lunes, 14 de noviembre de 2022

Barenboim, ochenta años de (ejem) solvencia

El pasado fin de semana estuve en Sevilla, con motivo de un Roberto Devereux que –pronto lo contaré por aquí mismo– salió redondo. Aproveché para pasarme por La casa del libro, y allí encontré un volumen titulado Música, Maestro, de Mahler a Dudamel, firmado por Rafael Ortega Basagoiti y Enrique Pérez Adrián. Enviado a la imprenta el 14 de octubre de 2022, apunta el colofón: recién salido del horno, pues. “Vaya, hombre”, pensé inmediatamente, “justo el proyecto que yo he dejado a la mitad, un libro sobre directores de orquesta”. Aun pareciéndome caro (34,50 euros), me hice con él.

Me fui directo, por puro morbo, a ver qué dicen del señor que mañana martes 15 de noviembre cumple 80 años, un tal Daniel Barenboim. Aparece por duplicado. Primero, en un capítulo titulado Bayreuth: de Knappertsbusch a Janowski. Dieciséis líneas. Thielemann viene a continuación: casi dos páginas. Les sigue Pierre Boulez, que recibe atención –siempre en referencia a su labor en el "foso místico"– a lo largo de dos páginas y ocho líneas. Las dedicadas a Barenboim comienzan así: “Siempre solvente y a veces inspirado, aunque a su dirección le falte organización y unidad, y al tener que estar supeditado al ‘dogmatismo escénico’ de Harry Kupfer se malogren los resultados globales”. De su acercamiento a Tristán e Isolda se nos dice que es “siempre apasionado y convincente”. Vale.

El de Buenos Aires retorna en el capítulo dedicado a instrumentistas directores. Ahora hay un poco más de espacio: tres páginas y diez líneas. No mucho más que Ataúlfo Argenta y Jesús López Cobos, a dos páginas por batuta. Un poquito más que Karl Böhm, que recibe tres. Carlos Kleiber sobrepasa las cinco: se ve que los dos autores se vieron condicionados por el amplísimo repertorio y la vasta discografía del maestro berlinés. Karajan, lo han adivinado, se lleva un capítulo entero: doce páginas. Y otro para Sergiu Celibidache, que alcanza nada menos que dieciséis. De nuevo, un repertorio y un catálogo fonográfico tan abrumadores que resultaba imposible dedicarle menos.

Pero veamos algunas líneas de lo que escribe Rafael Ortega –lo anterior era de Pérez Adrián: las dos manos se reconocen perfectamente– sobre Barenboim fuera de Bayreuth.

“Barenboim es un ‘músico total’, alguien con una gran inteligencia y una enorme capacidad y gusto para producir interpretaciones de alta categoría artística (…). Las interpretaciones orquestales de Bach, Haydn, Mozart o Beethoven por Barenboim pueden resultar atractivas especialmente a quienes gusten hoy de aproximaciones que en algunos aspectos parecen un trasunto furtwängleriano en el siglo XXI (…). De los dos ciclos beethovenianos (…) es preferible el grabado con su orquesta berlinesa (…). Ninguno de los dos de Brahms (…) alcanza el nivel de su Bruckner, y es en cambio excelente su último ciclo Schumann (…)”.

La valoración final es positiva: “su contribución desde el podio es, sin duda, una de las más notables entre los instrumentistas directores y, en lo que se refiere a autores como Wagner y Bruckner, se eleva a una categoría sobresaliente".

Mi opinión difiere un poquito. Creo que el inminente octogenario es el más grande intérprete musical de los últimos cien años, sin duda el más completo de los pianistas –con permiso del inmenso Claudio Arrau– y uno de los cuatro o cinco más impresionantes directores, sobre todo en lo que a los veinte últimos años de su carrera se refiere, y –desde luego– mucho más allá de Wagner y Bruckner. Súmese a eso su intensa labor –todo lo simbólica que se quiera, pero ahí está– por llamar a la paz en Oriente Medio y se comprenderá por qué no puedo hacer otra cosa que felicitar al maestro en su ochenta cumpleaños y desear intensamente que supere la enfermedad para volver a hacer música.

Bueno, en realidad otra cosa sí que puedo hacer: terminar el libro que empecé sobre él. “Los mejores discos de Daniel Barenboim”, se va a llamar. Si todo sale bien, para febrero o marzo estará en las librerías. ¿Y el que dejé sobre los directores? En cuanto termine con este, voy a por él: el de Ortega Basagoiti y Pérez Adrián me ha animado a ello. Sencillamente, porque lo que yo ya tengo escrito sobre Karajan, Celibidache, Kubelik, Giulini, Bernstein, Boulez, Rostropovich, Davis, Previn, Haitink, Kleiber, Maazel, Abbado y Muti no se parece en nada a lo que han firmado estos dos prestigiosos expertos.

