas. Creo que apuntan en una dirección equivocada. Debería escuchar este disco que incluye registros realizados en 1964 en los que Otto Klemperer y la Philharmonia se enfrentan a las más conocidas oberturas de Wolfgang Amadeus. La orquesta es de tamaño grande, la sonoridad prieta y compacta a más no poder –el famoso granito klemperiano–, la densidad abrumadora, y sin embargo no se puede ser más ágil, más clarificador de las texturas ni más equilibrado en la polifonía, en la que se otorga a las maderas toda esa importancia vital en Mozart que los historicistas presumen de ser los primeros en haber defendido.
¿El secreto? Obviamente, la confluencia entre una técnica de batuta descomunal y una orquesta entregada a su titular, precisa en grado superlativo y afortunada de contar con la más asombrosa familia de maderas que se recuerda. Busquen por ahí y comprobarán lo difícil que resulta encontrar recreaciones en las que se escuche con tan meridiana claridad todas y cada una de las líneas de la escritura mozartiana, tal es la capacidad de análisis a la que llegan la batuta y los músicos londinenses. ¿Pesadez? ¿Carácter masivo? Ni rastro: asombroso que la muy nutrida cuerda londinense suene como un único instrumento de carácter polifónico –su empaste es cosa de ciencia-ficción– que se cuida mucho de no aplastar a las maderas.
En el terreno expresivo, no hay aquí rastro de la coquetería, la delectación sensual y el carácter más o menos galante del pasado cercano. Tampoco hay concesiones al arrebato “romántico”, a la flexibilidad y a la búsqueda de los contrastes anímicos. Sí una enorme severidad, una gravedad que no está precisamente reñida con la tensión interna y que viene cargada de un fuerte pathos. Neoclasicismo puro llamo y a eso, por mucho que la peña H.I.P. se empeñe en negar la validez estilística de semejantes propuestas.
Otra cosa es que semejante planteamiento case mejor con unas páginas que con otras. Personalmente, considero un verdadero prodigio lo que Klemperer hace con las oberturas de Le nozze du Figaro, Don Giovanni, La clemenza di Tito y La flauta mágica, esta última –que es la misma de la ópera completa– más masónica que nunca. A las de El rapto en el serrallo –que es de 1950 y suena peor– y Così fan tutte creo que les falta chispa y sentido del humor. Ya, ya sé que al de Breslau no le interesaba mucho el desenfado, pero un poco de la maña leche que acostumbraba a destilar no hubiera venido nada mal.
El Adagio y fuga para orquesta de cuerda K. 546, registro estereofónico de 1956, recibe atrevidísima recreación, tanto por la lentitud con que es desgranada como por la intensidad de su fuerza dramática. El resultado es atemporal y pone de manifiesto los aspectos más abstractos de esta música, como si quisiera mirar al órgano de Bach por un lado y a la música del siglo XX por otro.
La Pequeña música nocturna se ofrece en la grabación de 1964, que no debe ser confundida con la de 1956. Aquella era una interpretación personal, arriesgada y reveladora por relegar los aspectos más tópicos, léase amables y de contemplación más o menos nocturna, para apostar por la angulosidad y la tensión dramática, más sin perder elegancia ni naturalidad en el fraseo. Esta otra desarrolla aquella idea, pero con tempi apreciablemente más lentos, relajando un poco la angulosidad y aportando un mayor poso de poesía y hondura reflexiva. Nos encontramos así con un Allegro de irreprochable equilibrio clásico entre tensión y delectación melódica, un Allegretto que saca a la luz toda la melancolía y hasta el amargor de la música mozartiana, un Menuetto tan severo como lleno de fuerza y un Rondo conclusivo clarificado de manera asombrosa. Lástima que la toma adolezca de un extraño zumbido en las frecuencias más graves.
4 comentarios:
Una de las series de grabaciones más minusvaloradas de Klemperer en relación con su calidad son sus versiones de sinfonías de Mozart, y precisamente por esto que comentas, Fernando. Los intérpretes de tipo historicista tienden a enfatizar la presencia de las maderas, (o eso pretenden), y también de la percusión, pero como la cuerda es menos numerosa, esa sección también fundamental se queda en un segundo plano y la pretendida transparencia se pierde. Y desde luego, no son versiones para nada pesadas, especialmente las primeras que grabó. Pocos directores han mejorado sus resultados: el joven Barenboim, Böhm en sus grabaciones vienesas finales… Y muy poco más.
¡Cien por cien de acuerdo!
Por favor, con toda mi admiración por Klemperer ( la sinf. 40, ese alucinante tercer acto del D. Giovanni ), hay por ahí una caja de RCA con sinfonías mozartianas por B. Walter que yo creo es el no va más en cuanto a densidad, articulación, polifónía, chispa y gracia exentas de frivolidad... un auténtico tesoro.
Es cuestión de gustos y sensibilidad, claro está. Y, en todo caso, la caja de Klemperer que viene comentando es... le agradezco infinito haberme puesto en su rastro: el paraíso.
Un saludo y ánimo con el brazo otra vez, Fernando!!
Muchas gracias, Jose. Desde luego, casi todo lo que hay en esa caja de Walter me gusta mucho o muchísimo.
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