14 comentarios:

Julio César Celedón dijo...

Enhorabuena por el ímpetu de querer retomar el libro. Ojalá se venda de este lado del charco, en México, o se pueda pedir por algún medio. Y sí, coincido en su apreciación sobre Barenboim; me temo que su ciclo Schumann sea su testamento.

Pilar dijo...

que ganas de leer desde ya el libro sobre los mejores discos de barenboim

Observador dijo...

En el cumpleaños 80 de Daniel Barenboim debo admitir que lo "descubrí" muy tardíamente, hace 5 o 6 años. Gracias a que empecé a leer primero a Fernando, y luego a Ángel Carrascosa, es que pude sacarme las vendas del prejuicio ante mi ilustre compatriota. Digo tardíamente porque siempre leía la recurrente y negativa crítica de los "entendidos de fama internacional" hacia el argentino. Y luego de leer a Fernando y a Ángel, no puedo entender aún el por qué de la saña de éstos -no todos- hacia el porteño. No creo que sea un problema de antisemitismo, ya que también harían (y no lo hacen) lo mismo contra otros músicos judíos de ayer y de hoy. Lo cierto es que hubiera sido muy grandioso para la música ser elegido como titular de la Filarmónica de Berlín en 1989, pero la historia fue otra. De todas formas, y de a poco, me estoy comprando muchos CDs del genio de la batuta y del piano. Muchas gracias, Fernando.

xabierarmendariz88 dijo...

Muchas gracias, Fernando, por tus reflexiones sobre el libro de Pérez Adrián y Ortega Basagoiti. Me parece claro que, entre los dos, Ortega Basagoiti tiene una visión bastante más ajustada de la capacidad de Barenboim como director y, aunque estoy de acuerdo con la extensión que dedican ambos autores en su libro a ciertos intérpretes, (Karajan se merece un capítulo de por sí, aunque sea por su ingente discografía, su gran repertorio y su influencia), en otros casos como Celibidache o Carlos Kleiber me parece excesivo.
Respecto al Barenboim pianista, creo sin embargo que no coincidimos tanto. Yo creo que Barenboim está entre los cinco mejores pianistas del siglo XX, pero a igualdad práctica por musicalidad, en gama de repertorio afrontado le supera Sviatoslav Richter… ¿Dónde están los Rachmaninov, Prokofiev o Scriabin de Barenboim, por ejemplo? El hecho de que Richter no grabara muchos ciclos completos o no tenga tantas grabaciones “de estudio” no creo que tenga que ser un factor aquí.

Ramón dijo...

La opinión tiene que ver con los gustos. A este respecto, es encomiable el blog de Ángel Carrascosa, pues no pontifica y deja constancia, por ejemplo, de las "mejores interpretaciones de muchas obras" según sus gustos, como él mismo reitera.
No es difícil repasar las opiniones de diversos críticos musicales de "prestigio" (el entrecomillado es extensivo a todos los sedicentes críticos musicales que así suelen considerarse) quienes mantienen opiniones diametralmente opuestas sobre intérpretes y directores.
En el caso de Barenboim es notorio su intento de seguir la senda de Furtwängler, algo encomiable como ambición artística, pero, en mi opinión y en la de la mayoría de los sedicentes críticos musicales, no alcanza esa cima.
En opinión tan válida como la suya, para esos críticos (aquí yo no opino), Barenboim no figura entre los cinco mejores pianistas de los últimos cien años ni como el mejor director de los últimos cincuenta, ni mucho menos. En general, a excepción de registros extraordinarios, que no se pueden negar.
No obstante una adoración como la que usted le profesa -y el término "adoración" no lo tome como ofensivo sino como descriptivo de su pasión barenboimiana- es incompatible con cualquier escucha atenta de algunas grabaciones que usted sitúa en la cumbre cuando no resisten la comparación con otras muchas, en mi opinión y en la de muchos musicólogos y críticos. Lo anterior provoca un efecto contrario al que se pretende al ensalzar acríticamente al¡ don Daniel Barenboim. Por ejemplo, si alguien lee que las grabaciones de los conciertos de piano de Beethoven que el argentino grabó con la Berliner Philharmoniker le merecen la máxima calificación, no es raro que luego no hagan caso sobre esas mismas obras en vivo con la Staatskapelle de Berlin, que sí son otro cantar, y que usted sitúa a la misma altura, obviando además o rebajando grabaciones históricas elogiadas entre las más representativas de forma unánime; para ser precisos, de forma casi unánime, porque usted ni las tiene en cuenta.
En fin, en sus opiniones son sus opiniones y nada más. Se puede coincidir con ellas en algunos casos, pero no crea que Barenboim es, ejem, el más grande intérprete y el más grande director de los últimos tiempos. Las clasificaciones en arte cotizan a la baja.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Julio César, Pilar y Observador, muchas gracias. Haré lo que pueda dentro de mis limitaciones.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Xabierarmendariz88, gracia por los comentario. Richter me parece un pianista genial, sin duda está entre mis favoritos, pero a mi entender esa vertiente "demoníaca" de su pianismo con frecuencia le conducía bien al nerviosismo -incluso a descontrol-, bien a descuidar otros aspectos de la música. Por otra parte, creo que lo que coloca a Barenboim en la cima del teclado es lo que ha hecho con los conciertos de Mozart y, sobre todo, con la música de Beethoven.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Ramón, le agradezco sus comentarios y entiendo perfectamente su punto de vista, pero también estoy convencido de que sería un error por mi parte modificar mis valoraciones al alza o a la baja para "quedar bien" con la mayoría, para que no se piense que soy un radical acrítico o para coincidir con opiniones que pueden estar más o menos consensuadas.

Si verdaderamente pienso que el ciclo de conciertos con la Filarmónica de Berlín es magnífico (así lo creo) y que Barenboim es el más grande -por nivel artístico, por riqueza de repertorio y por capacidad para invitar a la reflexión- de todos los intérpretes conocidos, es de justicia decirlo. Lo contrario sería traicionarme a mí mismo, como también a los lectores que confían en que voy a ser sincero. Y si esas grabaciones beethovenianas de otros grandes pianistas que usted dice a mí no me gustan, o no las cito por no conocerlas, puede usted perfectamente pensar que estoy sordo y/o soy un ignorante.

Eso sí, le puedo asegurar que lo que escribo lo hago desde muchísisimas horas de audición, de lectura y de reflexión, como muy probablemente hayan ocurrido con ese libro los dos críticos citados. Si luego alguien quiere pensar de mí, por escribir lo que escribo, lo mismo que yo pienso de estos dos señores por dedicarle una página entera a la faceta de Celibidache compositor (comparemos: media página para Neville Marriner, diez líneas para Pappano), libre será de hacerlo. ¡Faltaría más!

Javier dijo...

Desde mi punto de vista no es tan importante situar a Barenboim en una escala numérica de pianista o director. Quizá mejor valorarlo cómo un músico integral capaz de realizarse con la máxima excelencia en ambas vertientes. Y estas no son palabras menores:Don Daniel lleva 70 años de carrera pianística y no menos de cincuenta cómo director. No son muchos los que puedan presumir de semejante trayectoria. En mi opinión estamos ante un asceta de la música y un santo del piano.

Ramón dijo...

Le agradezco, Fernando, su respuesta. Por supuesto que creo firmemente que sus valoraciones son veraces de acuerdo con sus criterios y que, igual que don Ángel Carrascosa, tiene la suficiente independencia de criterio para no coincidir acriticamente con opiniones más o menos consensudas.

Doy por hecho que escribe a partir de muchas horas de audición y tanto usted como Ángel Carrascosa me han descubierto alguna grabación que desconocía. Me refiero fundamentalmente a grabaciones de sinfonías y conciertos de Beethoven y de Brahms, compositores a los que dedico mi atención y escucha diaria desde hace más de treinta años.

No tengo la menor duda de que usted y don Ángel tienen muchísimos más conocimientos de música que quien esto escribe.

Pero le voy a referir una anécdota de cuando yo tenía 18 años: en mi ciudad había dos guitarristas conocidos que interpretaban obras de todo tipo, también de la llamada música clásica; uno de ellos tenía una técnica extraordinaria, pero el que causaba admiración y era un placer escucharlo era aquel que, como él mismo sabía y decía, no se podía comparar con el primero. La diferencia es que el virtuoso interpretaba y el que me deleitaba hacía música. La anécdota tiene que ver con aquello que suscita el placer de escuchar.

Furtwängler al ser preguntado en cierta ocasión por Celibidache acerca de cómo debía interpretar una pieza respondiole el alemán que como resultase más bella; y don Wilhelm, como él mismo declaró, sabía que el impulso que guiaba a Beethoven no era el drama ni la tragedia, sino, traduzco las palabras de Furtwängler, "la búsqueda de la alegría". Que alguno de los registros furtwänglerianos contradigan esto solo responde a circunstancias vitales muy concretas vinculadas al horror del nacional-socialismo. De ahí que en mi caso valoro las interpretaciones de acuerdo con criterios estéticos y no filosóficos ni dramáticos. Usted en cambio parece valorar estas "dimensiones" de la música, tal vez porque peca de pesimista como se advierte en el título de su blog (perdóneme el chiste, por favor: es una simple broma).

En todo caso, y disculpe el extensísimo exordio, agradezco muchísimo su trabajo, así como el de Ángel Carrascosa. Aunque no concuerde con algunas de sus opiniones, no por eso dejo de valorarlo como merece. Si acaso, creo que sería preferible que esas opiniones se manifestasen de forma más diáfana como lo que son, y no como juicios vistos para sentencia. Un saludo.

Ramón dijo...

Estimado Fernando: envié ayer un segundo comentario a su atenta respuesta. Como no se ha publicado, supongo que porque no lo ha leído todavía, me permito enviarlo de nuevo con alguna corrección, pues como lo escribí a vuelapluma y no lo había revisado, se coló alguna errata, como ya sucedió en el primero que envié. Remito, pues, de nuevo mi observación:

Le agradezco, Fernando, su respuesta. Por supuesto que creo firmemente que sus valoraciones son veraces de acuerdo con sus criterios y que, igual que don Ángel Carrascosa, tiene la suficiente independencia de criterio para no coincidir acríticamente con opiniones más o menos consensuadas.
Doy por hecho que escribe a partir de muchas horas de audición y tanto usted como Ángel Carrascosa me han descubierto alguna grabación que desconocía. Me refiero fundamentalmente a grabaciones de sinfonías y conciertos de Beethoven y de Brahms, compositores a los que dedico mi atención y escucha diaria desde hace más de treinta años.
No tengo la menor duda de que usted y don Ángel tienen muchísimos más conocimientos de música que quien esto escribe.
Pero le voy a referir una anécdota de cuando yo tenía 18 años: en mi ciudad había dos guitarristas conocidos que interpretaban obras de todo tipo, también de la llamada música clásica; uno de ellos tenía una técnica extraordinaria, pero el que causaba admiración y era un placer escucharlo era aquel que, como él mismo sabía y decía, no se podía comparar con el primero. La diferencia es que el virtuoso interpretaba y el que me deleitaba hacía música. La anécdota tiene que ver con aquello que suscita el placer de escuchar.
Furtwängler al ser preguntado en cierta ocasión por Celibidache acerca de cómo debía interpretar una pieza respondiole el alemán que como resultase más bella; y don Wilhelm, como él mismo declaró, sabía que el impulso que guiaba a Beethoven no era el drama ni la tragedia, sino, traduzco las palabras de Furtwängler, "la búsqueda de la alegría". Que alguno de los registros furtwänglerianos contradigan esto solo responde a circunstancias vitales muy concretas vinculadas al horror del nacional-socialismo. De ahí que en mi caso valoro las interpretaciones de acuerdo con criterios estéticos y no filosóficos ni dramáticos. Usted en cambio parece valorar esas otras "dimensiones" de la música, tal vez porque peca de pesimista como se advierte en el título de su blog (perdóneme el chiste: es una simple broma).
En todo caso, y disculpe el extensísimo exordio, agradezco muchísimo su trabajo, así como el de Ángel Carrascosa. Aunque no concuerde con algunas de sus opiniones, no por eso dejo de valorarlo como merece. Si acaso, creo que sería preferible que esas opiniones se manifestasen de forma más diáfana como lo que son, y no como juicios vistos para sentencia. Un saludo cordial.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

¡Me llegó perfectamente, pero se me olvidó darle al botón de publicar! A veces me pasa.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

El último comentario plantea cuestiones muy, pero que muy profundas que no me siento ahora mismo en condiciones de contestar. En cualquier caso, Ramón percibe muy bien por dónde van los tiros. Este viejo texto mío, ya obsoleto porque Barenboim ha modificado su modus operandi, puede dar más pistas:

http://flvargasmachuca.blogspot.com/2008/07/barenboim-el-lado-oscuro-de-la-msica.html

Ramón dijo...

Muy buen artículo, en todos los sentidos, "Barenboim: el lado oscuro de la música" que ha dejado en el enlace. En cuanto a los comentarios suscitados, no creo ni remotamente en lo del antisemitismo a la hora de enjuiciar las interpretaciones y grabaciones de don Daniel Barenboim. Tampoco creo que haya un rechazo visceral al pianista y director argentino, pues personas (voy a evitar el término "críticos" para poder incluirme en el grupo) a las que no nos gustan algunas o bastantes de sus grabaciones, sí nos parecen extraordinarias otras muchas, entre ellas alguna de las que ha puesto como ejemplo (la Novena de Beethoven de 1992). Muchas gracias, repito, por su atenta respuesta y por el gran artículo, que no conocía, sobre el arte y la evolución última de Barenboim.

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